Fernando Herman Moberg Tobies
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@FernandoMobergT
La inocencia se va perdiendo de a pocos, las situaciones que afrontamos nos enseñan nuevas formas de pensar que terminamos modificando algo aunque no lo expresemos, terminamos adaptando nuevos pasos para resolver o detener momentos que podrían lastimar la poca tranquilidad que logramos conseguir.
Cada desilusión es una lección, va moldeando nuestro carácter, va madurando nuestro enfoque, aprendemos con el tiempo, con el intercambio de ideas, con las experiencias que nos enfrían o calidecen nuestra alma, el silencio incomprendido, el vacío que a veces no podemos saciar.
A veces hacemos el mejor esfuerzo para conseguir algo que queremos, pero no siempre ponemos en marcha nuestro máximo potencial, las excusas han dominado las pasiones no controladas, los instintos básicos aún dominan a una especie que con las funciones biológicas que contamos ya deberíamos estar en otro capítulo de la historia, donde la pobreza extrema y las muertes por la mala praxis de salud se recuerden como mitos y leyendas, no es posible que la evolución no siga su proceso, andamos tan distraídos en divertirnos en el consumismo que jamás encontramos las respuestas a esta interesante vida terrícola.
María aprendió que el amor no es lo que le vendieron desde niña, creía que perdonar, aguantar, sufrir y ser abnegada serían la claves para no acabar sola en las últimas etapas de su vida, donde los hijos ya no tienen tiempo y los pares van muriendo y la ansiedad de quien será el siguiente, cala la paz que debería existir en esas edades. María había perdonado en múltiples ocasiones a su esposo, a éste le encantaba tomar cerveza todos los días por la tarde, se convertía en otra persona con alcohol en su sangre, en las mañanas trabajaba como abogado, conseguía algo de dinero para una vida regular y en las tardes se entregaba a sus pasiones o vacíos que lo dividía en dos sujetos diferentes. Ya ebrio mandaba besos a señoritas que pasaban por la vereda donde tomaba fielmente todos los días con sus amigos, silbaba y decía frases seductoras, faltando a la mujer con la que había decidido casarse, María le reclamaba y echaba llave al refrigerador y terminaba siendo golpeada, maltratada por intentar hacer respetar su dignidad. Al día siguiente de cada incidente le llovía las disculpas y palabras de perdón que lograban hacerla caer, ella intentando creer o talvez llenar algo que debió ser eliminado a la larga, aprendió que el amor no significaba seguir atada, es perdonar pero sin tener que estar presente y continuar, comprendió que no tenía que temer a la vida y se separó.
Roxana sentía que su enamorado le mentía, cada vez que se encontraban, en momentos que no había nada que hablar, él sacaba su celular y respondía mensajes, ella le preguntaba a quiénes respondía a cada rato, de qué cosas conversaba tan entretenido, él respondía que exageraba con sus preguntas, que contestaba a sus amigos y que no era posible que desconfiara ya que él la quiere y etc. Roxana le creía a medias, algo en su interior que se expresaba con latidos acelerados del corazón le decía que lea sus conversaciones, ya en varias ocasiones había intentado pero no conseguía ver bien, hasta que cierta mañana después de una discusión, ella cogió el celular amenazando con dejarlo si intentaba quitarle, se había memorizado la clave, desbloqueó, entró al buzón de mensajes de Facebook, leyó los mensajes del whatsapp, y todas sus señales, su intuición bloqueada se confirmó, comprobó lo que sentía. No imaginó que los besos, el cariño, la preocupación, el tiempo, las noches, la compañía, no hayan sido suficiente para una persona, jamás respetó nada, se insinuaba directamente a chicas diciéndoles que quería hacerles el amor, se había acostado con la mamá de su mejor amiga, con la que mantenía una relación fetichista de vacíos emocionales que terminaron dejando a Roxana una dramática lección, que el amor no se mide con palabras y que siempre se debe aceptar los mensajes de la energía que está dentro de nosotros, y que nos da los indicios para no atarnos al fracaso cíclico emocional y social.
