Por. César Sánchez Arce
Amigo lector, como se habrá dado cuenta ya estamos en pleno proceso electoral: las 19 planchas presidenciales (insólito) presentadas nos revelan varios aspectos: en primer lugar, la precariedad de nuestra política, seguido de la presunción de que para muchos la política es un gran negocio y, otros, los menos conocidos, con la idea de poner en sus futuras hojas de vida que alguna vez fueron candidatos a presidente, no de su club del barrio, sino de la república, nada menos.
Con tanto «candidato a presidente», sin contar las listas de congresistas que ya se nos vienen, y que son casi dos mil quinientos aspirantes, los pobres electores -los que realmente pensamos en un país de verdad, con autoridades decentes y eficientes- nos encontramos en una tremenda encrucijada ¿Por quién votar? Hay de todo como en botica antigua. Plagiadores de marca mayor, seguidores de una dinastía asiática, acusados de corrupción pasada y no muy lejana, propietarios camuflados de caros bienes inmobiliarios, gringos renegones con chuyo y bailando huayno, calichines que no dicen de donde sale la plata para la campaña, pseudo emprendedores que un día aparecen como candidatos de un partido y se dicen muy liberales y al otro día lucen otra camiseta y ya no son tan liberales, luchadores contra la inseguridad ciudadana que no han conseguido nada y ponen a su papito como cabeza de lista parlamentaria, izquierdistas y revolucionarios desfasados que nunca han trabajado o están presos por corruptos, cadáveres políticos que reaparecen patéticos como muertos vivientes, gatos con partidito propio, procesados por homicidio, eso sí muy agresivos, que miran la paja en ojo ajeno pero no la enorme viga en la de su jefa, y otros de los que no hay nada que decir porque no los conoce nadie, pero ahí están muy orondos ellos aunque no los inviten para nada a la tele y en las encuestas tengan de cero para abajo. Por ahí alguno apareció un poco tarde en un partido con apellido ilustre pero sin figuras relevantes y puso en agenda un asunto interesante.
Y no nos olvidemos de los escuderos, traductores y nuevos socios de algunos candidatos; hay unos personajes que hace poquito nomás nos parecían profesionales o políticos serios y ejemplares; ahora los encontramos en la tienda que seguramente más ventajas le ofreció para aprovecharse de su antiguo prestigio o de su cuarto de hora de fama mediática y conseguir los votos que los hagan llegar al ansiado sillón presidencial. Cómo defienden con uñas y dientes, pero sin ninguna coherencia, las sucias acciones de sus nuevos jefes, cómo critican lo que en su momento callaron y/o apoyaron, cómo justifican, sin ninguna vergüenza, su traspaso a una nueva tienda; bueno, algunos ni siquiera justifican nada, están ahí nomás, paraditos para la foto.
Con este panorama, la cuestión es de color hormiga y nos seguimos preguntando, más preocupados y tristes aun: Por quién votar
Le propongo un ejercicio amigo lector: Agarre papel y lápiz y haga una lista con el nombre de los diecinueve candidatos -si no se acuerda el nombre de algunos de ellos, no se preocupe, da igual, ponga NN- a continuación del nombre ponga una X por quien esté seguro que usted no votará de ninguna manera en primera y segunda vuelta. Se va a sorprender, como me pasó a mí, por eso le sugiero que no sea muy estricto que todavía faltan dos meses para que se enfrente a la cédula de sufragio. Tenga a la mano y revise su lista cada cierto tiempo; como elector responsable usted deberá tratar de enterarse de las propuestas de sus probables preferencias y así irá decantando el listado que al ser más corto le dará la opción de centrarse en unos pocos aspirantes. Recuerde que el país es de todos los peruanos y todos tenemos el deber de elegir bien. Lamentablemente, no tenemos mucho para escoger, pero qué hacemos, es lo que hay. Si nos ponemos serios y responsables, seguramente le haremos un gran favor al país que queremos para nuestros hijos y nietos. Buena suerte y ojalá los próximos cinco años, previos a la celebración del bicentenario de la independencia, no sea otro lustro perdido, eso sí con nuevos (políticos) ricos, como tantos otros en nuestra vida republicana.