Populismo barato y letal

Por: José Álvarez Alonso

Hace unos días le pregunté a un motocarrista -cuyo tubo de escape estaba «hueco-hueco» y metía más bulla que una manada de huanganas- si no le preocupaba que le pusiesen una multa. Me miró sorprendido, sonriendo no sin cierto tono de compasión, y me dijo: «los cojudos pagan las multas; si esperas un poco, siempre terminan perdonándolas». No me quedó más que callarme, porque ésa es la verdad.

El populismo oportunista y barato le ha costado tres décadas de prosperidad al Perú y otros países de Latinoamérica. Una caricatura de los extremos a los que puede llegar fue la hiperinflación del primer gobierno del APRA, y el desorden total que se vivió en la Lima y otras ciudades en los 80 y principios de los 90, con la plaga de las invasiones de terrenos, calles y plazas invadidas por decenas de miles de ambulantes, y otros excesos permitidos y hasta alentados por ‘autoridades’ huérfanas de real autoridad.

Si hoy hay un clima favorable de inversión, y un sorprendente y sostenido crecimiento económico en Lima y otras ciudades de la costa, es en buena medida gracias al ordenamiento urbano como espacio donde prima el estado de derecho, ‘conditio sine qua non’ para los negocios y para la convivencia humana civilizada. No por gusto el primer mandamiento del famoso Decálogo del Desarrollo es «ORDEN»: sin un orden aceptado por todos -marco legal-, o al menos la inmensa mayoría, sin reglas claras de comportamiento, sin respeto a las normas básicas de convivencia, de intercambio comercial y de interacción entre personas e instituciones, no puede haber desarrollo posible.

Bien, ése tan necesario orden se echa cada vez más en falta en Iquitos. Y lo más tiste, patético y paradójico es que las autoridades ‘responsables’ (es un decir) de la gestión de la ciudad no sólo no han hecho gran cosa por ordenar la ciudad, sino que alientan decidida, abierta e irresponsablemente el desorden, el caos y la violación de las leyes: ¿cómo si no se puede calificar la irresponsable y reciente ordenanza municipal que condona o rebaja hasta un 98% las multas por violación al Reglamento de Tránsito?

Entiendo que a veces puede haber un gesto de tolerancia en una autoridad para dar facilidades a los ciudadanos para ponerse a derecho en temas tributarios. Eso está bien. Pero no que se perdonen delitos de una forma tan burda: bueno sería que se hubiese condonado parte de las multas menores, como las aplicadas por haberse estacionado mal o por haber olvidado el brevete en casa. Pero condonar multas por manejar borracho, o por pasarse un semáforo en rojo, es poco menos que criminal: cada año pierden la vida en Iquitos entre 20 y 30 personas, y quedan lisiadas o con terribles secuelas producto de accidentes varios cientos más. Perdonar habitualmente a los causantes de estos accidentes, generalmente conductores borrachos, jovenzuelos drogados, delincuentes al volante (basta salir en las noches por las calles de Iquitos para ver la total falta de autoridad y control: un puñado de motocarristas antisociales circulan a toda velocidad, la mayoría sin placa de rodaje, probablemente muchos sin brevete y/o con vehículos robados, y por supuesto con sus tubos de escape libres, poniendo en riesgo la vida de otros conductores y torturando el descanso de los ciudadanos…)

Otra prueba de la ostensible impunidad en la que se mueven algunos malos motocarristas es ver cómo todos los días salen motocarros nuevos a la calle, y aún sin tener placa de rodaje ni su número de matrícula, ya le han «echado hueco» a su tubo de escape, burlándose de normas, policías y serenos.

