Media verdad

Éramos un grupo de niños que nos gustaba ir a eso de las 5 de la tarde a sentarnos en la escalinata del Malecón de Iquitos, para mirar a los bufeos que cual peces acrobáticos surgían de la profundidad del río Amazonas para contornearse en la superficie y volver a las aguas con la destreza de su especie.
El espectáculo nos fascinaba y así en grupo íbamos y regresábamos a nuestras casas donde nuestros padres y madres se encontraban tranquilos porque la pequeña ciudad de Iquitos era tranquila, confiable, con casi nada de tránsito, apenas unas biscicletas, biscimotos, algunos taxis, uno que otro colectivo que varios de ellos siguen en circulación increíblemente.
Por supuesto, que ya había pasado la época del caucho, estamos hablando aproximadamente de inicios de los años 60, cuando la calle Morona y Ricardo Palma eran de tierra, lo mismo que la Moore, la Tambo (ahora Calvo de Araujo), y por el centro había caños de las aguas servidas que se dirigían hacia el caño de la Ricardo Palma.
Todavía está fresco en nuestra memoria, y nuestro grupo estaba formado por niños y niñas cuyos progenitores procedieron del Ucayali (chamas referido a shipibos), del Huallaga, del Marañón (cocamas, como se decía antes), y de familias boras. Los iquito hace tiempo que se habían ido por el Alto Nanay, al parecer ninguneados por los invasores mestizos de estas tierras.
Pero, también estaban las amiguitas, unas descendientes de chinos, otras de judíos, de portugueses, que se ubicaban en la “alta sociedad” iquiteña, y que tenían una actitud de menospreciar a los que llamaban “indios”, sin embargo, eran los que les brindaban el servicio doméstico y cuidaban a sus hijos pequeños, que implicaba un trato de abusos de las patronas y hasta violaciones sexuales de los patrones.
Viene a nuestra mente estos pasajes a propósito del 160 aniversario de nuestra ciudad de Iquitos que tiene su valor por el inicio de su construcción como urbe, pero, de una media verdad porque el caserío de Iquitos ya existía, desde cuándo, desde mucho antes, no sabemos cuánto tiempo antes, por lo que pueblos como San Regis en el río Marañón tiene más de 300 años.
Se cercenó nuestra historia, se excluyó a la etnia de los Iquito y Napeanos, y otros grupos indígenas que estuvieron antes. Una forma de desprecio a nuestros ancestros que de alguna forma se debe reivindicar, con más contundencia en estas celebraciones, no como simple forma de menciones decorativas, sino, en su verdadero valor. Para muestra que nuestra identidad late fuerte, más del 80% de apellidos en Iquitos tienen procedencia indígena. Reformulemos la forma de celebrarnos como hijos de esta tierra.