Santa Teresa de Calcuta

  • La Iglesia Católica celebra su canonización:

sANTA tERESA

Por: Adolfo Ramírez del Aguila.

Docente de secundaria


 

Hoy lunes 05 de setiembre, se cumplen 19 años de la muerte de Agnes Gonxha Bojaxhiu,  más conocida como Madre Teresa de Calcuta (1910-1997), monja católica, que fundó en 1950 la congregación religiosa “Las Misioneras de la Caridad”. Casi coincidiendo con su fallecimiento, el papa Francisco presidió ayer domingo en el Vaticano, una imponente celebración para declararla oficialmente santa de la Iglesia, que en términos religiosos se llama “canonización”.

Esta menuda monjita, nacida en Albania, desarrolló su trabajo pastoral en Calcuta (país de la India) atendiendo a los más pobres entre los pobres. Pronto adquirió fama mundial debido a su particular forma de seguir a Cristo y a  la profundidad de sus palabras a la hora de evangelizar desde su praxis y su opción. Recibió en 1979 el premio Nobel de la Paz.

El mundo entero, quedó gratamente impactado cuando la Organización de las Naciones Unidas, la ONU, le invitó en 1985 a dar un discurso. Temas de siempre como el amor caritativo al prójimo, la defensa de la vida, la oración, la contemplación en la acción, la misericordia, la construcción de un mundo mejor, entre otros postulados del cristianismo primitivo, en la boca de esta monjita, volvieron a adquirir vigencia gravitante en los oídos de los líderes del planeta que normalmente andan más preocupados por el control hegemónico del mundo, que por gestionar un nuevo orden mundial justo y fraterno.

Cuenta la anécdota noticiosa, que después de dar su discurso revolucionario en ese gran foro de las naciones, los acuciosos periodistas le abordaron con muchas preguntas; la respuesta a una de ellas, desinstaló a la clase política mundial: “Madre Teresa, usted plantea que hay que socorrer a los pobres: alimentándolos, curándolos, alojándolos ¿No le parece, madre Teresa, que eso es puro asistencialismo? ¿No cree que sería mejor luchar por un nuevo orden en donde no haya pobres? A lo que la monjita contestó: “Bueno, mientras ustedes discuten de cómo cambiar el mundo, déjenme a mí atender a los pobres que posiblemente mueran hoy, de hambre, de enfermedad, de frio” (¡plop!).

Los peruanos tenemos gratos recuerdos de ella, pues nos visitó en tres oportunidades: La primera vez en 1973 para fundar “El hogar de la paz”, una casa de acogida en uno de los lugares más pobres de Lima, La Parada en la Victoria. La segunda fue en 1982, durante el periodo del presidente Fernando Belaunde de Terry; y la última en 1989 al finalizar el primer gobierno desastroso de Alan García Pérez. Su presencia en nuestro país, en esas épocas críticas, marcaron las huellas de una verdadera misionera de la paz, en un pueblo que pugnaba por salir de dos guerras internas: La pobreza, que mataba con las balas de la miseria estructural, y la violencia política, que aniquilaba con las balas del odio de clases.

En Lima y Chimbote quedan los recuerdos de su paso, casas de acogida en los lugares más pobres a cargo de monjitas Misioneras de la Caridad, como ella, con el clásico hábito característico. Nunca pudo llegar a Iquitos, a la selva peruana, pero queda como memoria de su legado, una institución educativa de convenio, que lleva su nombre, el colegio “Madre Teresa de Calcuta” en el distrito de San Juan Bautista.

La ceremonia de canonización el día de ayer en Roma, adquirió un sentido especial, porque lo presidió un papa latinoamericano con clara opción por los pobres y porque estamos casi en el periodo final del Año Santo de la Misericordia. Francisco, en su ya clásico estilo de pedagogía religiosa pertinente, regala al mundo entero el testimonio de santidad de esta “madrecita”, como decimos en la selva a las monjas católicas, para que sigamos su ejemplo y no solo estemos pensando en pedirle milagros o ponerle velas y más velas junto a su imagen de yeso.

Santa Teresa de Calcuta, nos invita a todos los cristianos y no cristianos a ponerle un poquito más de misericordia al mundo. ¡Basta ya de tantos odios y violencias fratricidas que nos están autodestruyendo como seres humanos! ¡Basta ya de tanta indiferencia por el dolor ajeno, que nos están volviendo seres indolentes y zombies humanos! ¡Basta ya de tanta destrucción del hombre por el hombre, de la naturaleza por el hombre, que nos están aniquilando como creación!

Cuentan los biógrafos de la Madre Teresa, que cierto día la monjita salió a predicar el Evangelio en las calles de Calcuta, y encontró a un hombre moribundo; al verlo, de lejos, corrió hacia él abriendo los brazos y gritando: “Mi Señor, qué te han hecho mi Señor” y le puso en su regazo como acariciándole y dándole los primeros auxilios para luego llevarle a su casa de acogida y atenderle integralmente. Los que transitaban por allí creían que la Madre Teresa había encontrado a algún capataz perdido, porque decía “Mi Señor”. Es que la Madre Teresa de Calcuta, decía “Mi Señor” porque encontraba en el rostro del pobre al rostro de Cristo. Una verdadera comunión con el cuerpo sacramentado de Cristo. Vaya espiritualidad litúrgica de esta gran religiosa.

Que este nuevo modelo de vida cristiana, nos ayude un poquito más a seguir la huella de los santos y santas que nos han testimoniado el verdadero y único camino de seguimiento a Cristo, el de la caridad al prójimo, el de la misericordia con el pobre, el de la opción preferencial por los pobres y marginados. Cuando nuestro cristianismo y la consiguiente espiritualidad se apartan de este único camino e inventamos espiritualidades del confort y cristianismos meramente sacramentalistas, nos alejamos del auténtico camino de santidad en Cristo, el Señor.

¡Santa Madre Teresa de Calcuta, ruega por nosotros! Amén.