En el diario repaso de las noticias podemos encontrar que la crudeza del accionar de la delincuencia criminal, inclusive la común que se considera menos agraviante, ha aumentado su “sangre fría” al momento de atacar a sus víctimas, sean estas mayores o inocentes menores de edad.
Lo que no se veía en nuestro medio es el asalto a menores de edad, lo cual nos señala que las mentes delincuenciales se pierden cada vez más en la insania de sus actos, de por sí ya peligrosos, para una sociedad que clama por tranquilidad, y una ciudad como Iquitos que ha perdido su calificativo de “paraíso” urbano.
Es un tema da cada día, y nos sentimos indefensos, nadie está libre, y lo peor ya ha llegado luego de los “asaltos”, el aumento de los actos de “sicarios” perpetrado no solo por delincuentes extranjeros, sino, por propios lugareños, lo que resulta muy doloroso, ya que demuestra el fracaso en la formación de una ciudadanía libre de propensos a delinquir.
Al paso que aumenta la criminalidad, no sería raro que en un futuro tengamos a bandas enfrentándose en plena calle como ocurre en otras zonas peligrosas del país, donde se aplica el sálvese quien pueda. Aunque en el panorama de violencia se vienen reportando enfrentamientos con objetos y pistolas entre “hinchas” de equipos de fútbol por el sector de Nuevo Versalles, en Iquitos.
Lo que nos ha impactado es lo ocurrido al inicio de esta semana en Lima, donde los inocentes menores hijos de familias que estarían inmersas en temas del crimen organizado, fueron acribillados junto a sus padres, al parecer por encargo de enemigos del mundo del hampa, de sus progenitores.
Estamos en una sociedad cada vez más convulsionada, que en gran medida es consecuencia de lo que las autoridades de turno o quienes tienen el poder político y económico, no hicieron y no hacen por un desarrollo social alejado de superficialidades y más enfocado en la cobertura de las necesidades básicas y de una formación humana con valores, principios y de gran respeto por la vida.
Como la esperanza es lo último que se pierde, tenemos la enorme responsabilidad de revertir esta triste y cruda realidad social, en cada uno de los lugares donde vivimos, dando mensajes a través de las palabras y de las acciones, como muestra de coherencia para salvar nuestro presente y para dejar una sociedad y mundo mejor a los que se quedarán, cuando hayamos partido al infinito. Sí se puede.