Estamos viviendo una nueva etapa, donde tratamos de quitarnos la venda de los ojos, sea de forma voluntaria, o porque vivimos una experiencia, o porque algún familiar, amigo cercano o conocido vive un episodio de agresor, que incluso a pesar de advertencias, persiste en sus actitudes.
Nos damos cuenta que sus acciones fueron negativas, sabemos que legalmente son delitos graves, y todos conocemos que las leyes tras un proceso judicial pueden dictar reparaciones civiles y hasta años de pena privativa de la libertad.
De alguna forma somos testigos o sospechamos de lo que viene pasando a una persona víctima, y cuando es menor de edad la gravedad es mucho más. Pero, callamos, disimulamos, no queremos meternos en problemas, es cuando se da la figura de que estamos “normalizando el crimen”, y hasta se podría configurar con complicidad.
El dolor más grande e impotencia ocurre cuando se trata de indefensos niños y adolescentes, o ancianos, o personas con alguna discapacidad, u otra condición de vulnerabilidad, y de llegar a nuestros oídos situaciones de violencia criminal contra ellos, y vemos que nadie hace nada, ni nosotros, y de pronto nos atrevemos venciendo los miedos. Viene otro episodio.
La víctima o víctimas son rescatadas para ser atendidas y vienen los esfuerzos para la recuperación que es responsabilidad del Estado, que a través de los gobiernos de turno no se está atendiendo con la eficiencia deseada. Hace poco se conoció que los albergues infantiles no cuentan con espacios para más menores. Se desconoce si alguna autoridad se ha dignado en ocuparse del tema.
Lo que se necesita del mismo modo y con urgencia es sensibilizar, informar a la comunidad qué delitos graves pueden estar cometiendo y que en cualquier momento les puede caer el peso de la ley. Se dan varios casos donde se involucran a varias personas del entorno familiar, porque sabiendo jamás buscaron asesoramiento o denunciaron. Y las personas agresoras una vez ante la justicia se creen “víctimas”, mostrando total ignorancia de su actitud delictiva y el daño que han ocasionado.
Se puede mencionar algunos delitos criminales que se han normalizado: Usar como trabajadores domésticos y sin horario a menores de edad (se configura el grave delito de trata de personas), usarlos para conseguir dinero en la práctica consintiendo el abuso sexual y tocamientos indebidos, usarlos como vendedores nocturnos exponiéndoles a otros tipos de abusos, etc. Urge campaña educativa sobre estos actos que afectan a nuestra sociedad. Además de repotenciar los espacios donde las víctimas reciben atenciones de recuperación.