Me sorprende

Por: José Álvarez Alonso.

Después de una década de trabajo de oficina en Lima he vuelto a viajar con cierta frecuencia a mi tierra adoptiva loretana, y compruebo que las cosas siguen igual o peor en términos del ruido del tránsito. Y ya no sólo en Iquitos, sino en cualquier ciudad o pueblo intermedio en la selva, el problema se reproduce como si de una plaga de insectos u hongos se tratase. Acabo de estar en Santa Clotilde, en el Napo: entre las decenas de motocarristas respetuosos, había dos que ya habían retirado el silenciador a su tubo de escape, y destruían la tranquilidad habitual del pueblo con un atronador rugido que se escuchaba desde más de 100 metros. Felizmente, solo eran dos y a partir de las 9 de la noche que se cortaba la electricidad no se movía nadie. No ocurre así en Iquitos: durante toda la noche circulan a toda velocidad motocarros sin silenciador, maltratando la tranquilidad de los vecinos, pues al no haber casi tránsito van a toda velocidad y se escuchan desde varias cuadras de distancia. Iquitos lleva años liderando el ranking de las ciudades más ruidosas del mundo. Un triste récord.
Me sorprende que persista imbatible tantos años un problema tan grave como evitable, ya que no se requieren inversiones, solamente acción de las autoridades para hacer cumplir la ley. El problema lo provocan, como es bien sabido, un número de desaprensivos que intencionalmente retiran o manipulan los tubos de escape para producir más ruido. Hay una falsa creencia en algunos de que el vehículo “desarrolla más”, lo cual es falso; otros, generalmente jovenzuelos, lo hacen por bacanes, para hacerse sentir más… (“marcar territorio”, dicen los expertos, generalmente por gente con baja autoestima).
El reglamento de tránsito es bien claro en exigir que todo vehículo cuente con un dispositivo silenciador en su tubo de escape. Dado que los violadores de la norma son bien conspicuos y audibles, no se requiere invertir en investigar o perseguir a los violadores de la ley: solo se requiere la acción de la Policía con apoyo del Serenazgo para multar a los infractores o ingresarlos al depósito si son reincidentes. Además, ya existen alternativas a los contaminantes motores de combustión. En Asia y África ya se están generalizando los llamados “tuk-tuks” eléctricos, mucho más rentables para los conductores, pues no requieren casi mantenimiento y consumen menos en términos monetarios, amén del tema de salud.
El 30 de abril se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Me sorprende que en los países con menos ruidos molestos sea donde más se movilizan organizaciones y gobiernos para enfrentar el problema. Es bien conocido el grave daño que el ruido provoca en la salud, la educación, la economía y el bienestar en general de la población. El bajísimo puesto que ocupa Iquitos en desempeño educativo tiene sin duda entre sus causas el insoportable ruido que entra en las aulas y en las casas, e impide a los estudiantes concentrarse e incluso escuchar a sus profesores.
Entre los impactos en la salud del ruido se suele citar: cefaleas, alteración del sueño, estrés, irritabilidad, fatiga, neurosis, depresión, alteración del sistema circulatorio y digestivo, y disfunción sexual. Algunos estudios han revelado que podría estar asociado con la obesidad y la diabetes, que se han agravado en las últimas décadas de forma notable en Iquitos. En realidad, los ruidos molestos no benefician a nadie, y probablemente perjudican más a los que los producen: si estos daños a la salud ocurren con ruidos intermitentes y no tan intensos, nos podemos imaginar cuál será la afectación a motocarristas que operan ocho o más horas diarias motocarros ruidosos, con la fuente del ruido y las vibraciones apenas a unos centímetros de sus cuerpos. No conozco ningún estudio de alguna de las universidades iquiteñas sobre este tema. Estoy seguro de que los resultados darían argumentos más que suficientes para que tanto gremios, colectivos y líderes sociales como las autoridades dedicasen más atención al problema.
Me sorprende que el sector turístico, que sin duda es uno de los más afectados por el problema del ruido, no sea más activo para enfrentar el problema en la ciudad. Es sabido que muchos de los turistas evitan quedarse a hacer turismo urbano, como hacen en otras ciudades del Perú, precisamente por el insoportable ruido del tránsito. Imagínense lo que sentirá un turista suizo que llegue a Iquitos y no pueda ni conversar en una terraza ni contestar un celular en la calle, cuando en su país está prohibido, por ejemplo, encender la lavadora o baldear el baño a partir de cierta hora de la noche, para no molestar a los vecinos…
Pese a los años de sensibilización pública por parte del Comité Cívico Todos contra el Ruido, no se ha visto ninguna acción efectiva por parte de las autoridades competentes ni de los gremios más interesados. Si cuando el Comité inició sus actividades las autoridades simplemente hubiesen informado a la ciudadanía de que no iban a tolerar que se retirase el silenciador a los motocarros nuevos, hoy el 100 % de ellos serían más silenciosos. Es realmente ofensivo para cualquiera que sienta un mínimo respeto a la ley ver motocarros recién salidos de la tienda sin su silenciador reglamentario, y comprobar que a nadie le importe ni haga nada al respecto. El que la gente se haya habituado a esa plaga no significa que no esté dañando seriamente a la sociedad iquiteña. Es muy probable que las altísimas tasas de muertos por la pandemia del COVID 19 que tuvo Iquitos hayan tenido entre sus causas la contaminación urbana, tanto la de los motores de combustión como la sonora.