- Por: Profesor Menotti Juan Yáñez Ramírez
“203º Aniversario de Creación de la Marina de Guerra del Perú y 145º Aniversario del Combate Naval de Angamos”
Adiós Tacna bella palma
Adiós Arica Laurel,
Ya se va tu hijo querido
No lo volverás a ver.
Vals Las Cautivas
Conmemorar al Gran Almirante del Perú es evocar una vez más la gesta de Angamos y tratar de comprender la historia, esa historia que nos nutre, que enfatiza, que nos dice quién soy, de dónde vengo y hacia dónde voy, repasando episodios fidedignos que han de servir siempre como referente valórico y enseñanza futura.
En ese marco se desarrolla Grau con un antes heroico y lleno de gestos humanos que nos han legado un cúmulo de acciones a emular: profundo amor y dedicación a la Marina de Guerra en lo profesional, padre abnegado y esposo amoroso en lo familiar, confrontacional y directo en el plano político, amante hasta la médula de la democracia, fervoroso católico y “dueño de un calor humano, que se reflejaba al estrecharle la mano, áspera y encallecida en la que se percibía que la sangre venía de un corazón noble y generoso”, como lo expresara Manuel Gonzales Prada quien tuvo el honor de conocer personalmente al Caballero de los Mares.
Se forjó en la escuela de la vida, a los 8 años inició su periplo en el mar, el bergantín “Tescua”, la goleta “Florita” y la goleta “Josefina” fueron sus primeros espacios de juego, pues como jugando y en ellas fraguó su condición de marino marinero. El abogado y político argentino Aristóbulo del Valle manifestó sobre Grau “no tuvo otra madre que la mar, cuyas brisas mecían su cuna, noche a noche, mientras se adormecía escuchando el diálogo sin fin de los vientos y las olas”.
A los 19 años siendo ya un experimentado marino ingresa a la Marina de Guerra con la autorización de su padre Don Juan Manuel Grau y Berrío, colombiano, y aduanero en Paita; adusto, robusto, de mediana estatura, voz aguda en tono elevado, poco proclive a socializar, pero convencido que nada es fruto del azar sino del esfuerzo y sacrificio como en todo lance en el que le tocó estar a lo largo de su vida. Sirve como guardiamarina en el “Rímac”, “Vigilante”, “Ucayali”; siendo alférez de fragata navega en el “Apurímac”, y en adelante el “Lerzundi”, la “Unión”, y el glorioso “Huáscar”, navegante hace el camino al navegar.
Miguel María no solo destacó en las lides marineras, sino también en las políticas al ser elegido como diputado por Paita y como legislador tuvo un accionar activo y eficaz, iniciativas como las propuestas de ascensos basados en méritos, reorganización del Ministerio de Guerra y Marina, el logro de las pensiones de cesantía y montepío para los alféreces Juan Antonio Távara y Alberto West que murieran en 1866 en las expediciones de los tributarios del río Amazonas, entre otros logros que hoy lo hacen merecedor de una curul en el Congreso de la Republica a pesar de su ausencia. El destino nos depara sorpresas durante la campaña naval de la guerra del Pacífico Grau fue acompañado por don Santiago Agustín Távara Renovales, médico de profesión, como cirujano mayor del Monitor Huáscar y hermano del alférez Juan Antonio Távara.
Angamos al ancla, 09:50 horas llegó el momento de la inmolación, del pase a la gloria, sabedor de sus debilidades y vulnerabilidades como escuadra, que habían sido anunciadas anticipadamente a sus superiores, corona con hidalguía y coraje en el cumplimiento del deber la ofrenda más noble, su vida antes de ver rendido el patrio pendón. Sus oficiales uno a uno fueron relevándose en el mando del maltrecho monitor sin atisbo siquiera de rendición, pues estaban preparados por un bravo para seguir luchando como bravos, contagiándose unos a otros que antes muertos que rendidos. La caterva de chilenos hubo de abordar revolver en mano para obligar a los maquinistas a cerrar las válvulas cuando ya había un metro veinte de agua y la popa ya estaba asentada al máximo. Nunca se arrió el pabellón, nunca se entregó una espada al enemigo pues se lanzaron al mar antes del abordaje. Héroes, héroes, héroes, de raigambre, de estirpe, fruto del ejemplo de su comandante. Al llegar los restos del Homérico Almirante al Perú el 21 de marzo de 1958 el presidente Manuel Prado Ugarteche, en parte de su discurso ceremonial expresó lo siguiente: “La figura de nuestro célebre Almirante, personifica una de las glorias legítimas que enaltecen no solo nuestros anales y los de América, sino del mundo entero. Su vida y sacrificio son paradigmas de caballerosidad y abnegación”. Y ese es Grau el Peruano del Milenio, el Caballero de los Mares, el Gran Almirante del Perú, el que siempre estuvo y estará en el corazón de todos los peruanos per saécula saeculórum. Han pasado 145 años de esta gesta y debemos fortalecer permanentemente su profundo sentido humano y patriótico no solo como efeméride sino como faro de conducta a seguir en las dificultades. Miguel María y sus bravos guerreros trazaron el rumbo, hoy nos toca seguirlo, usemos la regla, la escuadra y el compás para ratificarlo.
Nuestra armada que aparece en 1821, hoy conmemora su 203 aniversario de creación, sus héroes la han fortalecido y cimentado los valores que hoy proclama, dejando a una pléyade de hombres y mujeres la esforzada tarea de preservarlos y ser celosos guardianes de la tradición marinera de Noel, Grau, Larrea, Boterín, Garezón, García y García, Carbajal, Ferré entre otros. Su misión tutelar se otea en el puente de su flota en nuestro mar, en nuestros ríos y lagos, alcanzando los lugares más recónditos del país donde el deber los llama.
Una marina moderna y preparada para tiempos volátiles, inciertos, complejos y ambiguos, con personal altamente calificado y especializado y poseedores de una profunda compresión de su rol y del impacto que este puede causar en el desarrollo del país.
Doscientos tres años representan una impronta como pocas, que hacen revisar el pasado para congratularnos con los aciertos, aprender de los errores y mirar al futuro para seguir contribuyendo al logro de un país mejor como lo quiso Grau.





