La violación sexual es un grave delito que ha sido castigado desde tiempos muy antiguos. Casi dos milenios antes de Cristo, el Código de Hammurabi, basado en la Ley del Talión, la sancionaba severamente.
En el devenir del tiempo, este delito que básicamente se da cuando una persona tiene acceso sexual hacia otra, mediante el uso de la fuerza física o sicológica o a través del uso de mecanismos que anulen el consentimiento de los ofendidos. Es peor cuando la violación se da en personas especiales, incapacitadas mentalmente, porque ellas se encuentran en estado de inconsciencia.
En el entorno de los asentamientos humanos o poblados de las riberas de los ríos, el acto sexual con menores se da desde los nueve años de edad, donde participan los hermanos, primos, tíos y vecinos, siendo esta práctica normal entre ellos, por lo que incontables casos nunca han sido denunciados ante las autoridades policiales ni judiciales.
Pero cuando existe una denuncia de este tipo, el agresor puede ir poniendo sus barbas en remojo, pues no se va a escapar de una condena que le va a aislar del mundo externo por más de tres décadas en una prisión donde su existencia va a ser muy dura.
En días recientes, la Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de Loreto, ha condenado a 30 y 35 años a los violadores de una misma menor, lo que a decir de los entendidos ha creado un precedente histórico en este tipo de casos.
La pregunta, en todo caso, es: ¿servirá de medida disuasiva a aquellos que tienen pensado violar una niña o un niño? La mente del hombre es tan compleja que no se puede predecir cómo va a reaccionar ante tal o cual situación. Solo se espera que el índice de casos de violación baje, porque a la fecha, en la cárcel hay un gran porcentaje de sentenciados por este comportamiento salvaje.