Uso de salvavidas

Nos preguntamos cuántas vidas más tendrá que costarnos la falta de costumbre de no usar chalecos salvavidas en la navegación fluvial, cuántas familias más tendrán que sentir el dolor de perder a un ser querido en situaciones trágicas y traumáticas al tenerlo cerca y no haber podido lograr salvarlo de las devoradoras aguas de los ríos que nos circundan, acá en Iquitos.
El jueves un niño de dos años sin salvavidas murió ahogado en el río Itaya, cuando el bote se volteó por un oleaje de un despistado conductor de un potente deslizador. Casi todos manejan por manejar sin considerar ninguna norma de tránsito fluvial.
En este tema que nos enluta espiritualmente hay varios aspectos a tener en cuenta. En sí todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Vamos partiendo de las familias que a diario usan estos vehículos fluviales y podrían preocuparse por conseguir los chalecos salvavidas.
Las organizaciones que trabajan con gente de la ribera ya hubieran podido encargar la creación de chalecos económicos, hasta desde la perspectiva del reciclaje, tantas botellas de plástico botadas en la orilla de los ríos, ahí están flotando sin ninguna utilidad, más bien perjuicio, contaminando nuestros ríos por la mano humana, por cierto.
Están también las entidades del Estado (con mayor peso de responsabilidad), que deben cumplir una labor de regular el transporte fluvial, aplicar el reglamento si es que está adaptado a nuestra realidad. Tenemos dos instancias: la Oficina de Transporte Fluvial de la Dirección Regional de Transportes y Comunicaciones, y la Capitanía de Puerto que más tiene visión marítima que conciencia fluvial.
Una vez más se percibe que el centralismo que actúa a espaldas de la realidad nos perjudica. Pero, a todo esto qué de la visión regional para buscar mecanismos que nos ayuden a ordenar el transporte fluvial regional, y así amenguar los accidentes con resultados fatales. Exigimos una explicación. Por ahí va nuestra cuota como medio de comunicación social.