La pobreza es el origen de todas las calamidades. Por la pobreza se origina el desorden en los espacios paupérrimos de la sociedad. Al no tener los recursos necesarios para llevar una vida digna y decente, muchos hogares se convierten en guaridas de delincuentes, desde el más grande hasta el más chico. La falta de medios para educar a los hijos y la falta de oportunidades de quienes llegaron a concluir sus estudios, desembocan en crear gente proclive al delito en lo hombres y a la prostitución en las mujeres, pasando por las diversas modalidades del ejercicio delictivo.
El problema no ha sido visto hasta ahora por los legisladores de una forma real. Seguimos con una legislación que no afronta el problema desde sus raíces. La policía se ve amarrada de manos y pies al no poder concluir su trabajo de forma eficaz porque el rapaz es menor de edad, a quien no se le puede castigar penalmente, más que con una noche de arresto en el calabozo. Todo el trabajo de inteligencia e intervención no sirven para nada porque la ley no permite la detención en un centro penitenciario a menores de edad, hasta que hayan cumplido la mayoría a los 18 años. Es más, por esta razón, los delincuentes mayores utilizan a los muchachos para perpetrar sus delitos porque saben que no son sujetos condenables.
Veamos la realidad. Es cierto que en países adelantados como los de Europa los muchachos no pueden ir a la cárcel por la comisión de un delito, sino que son puestos en un centro de readaptación juvenil para posteriormente ser reinsertado en la sociedad. Pero no pretendamos copiar moldes europeos donde la realidad, partiendo de la educación y el nivel cultural, nos diferencia hondamente. Un joven de aquí no tiene esos niveles. Y los «centros de readaptación» no son más que escuelas de delincuentes. Hay que cambiar esta realidad. Juristas demasiado versados en el tema tenemos y a ellos debemos pedirles modificar la legislación en lo que a menores de edad se refiere. Que así sea por el bien de la sociedad. Hay demasiados delincuentes juveniles en la calle, inimputables, por ser menores de edad.