Aunque las comparaciones sean odiosas, no puedo dejar de citar cómo cambiaron -para bien- el centro histórico y otros muchos sectores de Lima cuando el recordado alcalde Alberto Andrade se puso los pantalones y ordenó las calles, sacando a los ambulantes y regulando el tránsito con vigilancia estricta. Hoy el centro ha recobrado gran parte de su atractivo para el turismo y para los negocios, que florecen día a día. Sólo recuerdo a dos alcaldes en Iquitos que tuvieron los pantalones para ordenar algo las calles de esta cada vez más caótica ciudad: Joaquín Abensur, que ordenó a los ambulantes hoy ubicados en el mercado de Sachachorro, y Yván Vásquez, que sacó a los ambulantes de la calle Abtao y otras circundantes, luego de batallas callejeras que duraron meses.

El poder disuasorio y educativo del castigo

El castigo, la pena, en este caso la multa, es una medida educativa y disuasoria, un mecanismo que emplea la sociedad para resarcir de alguna forma el daño que un ciudadano ha hecho a la colectividad, y para desanimar a otros para que hagan lo mismo. Si se perdona habitualmente el castigo, pierde todo su valor educativo y disuasorio; la indiscriminada e inoportuna condonación de multas se convierte, en la práctica, en un incentivo al delito, en un estímulo para violar la ley, en un promotor del desorden.

Los educadores siempre recomiendan a los padres de familia: jamás uno de los progenitores debe perdonar el castigo que el otro ha puesto a un hijo; es totalmente antieducativo. Yo no sé qué pensarán los sufridos policías que tienen que aguantar sol y lluvia en las calles, y ganarse los improperios y miradas odiosas de los conductores irresponsables a los que ponen una multa, cuando comprueban que su trabajo en defensa de la ley y el orden ha sido en vano, porque la multa que pusieron ayer, es condonada hoy de forma irresponsable por una pseudo autoridad (esa condonación es la más ostentosa exhibición de falta de real autoridad).

La condonación de las multas de tránsito por la actual (indi)gestión municipal, además de ser una medida desesperada, torpe y miope para tratar de hacer algo de caja y de conseguir un puñado de votos del nutrido gremio de los motocarristas (muchos ciudadanos decentes esperan que no consiga ni uno), es un acto absolutamente irresponsable y contraproducente, porque perjudica y castiga, en primer lugar, a la gran masa de motocarristas respetuosos con la ley y las normas de de tránsito, que son agredidos constantemente por el puñado de antisociales que con la anuencia de las malas autoridades se han apoderado de las calles de la ciudad.

El mensaje que se está dando a los infractores de la ley es: «Hagan lo que les dé la gana, violen las normas de tránsito cuando les plazca, búrlense de la Policía y de la ciudadanía, aunque les pongan una multa, siempre habrá un alcaldillo desesperado por obtener unos míseros votos que les condone las deudas».

Pobre Iquitos.

2 comentarios en “Populismo barato y letal

  1. Que desgracia tener que leer y concordar con articulos como este. Pareciera que los Iquitenos tenemos que perder la esperanza de ver nuestra ciudad hermosa y ordenada; es como si estuvieramos destinados a la mediocridad de tanto avivato que aprovechandose de la ingenuidad o la ignorancia de la gente, se enquistan en el poder causando mas dano que alivio a tan algidos problemas como son la inseguridad, la contaminacion y el desorden generalizado. La gente no respeta las normas porque sabe que estas son puro formalismo ya que en nuestro medio impera la ley del mas fuerte o del mas vivo. Y para perpetuar este sistema de cosas, nada mejor que propiciar la vida ociosa y servil, carente de valores u objetivos dignos, es mejor mantener a la masa embriagada y dislumbrada con alcohol, libertinaje, ruido y muchas promesas.

  2. Tienes toda la razón. Hasta ahora estas autoridades no entienden que su supuesta tolerancia es la peor estrategia para promover el desarrollo. O quizás es que simplemente no les importe un pepino el tema, dedicados como están a ganar sus comisiones, pasearse y disfrutar de los viáticos con dinero de nuestros impuestos…

Los comentarios están cerrados.