PERU 7.5, HAITI 7.7 Y CHILE 8.8 Desastres naturales progresivos que no son casualidad

-A propósito del Cambio Climático, la Ecoeficiencia, nuestra Responsabilidad Ambiental y Copenhague

Por *John Soregui  **Zoila Perea e Ivonne Chu

¿El clima está en su clímax?

A más de dos (02) años del terremoto en el departamento de Pisco, de 7.5 grados en la escala de Richter, el pasado mes de febrero de 2010, se produjo un terremoto de gran  magnitud,  en un país con una pobreza desmesurada y absolutamente desprotegido. Haití,  sufrió un sismo de  7.7 grados en la misma escala y a sólo 8 kilómetros de profundidad, lo que causó la peor catástrofe natural sucedida en América. Se estimaron más de 100.000 muertos y más de tres millones de damnificados. La capital, Puerto Príncipe, quedó arrasada, y las consecuencias sociales y políticas son aún impredecibles.

Se pensaba que era la peor catástrofe del año, pero no fue así, al amanecer del sábado 27 de febrero  en el mismo continente, al país hermano de Chile sacudió un sismo de 8,8 grados, que tuvo el epicentro en la región del Bío-Bío, a unos 91 kilómetros de la ciudad de Concepción, sacudió siete regiones del país causando inmensos daños en la infraestructura. El Dr. Gabriel Vargas, amigo nuestro, de cuna verde y fortaleza de bosque amazónico, nos comentó en aquella oportunidad que su familia sufrió un tremendo pánico, perdió algunos de  sus bienes y  pensó que   iban a perder sus vidas. Gabo, mi querido choclo, después de esta traumática experiencia,  regreso al suelo que lo vio nacer.

Los hechos siguen y el cambio climático es tan evidente: maremotos, periodos de sequías e inundaciones mayores y más frecuentes, aumento de la potencia de las tormentas, huracanes y ciclones en zonas inesperadas como Japón, deshielo acelerado, mayor actividad sísmica y volcánica, es un hecho lo único estable es el cambio.

Diecisiete años después de la III Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro, Brasil, se llevó a cabo la cumbre de Copenhague entre el 7 y 18 de Diciembre de 2009, cuyo objetivo final (a largo plazo)  era la reducción mundial de las emisiones de CO2 en al menos un 50% en 2050 respecto a 1990, y para conseguirlo los países debían marcarse objetivos intermedios.

Así, los países industrializados deberían reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero entre un 25% y un 40%, respecto a los niveles de 1990 en el año 2020 y deberían alcanzar una reducción entre el 80% y el 95% para 2050, pero lograr este acuerdo fue una utopía; no sólo se fracasó en lograr este objetivo, tal como había ocurrido con el Protocolo de Kioto, Japón, en 1997, sino que además dio como resultado una división general.

Lograr que los países comprometan los recursos económicos y humanos necesarios para minimizar los efectos de la contaminación, disminuyendo las amenazas del cambio climático, ya prácticamente imparable, resulta un reto casi imposible.

Es en momentos de crisis cuando el sistema muestra realmente su cara, el problema del cambio climático es tan grande que todos los países deben empezar a actuar, que los empresarios deben insertarse de manera armoniosa e integral en el tema del  ambiente, el cuidado del entorno se ha convertido en una oportunidad de mejorar y optimizar procesos, así como garantizar la sostenibilidad del negocio, siendo  necesario  desarrollar proyectos que busque promover el desarrollo sostenible  en diversos sectores a través del uso eficiente de los recursos en beneficio del ambiente, en especial del agua. Es en esta época en que la generación de conocimientos y tecnología en las universidades e institutos de investigación deben conformar la base fundamental para que se realice una industria con respeto al ambiente y con justicia social.

La ecoeficiencia  es calificada como una nueva «revolución tecnológica», es la manera en que se mide la vinculación entre economía y  ambiente, en una perspectiva práctica de la sostenibilidad, es importante recalcar, que el estado intenta hacer su parte, al implementar estrategias de ecoeficiencia, apoyándola e impulsándola, ya que sus promotores se transforman en aliados importantes de la acción pública de protección del entorno y uso de los recursos naturales.

Actualmente existe un impacto económico que hay que valorar,  existe forma de reutilizar y aprovechar ciertos desechos con propósitos útiles, no sólo economizar,  sino, también, conservar nuestros ecosistemas; la ecoeficiencia vincula directamente el desempeño ambiental al desempeño financiero y si el proceso es eficiente, se benefician las finanzas y el ambiente.

Ser ecoeficiente no es simplemente seguir reglas, es querer cuidar nuestro planeta y todos los recursos naturales que éste nos aporta, utilizándolos bien y en forma racional,  mejorando nuestra calidad de vida. Los recursos naturales en sí, no son infinitos, sino más bien se renuevan a través del tiempo, pero no es necesario que algún día lleguemos a agotarlos.

Debemos de hacer un cambio de actitudes, necesitamos ser ciudadanos solidarios y responsables con el ambiente, se necesita de empresas social y ambientalmente comprometidas, que puedan escribir un futuro diferente en la historia del desarrollo del país, que trasciendan, que no estén basadas en la extracción y uso indiscriminado de nuestros recursos naturales, sino que no exista divorcio alguno entre el uso sostenible de los recursos naturales con el desarrollo económico, de esta forma mostrar la eficiencia de nuestras acciones. Pero, para lograr un verdadero desarrollo sustentable es indispensable reducir los índices de pobreza.

*Docente del Curso de Econegocios -FACIMAB- UCP. Director de OCTI – MDSJB. Gerente      de Amazon Business & Consulting.

**Estudiante de Pre Grado. X Ciclo. Curso de Econegocios. FACIMAB – UCP