PIENSAS: Haz el bien, sin mirar a quien

Por: Fernando Herman Moberg Tobies
http://riendasciegas.wordpress.com
hmoberg@hotmail.com
@FernandoMobergT

 

Pilar me llama desesperada, no para de llorar y no logro entender lo que me quiere decir, trabaja conmigo tres años y siempre la he apoyado en su vida familiar, aunque muchos amigos me dicen que no debería hacerlo, tiene cuatro hijos, un esposo panadero con leves secuelas de una parálisis, viven en un local que no les pertenece y solo son guardianes de paso, vende comida en las mañanas y me atiende en las tardes, tengo la ropa limpia, las camisas planchadas, la casa ambientada como dice ella, y un gran cariño en mi corazón, le pido que se calme, que me diga dónde está para ir hacia allá.
Pasé por el cajero por si falta algo, no puedo ser tan ajeno con la palabra hospital, seguro que uno de sus hijos nuevamente está mal, que dicha tiene Dios de enviar tantas enfermedades a personas que no pueden adquirir la sanación que se consigue comprando medicamentos con dinero que poco tiene y que todos necesitan; acelero mientras pienso en todas las personas que deben estar convalecientes, mendigando bondad de atención gratis hacia el Estado que «vela por el pueblo» y que solo reciben humillación y rechazo; me nace una inmensa pena, siento el sufrimiento de los que ruegan milagros absurdos que se sacian con el pago de una cirugía o con el pago de más salud que no se puede acceder si es que eres pobre, me sorprende las ideas que pasan en revoluciones por mi cerebro, recuerdo las veces que hice prácticas en hospitales, cuando iba por las zonas de atención y miraba como las personas sufrían por no poder comprar una medicina, o por no poder acceder a una operación, por no tener el monto que para su realidad es insuperable, y recibían frialdad de los médicos, de seres humanos que se creen superiores por la dicha de que pudieron estudiar y se creen justicieros de ser crudos ante el apoyo a su propia especie, infringiéndolos de poco perseverantes o merecedores de su infortunio por su falta de ambición o «motivación».
Estaciono la moto, Pilar viene corriendo en pequeños trotes, es gordita como su coraje, sus ojos están rojos y ya no tiene más lágrimas, agradece que haya venido, me dice que Zus está mal, que casi se asfixia, que se estaba muriendo joven fer, vine corriendo desde mi casa, la Florcita venía atrás con los dos muchachos y sabes que mi esposo no se puede mover mucho por eso se quedó, pero Zus ya está estable joven fer, pero se necesita quedar dicen en el hospital y no tengo plata joven fer, ayúdame por favor, no quiero que a mi Zus le pase algo, si quieres descuéntame de lo que me darás; la abrazo diciéndole que todo va a estar bien, que vayamos a preguntar cómo es para pagar y que más falta, me vuelve a agradecer y camina a mi costado suspirando, tranquilizándose lentamente, estoy preocupado, no puedo juzgarla a ella ni a ninguna madre, yo en Pilar miro el esfuerzo de la mía,  ese ímpetu por hacer lo mejor para sus hijos, cada una a su manera y a sus posibilidades, pero eso no quita el amor y la dedicación perseverante de una luchadora como esta mujer que está a mi lado, que se siente sola en el mundo, su madre muerta, el esposo que a las justas puede hacer poco, con personas que la contratan para que apoye en la limpieza y terminan tratándola como trapo sucio, NO!, no puedo ser mezquino conmigo mismo, por eso vine, no porque tenga alguna responsabilidad moral o espiritual, no porque me alucine santo o caritativo ¡NO! sino porque el amor se respeta y admira, y lo que Pilar hace por sus hijos, mi madre lo hace por mí, y yo no abandonaré su esfuerzo que ni es para ella, como la mayoría de cosas que le regalo o le doy, compra comida o ropa para sus hijos.
La enfermera me da el diagnóstico, no es nada grave, pero si añade que era para asustarse, como tratando de justificar el llanto de Pilar, sonrío aliviado, pago la cuenta, salimos a respirar ojalá algo de aire puro mientras compramos caramelos para los niños que necesitan dulce para olvidar este mal momento que ya está pasando; yo no tengo nada que hacer con esta familia, pero me siento contento de colaborar con la esperanza, jamás pienso cobrarle nada de lo que recompenso por su propio mérito, Pilar cuida de mi casa que me da paz, y yo quiero darle algo de paz para que sienta la gratitud que le tengo.