Mes movido

Este mes de febrero se está mostrando muy alborotado con diversas actividades festivas con motivo del carnaval, así como el complejo contexto en el contrato de docentes sobre todo bilingües en la jurisdicción del circuito petrolero, las advertencias de sobrevaloraciones de obras en las entidades del Estado que no es un tema nuevo, pero habría más ribetes de escándalo.
Algo curioso que observamos este año en febrero es que vimos por lo menos cuatro húmishas que se sembraron en los últimos fines de semana, bailaron y se tumbaron, cuando según el calendario esto debe ocurrir el domingo 2 de marzo después del miércoles de ceniza y una semana más en carnaval viejo, parece que en febrero quienes celebran onomásticos u otras fechas se quieren dar el gusto de pandillar como manda la tradición, así no sea el día oficial.
Un mes que al pasar la quincena nos muestra varios escenarios movidos de temáticas diferentes, como lo que se viene gestando con más preocupación que el año pasado para el proceso de contratación de docentes bilingües, donde parece se ha tergiversado eso de la contratación a propuesta de las federaciones indígenas disminuyendo la garantía de básica enseñanza en las aulas de las comunidades indígenas, según trascendió que ciertos líderes colocan a sus familiares lo que no representa necesariamente la voluntad comunal.
Otro punto que marca a este mes carnavalesco son las sospechas de sobrevaloraciones de obras, que al parecer han excedido de lo “normalmente”, vale decir que los porcentajes de 10% y 20% han quedado por demás chicos y que la lucha contra la corrupción se debilita, siendo la percepción de impunidad y un desarrollo trunco para la región.
A todo esto, se suma la forma tibia como el Estado peruano a través de las entidades que correspondan, viene afrontando el tema de la delincuencia en la modalidad de extorsiones y otras, que tiene a la población entre la espada y la pared, mientras que en ciertos sectores se viene organizando para afrontarlos lo que se torna peligroso, sería un escenario de ataques entre civiles, siendo que los vecinos lo harían en defensa propia.
Si en su momento se subestimó los primeros ataques del terrorismo y no se puso un freno en seco, con firmeza, algo similar puede estar pasando con la delincuencia actual que con otras modalidades viene atemorizando a la población, viene sembrando el terror urbano y rural de una forma rápida en sectores poblacionales más vulnerables. Es probable que el carnaval nos distraiga un poco. Pero, ¿Hasta cuándo la desprotección imperará?