Otro recurso promisorio de nuestra a la espera de ser aprovechado
José Álvarez Alonso
La canoa se deslizaba silenciosa, siguiendo la mansa corriente del río Baratillo, afluente del Pucacuro, cerca de la frontera con Ecuador. Alfonso Isampa, indígena Kichwa-Alama, guiaba desde la proa la frágil embarcación con hábiles y casi imperceptibles movimientos de remo, para evitar las palizadas que erizaban las orillas. En un momento me susurró: “Escucha ese ruido”. Entre el concierto de cantos, gritos y chirridos de la selva en las primeras horas de la mañana –toda clase de animales participan animosos en el concierto matinal- se escuchaban a lo lejos unos chasquidos, casi imperceptibles para un oído no entrenado. Con un gesto inquisitivo con la cabeza le pregunté qué era. “Sajinos comiendo huicungo”, me dijo. “Deben ser cuatro, a lo más cinco”, precisó para mi asombro. Salimos a la orilla y caminamos cautelosamente en dirección a los chasquidos, cada vez más audibles en la espesura. En unos minutos divisamos entre las vegetación a un grupo de un grupo de, efectivamente, cinco sajinos, que se afanaban buscando y mascando ruidosamente frutos caídos de huicungo. Alfonso apuntó cuidadosamente al que parecía un macho adulto y no falló el tiro; el resto del grupo se perdió en unos segundos entre la espesura.
Mientras amarraba el sajino con una itininga para cargarlo a la canoa, Alfonso me explicó: “El huicungo es la perdición del sajino. Es uno de los huayos que más le gusta, pero para su mala suerte, se escucha de lejos cuando lo chanca con su muela. Por la frecuencia de los chasquidos puedes calcular el número de sajinos comiendo: si es cada rato en rato, son dos o tres. Si es más frecuente (y Alfonso imitaba con su boca el ruido del sajino mascando, al tiempo que explicaba) son 4, 6 u 8. Si suena así rapidito (de nuevo imitando el ruido) es que es un buen grupo, 12 ó 15.”
Pero el huicungo no sólo es la perdición del sajino; también puede ser una bendición para los amazónicos, por sus usos potenciales para la industria. Los indígenas y ribereños, cuando andan por el monte, a veces comen el fruto tierno, pero no es frecuente verlo en las comunidades, y menos en los mercados de las ciudades. Los indígenas Urarina, del Chambira y el Corrientes, usan el débil tronco del huicungo como horcón para sus casas, y por eso son a veces vilipendiados por sus vecinos: “casa con horcones de huicungo”, es como decir “casa con vigas de cetico…”
Humilde y útil palmera
El huicungo (Astrocaryum huicungo, sinónimo, según algunos, con A. murumuru, Fam. Arecaceae) es quizás una de las palmeras más útiles y menos conocidas entre la gente no ribereña, a pesar de que es bastante abundante en terrazas y zonas con suelos relativamente fértiles. A veces es usada por los ribereños como indicador de suelos aptos para agricultura, junto con la yarina y la cashapona: “es terreno de yarinal-huicungal”, a veces se escucha decir a un ribereño para indicar la buena calidad del suelo de su chacra o rozo. El huicungo es particularmente abundante en sedimentos ricos en nutrientes de las restingas y terrazas aluviales de los ríos de aguas blancas o de mezcla; en la comunidad de Monteverde, en el bajo Tigre, conocí una chinganita que se llamaba “El Huicungo”, porque justamente se localizaba al lado de un huicungal. Los aficionados al chuchurrín competían en las madrugadas con sus desentonados cantos con el grito de las ranas y los cono-conos del huicungal…
El huicungo posee un esbelto tronco con espinas cuando es joven, y aún de adulto conserva las espinas en la parte superior; tiene frutos menudos y alargados, y hojas filudas y espinosas. Esta palmera está distribuida por Loreto y San Martín. Hay en San Martín un distrito llamado Huicungo (cerca de Juanjui), lo que quiere decir que este nombre probablemente proviene de algún idioma indígena del valle del Huallaga.
Buena para la piel y para el estómago
El mayor potencial del huicungo está en los aceites de su semilla: la manteca es rica en ácido láureo, mirístico y oléico, y tiene usos cosméticos y para la alimentación. La fruta contiene una mantequilla inodora e insípida con un índice bajo del enranciamiento, debido a sus ricos en ácidos grasos saturados. Esta manteca es conocida por su capacidad para restaurar los aceites de la barrera lípida, lo que es útil para dar brillo natural al cabello, y como humectante, para recuperar brillo y elasticidad natural de la piel. La mantequilla de huicungo se utiliza en pequeñas proporciones en los champúes y jabones (0.5% – 1%), y en fórmulas para acondicionadores, lociones, lápices labiales y los desodorantes (0.5% – 8%).
Las cualidades alimenticias de la mantequilla del huicungo son similares a las del aceite de coco, pero tiene mayor consistencia debido a su punto de fusión (33 ºC), superior al del coco (ºC 22.7). Por eso puede ser utilizada para sustituir parcialmente en el chocolate a la manteca de cacao, dándole una consistencia más firme en climas calurosos.
Hoy día en que la gente del llamado “primer mundo” se vuelve a la naturaleza y sus productos en búsqueda de la juventud y la belleza, se abren excelentes oportunidades de mercado para productos amazónicos. Un artículo en una prestigiosa revista americana decía recientemente: “Para lo último en belleza, la gente se está volviendo a dos lugares: al refrigerador y a la selva amazónica” (For the latest in beauty, people are turning to two places: their refrigerators and the Amazon rain forest). El artículo ponía énfasis en que las cremas de belleza, especialmente los productos para máscaras faciales, tienen que ser naturales, frescos, comestibles, sin preservantes ni aditivo químico alguno, bajo el lema: “lo que no se puede comer no puede ser bueno para la piel”. Como reacción a los productos de belleza de alta tecnología, muchas mujeres están usando hoy productos basados casi completamente en alimentos, desde yogur, miel y pepino, hasta productos amazónicos como la acerola, el aceite de aguaje y la mantequilla de huicungo.
Hay millones de palmeras de huicungo en la selva peruana cuyos frutos podrían ser cosechados sosteniblemente por las comunidades ribereñas, para producir aceites y, quién sabe, quizás para elaborar aquí mismo productos de belleza para exportarlos ya envasados a los mercados del mundo con marca peruana; en el huicungo, el aguaje, el ungurahui y otros cientos de productos promisorios de nuestra selva están las materias primas para la futura agroindustria de la Amazonía peruana. Con el riesgo del cambio climático, no necesitamos destruir nuestros valiosos bosques para sembrar foráneas palmas aceiteras que requieren enormes cantidades de agroquímicos y son una amenaza para nuestros ríos: podemos cosecharlos del bosque en pie, y dar valor agregado a lo que la naturaleza nos provee sin mayor inversión que el manejo…
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