“Una anciana me pidió oxígeno, fui a pedir y me dijeron que no había, sentí una tristeza y una impotencia descomunal”

  • Narra el médico César Ramal Asayag, galeno del departamento de infectología del hospital regional.

Agregando que retornó a mirar a la señora que estaba en el segundo piso en una mecedora, la volvió a mirar sabiendo que iba a morir por falta de oxígeno y no pudiendo soportar más optó por retirarse del lugar. En el trayecto iba viendo cómo otros pacientes seguían muriendo por todo lado, muchos en mecedoras ubicadas en los pasillos.
Él mismo resultó contagiado por asistir de corrido a atender a decenas de pacientes que caían a fines de abril y mayo. Primero con molestias en la garganta y luego con malestar corporal que no le permitían incluso agarrar el lapicero para recetar. El 9 de mayo gracias al Colegio Médico del Perú en coordinación con el de Loreto, estaba siendo trasladado al hospital Edgardo Rebagliati Martins en Lima.
¿Doctor qué situaciones le han marcado en esa coyuntura?
-Una señora, anciana ella, me llamó pidiendo oxígeno. Estaba sentada en una mecedora, en el segundo piso. Yo salí presuroso a gestionar con la licenciada y ella me dice: “no hay”. Le respondo cómo que no hay, se va a morir. No hay doctor, es doloroso, pero eso está ocurriendo.
Me entró una impotencia, una desesperación y una tristeza descomunal. De afuerita miré a la señora y decía, por Dios qué hago, se va a morir. La miré finalmente y opté por retirarme. Al caminar miraba y por todos lados en el hospital la gente empezaba a morir por falta de oxígeno, muchos en mecedoras, ni siquiera en una cama.
Otro día un señor me pide que le consiga oxígeno, igual después de muchas peripecias pude acceder a un balón chiquito, tenía como para 20 minutos. Cuando llego él me dice puedo compartir con mi señora, no pude decirle que solo tenían para 20 minutos. Respondí que sí, entonces era 10 minutos para cada uno. Se salvaron, pienso que fue por obra de Dios.
Ha sido algo desgarrador, recuerdo a mucha gente con su mecedera y con un balón de oxígeno al lado. Algo impresionante. Muchos de ellos murieron. Una de las primeras muertes fue la del doctor García. El doctor Quino, de UCI estaba haciendo un buen trabajo, había posibilidades, pero en un momento necesitó de oxígeno y no había.
Un colega me narraba el deceso de varias muertes a su alrededor. Un rato a su derecha, otro rato a su izquierda, luego el del frente. No sé cómo pudo soportarlo. Si a mí me habría pasado eso, me habría desquiciado, si así nomás cuando me contaba me llenaba de temor, ansiedad y depresión. Por ello es que muchos han pedido soporte emocional.
Dios me sanó con el concurso de los médicos que me atendieron. Hubo un rato en que me abandoné, pero luego pensé en mis hijitas, en mi esposa y me dije no, Señor, quiero vivir, necesito vivir. La vida y la muerte dependen del Creador. Me ha dado una segunda oportunidad y esa misericordia ahora la traslado a los pacientes. Quiero ser mejor padre, mejor esposo, mejor hijo y mejor médico para todos. Lamentablemente, aún estamos sufriendo duro por la muerte de muchos colegas que nos dejaron.
Expresa César Ramal, indicando que ahora trata de estar más tiempo con su familia, en la medida que Dios le ha concedido una nueva oportunidad para seguir en esta vida. Con ellos y sus pacientes.