LOS SAJINOS DEL NANAY

Por: José Álvarez Alonso

Querían disfrutar de una inolvidable experiencia en la selva amazónica, y estaban ansiosos de filmar animales, especialmente al sajino; y mira que lo filmaron, aunque pasaron el susto de sus vidas. Seis turistas franceses (una pareja con sus hijos adolescentes) llegaron el pasado mes de octubre a hacer turismo a la comunidad de Anguilla, curso medio del río Nanay, dentro de la Reserva Nacional Allpahuayo-Mishana. Durante dos semanas disfrutaron de la selva, paseando por los irapayales y varillales de la reserva, y pescando en sus bellas cochas y quebradas de negras aguas.

 

Habían traído de Francia un perrito, un poodle o similar. En un varillal se tropezaron con una manada de ocho sajinos. El perrito, que quizás pensó que eran chanchos como los de la granja francesa donde se crió, se mandó ladrando contra los sajinos, lo que despertó el instinto defensivo de estos bravos animales. Los seis turistas más el guía local, mi amigo «Pajarito», se parapetaron tras un tronco, y trataron de defenderse con lo único que tenían a mano, un palo.

 

El pobre perrito se llevó la peor parte. Un macho ‘mueludo’ le metió tal dentellada en la cabeza que casi le arranca la oreja. Felizmente fue el único herido en la batalla. Finalmente los sajinos se alejaron, asustados por los gritos de todos y los palos que «Pajarito» les propinó a los más aventones. Durante los largos minutos que duró «la batalla», el hijo mayor de la familia continuó filmando, aunque luego contó que se moría de miedo. Una vez que pasó el susto los turistas comentaron que había sido la experiencia más extraordinaria de sus vidas. Seguro que la contarán con lujo de detalles hasta sus últimos días.

 

Los turistas no sólo vieron sajino: también vieron una shushupe durmiendo al lado de un palo caído, una manada de achunis, varias manadas de monos, y aves carismáticas como montete, camungo, loros, pinshas, y gavilanes varios.  Vieron también una enorme boa amarilla soleándose en el canto de una cocha, a la que casi desgastan el cuero de tanto sacarles fotos. La mayoría de estos animales son sumamente escasos en los alrededores de Iquitos (donde están casi todos los albergues turísticos), y sólo pueden ser observados por los turistas dentro de áreas protegidas. Uno de los franceses le comentó a Pajarito, admirado por la tranquilidad que se disfrutaba en las noches, a diferencia de su país o del mismo Iquitos: «Cada noche que paso aquí mi cuerpo se recupera para diez años…»

 

También los comuneros quedaron felices: por los 15 días la comunidad recibió en total 1500 soles, además del pago a los guías (30 soles diarios, rotando cada día un miembro de la comunidad). Nada mal para una zona donde el ingreso familiar mensual promedio no suele superar los 100 soles. Cada 10 o 15 días una empresa de Iquitos lleva en su lanchita turistas a pasar cuatro a seis días en la Reserva. Suelen parar en las comunidades de Mishana y Anguilla, aunque también visitan otras.

 

A los turistas les encanta la pesca deportiva en las negras cochas del Nanay. La gente de la comunidad se sorprendió al principio cuando vio que los turistas pescaban los tucunarés, los medían, pesaban, fotografiaban, y los liberaban de nuevo. Estos peces abundan porque los pobladores patrullan casi todos los días para que no entren los ilegales de Iquitos, e incluso los de las comunidades vecinas (Samito y Santa María), que según dicen, siguen con sus hábitos depredadores.

 

«Pajarito» (Magner Tenazoa) fue uno de los dirigentes más reacios a la creación de la R. N. Allpahuayo-Mishana. Influenciado por algunos sachaperiodistas radiales que inventaron mil falsedades sobre supuestos campesinos desplazados por la reserva (en realidad fueron un puñado de invasores azuzados por algunos dirigentillos urbanos de mala muerte), Pajarito intentó incluso excluir a su comunidad de la reserva, algo que la ley no permite. Hoy reconoce su error: «Después de tantos talleres y charlas, ya estamos viendo el fruto del trabajo de la conservación y el manejo», me comenta. Hoy Pajarito es uno de los líderes más dinámicos de la cuenca, y pertenece a las directivas de varias organizaciones, incluyendo la Coordinadora de Comunidades Campesinas y Nativas de la Cuenca del Nanay, y a los Comités de Gestión de la RNAM y del ACR Alto Nanay-Pintuyacu-Chambira.

 

La mayoría de los comuneros de Anguilla está feliz ahora porque ven las ventajas de estar en una reserva. Además de la platita que ganan por el turismo, disfrutan de una ostensible recuperación de los recursos silvestres, especialmente los peces, las taricayas y algunos animales del monte. Esto no es por gusto: la comunidad de Anguilla ha llegado a un acuerdo para no cazar animales por tres años, para permitir que se recuperen, aunque sí pescan en la cocha más cercana para su alimento. Las cochas más internas y protegidas, como Góngora, Bujurcal, Burro y Gallinazo, las han reservado para el turismo. Estos logros contrastan con el modelo agrarista o extractivista puro, preconizado por algunos ignaros, que no ha traído más que pobreza al Nanay y a la selva baja en general.

 

Pajarito me confiesa que no me creía cuando yo les hablaba de que algún día ganarían plata con el turismo. «Ahora ya no necesitamos sufrir cargando de lejos madera redonda, ni siquiera necesitamos sacar irapay para ganar algo de platita, felizmente tenemos suficiente con el turismo y un proyecto de reforestación de CEDIA, que nos apoya con algunos víveres y platita.»

 

No me cabe ninguna duda de que en las próximas décadas el Nanay será un emporio de turismo, gracias a la presencia de dos áreas protegidas que favorecen la conservación de la flora y fauna, la ausencia casi total de zancudos, mantablancas y moscos, y la belleza de sus paisajes (incluyendo las increíbles playas de arena blanca).

 

Existen amenazas para esta visión, sin embargo: una empresa extranjera trata de obtener una concesión de 20,000 ha para sembrar palma aceitera en el límite de la comunidad de Anguilla, entre la carretera y la R. N. Allpahuayo-Mishana. Sin embargo, esta zona es bosque de producción permanente, y ha sido catalogada como zona de protección por la propuesta de Zonificación Ecológica y Económica del IIAP, pues alberga suelos muy pobres, además de una biodiversidad muy rica en endemismos, y cumple una función conectiva con la R. N. Allpahuayo-Mishana. Si se concretase la barbaridad de la plantación de palma aceitera se contaminarían las aguas del Nanay con los agroquímicos, muchos animales de la reserva que requieren amplios territorios se extinguirían, al quedar aislada ésta del bosque del alto Nanay, y las comunidades perderían su mayor riqueza a futuro, el recurso turístico. Esperemos que se imponga esta visión de un futuro sostenible basado en el manejo comunal de recursos y el ecoturismo.