Carlos consideraba que su mejor amigo Rafael no era tan leal como él lo demostraba en la amistad que tenían. Rafael se juntaba a hacer música con personas que hablaban mal de Carlos, Rafael sólo escuchaba, ni defendía ni atacaba, sólo escuchaba. Carlos no concebía la lógica de pasar tiempo con individuos que denigraban la imagen de una persona que uno considera importante, Rafael le respondía que a él, ellos no le habían hecho nada malo, que la bronca no era con él y que le parecía caprichoso que se moleste por ese tipo de situaciones. Carlos tenía definiciones del compañerismo basadas en las lecturas que había hecho de los grandes clásicos de la literatura, la amistad era un código de fidelidad y camaradería, de respeto y no de conveniencia, sabía que en algún momento crearían un chisme en el que lo involucrarían y el hecho de que Rafael esté en su rueda certificaría que la información que hablen de Carlos es cierta; y así se dio, Carlos ganó una beca en Tailandia y sus adversarios regaron el rumor de que había falsificado información en la investigación presentada y que no se merecía el premio, todos decían que era verdad ya que referían a que Rafael había difundido que Carlos tenía esas manías de plagiar para ganar. Carlos reconfirmó que la amistad se basa en códigos y que es un proceso selectivo, no de diversión sino de lealtad. Se comprobó que los datos eran reales y bien merecidos, se alejó de los amigos pasajeros para seguir con sus proyectos.
Roberto hacía todo lo que le decían en la oficina, cada orden al pie de la letra, llegaba temprano, salía al último, valores de la formación enfocada que tuvo, pensaba que iba a ascender fácilmente, su jefa directa le felicitaba siempre por su buen desempeño, le daba más responsabilidades, más carga laboral y él lo gestionaba feliz, sin molestia, esperanzado de que en algún momento lo iban a premiar como lo hacían sus padres. Empeñoso desarrollaba hasta funciones que nada tenía que ver con lo que él había firmado en su contrato. Hablaba muy bien de su jefa, de toda su institución, se sentía muy contento de trabajar en ese lugar. Cierto día escuchó su nombre, pensó que lo llamaban y se paró, caminó hacia la oficina de su jefa y a pasos de ingresar escuchó adjetivos que lo detuvieron instantáneamente, quedó en shock, no podía creer cada palabra que pronunciaban en su contra. Desde ese momento, Roberto antes de actuar recuerda los consejos de las experiencias de sus padres que se hacían realidad en ocasiones inesperadas.
Sergio acababa de ser escogido como gerente general de un municipio, su padre había financiado la campaña del alcalde, y él, con un doctorado de una universidad de Europa daba la garantía aparentemente de que sería una buena gestión. Al principio le citaban a todas las reuniones, cuando hacia muchas preguntas de las cosas que no quedaban en claro le terminaban diciendo que no todo tiene que ser explícito, que son temas delicados, razones que no le parecían transparentes; ya no le notificaban a todas las asambleas y cuando pedía explicación le paseaban, su padre le aconsejaba que no se metiera en temas del alcalde, que no investigue nada o exija información, pero no hizo caso y siguió hasta el final, encontró documentos falsificados y sobrevaluados en obras de construcción civil por montos increíbles. Sergio obsesionado en mantener en alto su sacrificio emprendido por su carrera profesional, quiso denunciarlos, renunció al cargo y el alcalde con su cúpula antes de que se retire de la última reunión que sostuvieron, le dijeron que si los denunciaba sacarían audios de las negociaciones y ofrecimientos que les hizo su padre en la campaña. Sergio pidió a su progenitor que se dedique a negocios sanos y se fue del país que ama y al cual quería aportar sus conocimientos, tuvo que volver a salir para no caer en algo que no consideraba justo.
Y así algunos nos enredamos, otros huimos, algunos nos volvemos indiferentes, otros seguimos luchando, la vida es tan salvaje que siempre tenemos que estar alertas. Debemos desconectarnos del sistema social de vez en cuando y conectarnos al natural, donde los prejuicios no existen, donde el aire no discrimina ni selecciona, alejarnos para conectarnos con el sonido de la selva que nos recuerda nuestra esencia, venimos y nos vamos sin nada material, aprendemos con el tiempo, perdemos más de lo que ganamos, pero la magia está en dejar algo que a los demás pueda servir como mejores alternativas para superar este juego de la vida “en sociedad”.