- Narra Johnny Dávila Yaicate (27) años, quien fuera ultrajado sexualmente por varios sujetos en Jenaro Herrera.
- Se viene recuperando en la casa de estancia del hospital regional. Su madre, no le quita los ojos de encima.
“Déjenle ya”. Fueron las últimas palabras que Johnny escuchó a uno de sus agresores antes de perder el conocimiento a un lado de una trocha que lo conducía al río donde tomaría su bote para llegar a su comunidad “Nuevo Pumacahua”, a solo 20 minutos de Jenaro Herrera.
Mientras narra, un poco repuesto de tremendo vejamen, Marisabel, su madre, no le quita los ojos de encima. Como con temor de que alguien pueda ingresar a la habitación para hacerle nuevamente daño. Johnny, es el mayor de 4 hermanos. Uno de dos años que les quita el sueño, porque no saben cómo lo están cuidando.
“Estuve haciendo deporte en Jenaro Herrera, luego fui con unos amigos a brindar por un rato, luego me retiré porque a las 10 de la noche quitaban la luz y todo quedó en silencio. Cuando retornaba para tomar el bote, siento que me derriban con golpes, los agresores se cuidaban de no hablar para que no se les reconociera.
Me golpearon muy fuerte en el estómago, en las piernas, brazos, me introdujeron –parece objetos- porque el doctor me dice después, qué si los hubieran dejado adentro, habría amanecido muerto. Abusaron de mí sexualmente. Tres me golpearon de manera brutal en la cabeza, solo escuché que uno dijo: “ya déjenle” y no recuerdo más” cuenta el agredido.
Recuerda que al día siguiente se estaba desangrando. “Tenía hemorragia, en el hospital me atendieron. Me habían lastimado de manera atroz. Ahorita todavía tengo muchos dolores en todo el cuerpo, me harán más exámenes.
Me parece que son los mismos sujetos que hace un tiempo violaron a una mujer y a otro como yo, pero que nadie denunció y todo quedó sin castigo. Me dicen que los han capturado, yo pido que se haga justicia y que se les sancione. Yo sí pondré la denuncia, seguiré aquí luchando por mi vida y mi madre estará aquí hasta lo último conmigo” nos dice Johnny y una lágrima le baila en los ojos, sin lograr caer.
Nos vamos pensando en el odio y resentimiento profundo que tendrán los agresores en su interior, para poder actuar de manera impune como lo vienen haciendo en ese distrito.
La cárcel los ha debido estar esperando hace tiempo, no ahora que ya han cometido su ataque mortal contra una tercera persona; tranquila, que trabaja sembrando yuca y plátano en sus dos hectáreas de tierra para sacar adelante a su familia.