LOS IDUS DE MARZO

POR: JUAN SOREGUI VARGAS

EL 13 de octubre de 1989 me denuncia un exportador de peces ornamentales. El fiscal suplente aprovecha la ausencia de la titular (fue al JNE) y sin indicios ni evidencias, este señor acepta la infame denuncia. No existe auditoria, ni inspectoría,  ni contraloría, ni demanda estatal por perjuicio al Estado. Al contrario en una evaluación realizada por contables, técnicos y un enviado de Lima, el arquitecto Pacheco Girón, soy declarado como el mejor director regional de esa época, ante la evidencia del trabajo que realizamos. Pacheco Girón vino con órdenes de palacio de gobierno para la evaluación. El acoso fiscal y policial empieza al tercer día de la demanda, hecha en altas horas de la noche. Algunos periodistas radiales empiezan su labor de demolición hacia mi persona y presión al poder judicial y fiscal. En la instructiva no encuentran más que mentiras del denunciante, su contador y cajero. No hay nada, es una denuncia infantil dice el instructor y el general de aquella época. El denunciante no se presenta a dar sus declaraciones. Abundan la denuncia con una propuesta de un diputado loretano  ante su cámara. Denuncia que  es enviada por el jefe del banco de materiales. Reátegui Rubio (que en paz descanse) investiga el asunto y concluye que soy inocente. Viaja a Lima para hablar con la cúpula y especialmente con el diputado. Éste no quiere saber nada. El ingeniero Reátegui Rubio renuncia a la presidencia de este banco en protesta por la infamia. Les dice no me molesten con donaciones para campañas. El prefecto y alcalde me llaman. Les digo que investigue el servicio de inteligencia de la prefectura. Investigan. Concluyen que soy inocente. Max Meléndez y el prefecto me llaman y me dicen: discúlpanos, eres inocente, pero el diputado no quiere saber nada. Lo mismo me dice don Alfredo Marill Cobos. El fiscal suplente sigue acosando. No piden auditorias ni inspectoría de mi gestión como debe ser. Como no hay nada, el denunciante con un grupo de malos policías y un fiscal cojo, ya de otra fiscalía, intentan sembrarme con estupefacientes. El 17 de noviembre. Esa noche yo estaba en el estadio mirando el partido Loreto con Politécnico. Campeón el cuadro lila con gol de un pata llamado tombo. Al salir del estadio dos policías, entre ellas una mujer, me piden documentos y me embarcan en un vehículo del denunciante. Me llevan con un amigo al local de la Aguirre. Viene el coronel y también mi abogado y nos sueltan. El 22 de noviembre viene el instructor a casa de mi madre y me invita a conversar con el coronel. Subo al edificio de la Ucayali y sin orden de detención alguna  soy prácticamente secuestrado en una de las oficinas hasta que llegan los instructores con un mal elaborado expediente y sin mis descargos, me dicen: se extraviaron tus descargos. Soy llevado caminando hasta la plaza 28 de julio y me suben a la oficina del fiscal suplente, que soba sus manos y saltando de alegría  me envía al primer juzgado donde en menos de una hora soy detenido. La juez, llama a mi abogado y dice: tratemos de internarlo en algún hospital. Me despedí de mi madre y fui donde Max y el prefecto. No podemos hacer nada. El negro   no quiere. Fui a parar en la clínica Loreto. Aquí fui acosado nuevamente por malos policías. Borrachos se iban y golpeaban para hacerme declarar cosas que no había cometido. El policía de custodia se iba al baño, entretanto. Llega el inspector general de Pesquería y después de una semana de investigación va a mi habitación de la clínica y me dice: no hay hada señor Soregui. Todo es una infamia. Todo es correcto. Ruegue a Dios. Se va a Lima. El señor LUIS LUNA PAREDES se presenta a declarar por  propia iniciativa. Declara ante la juez que el exportador de peces  monto la infamia.  La declaración dice:  “el comerciante me ofreció una moto 185 y diez mil dólares para ensuciar a Soregui en mi programa televisivo a nivel nacional en canal 5. Me dijo que toda la denuncia era una mentira. Yo le dije que no acepto”. Con todas estas pruebas deciden seguir deteniéndome. Los buitres radiales siguen con su actividad. Me trasladan a siquiatría del Hospital Iquitos. Necesitábamos tiempo para no ser detenido. Tres siquiatras comen la venta de mi moto. El 13 de diciembre después de tanto pelear viene un mal abogado y me entrega una navaja: córtate tus venas para ganar tiempo. NO, le digo. Busco amigos entre los médicos, nada. Mucha presión me dicen. No me conocen. Listo, detenido. Un mes más llega la fiscal titular y encuentra que no hay ni siquiera indicios y eleva su informe a la juez y salgo en libertad en una mañana del 22 de marzo.  Dos años más tarde soy declarado inocente. En 1994 la fiscalía penal suprema me declara inocente lo mismo que la sala suprema en lo penal. Encuentro al fiscal en los pasillos del poder judicial. Me dice: disculpa Juan, me presionaron demasiado. La juez se hace mi amiga. No hay procesos administrativos. No hay robos. No hay peculado. NO hay amigos, salvo dos o tres.  La reflexión de esta pequeña nota es: LOS FISCALES Y JUECES  DE AHORA SEGUIRÁN  el errado  camino de la presión política o de otros grupos de poder para destruir inocentes.  ESPERO QUE NO. De lo contrario, así hagamos miles de capacitaciones y talleres la justicia será injusticia. Hace cuatro años encontré al diputado y me dijo: Juan escribes muy bien. Quiero hablar contigo. Fui a su despacho y me comentó que fue un tío de la mujer del demandante, uno de los más altos de la cúpula el que vino a Iquitos a completar la faena. No le creí. Allí está  el expediente, le dije. Yo estaba en aislados, pero el exportador con su poder me quiso enviar a los comunes. Al peor pabellón, al cinco, donde te mataban hasta por un sol. Gracias a un policía amigo que me avisó a tiempo, apresuré mi libertad ese 22 de marzo de 1990. La historia continúa en la novela “ El doctor Santini” . Mi eterno agradecimiento a Luis Luna Paredes, a James Beuzeville Zumaeta, a mis hermanas y a las madres de mis hijos y, especialmente a la juez que supo en esos momentos difíciles de la política manejar bien el asunto, y, especialmente a la fiscal titular de la 1ª. Fiscalía.