La historia se ha encargado de mostrarnos cuán importante ha sido la vida de el Almirante Miguel Grau, más allá de su amor a la patria y su entrega para defenderla de quienes buscaban mancillarla, aún en ese extremo, demostró que la humanidad no se debe perder, cuando mandó rescatar de ahogarse a los “enemigos chilenos”, que respondió en parte a su formación y personalidad.
Esos aspectos de su vida con mayor énfasis lo recordamos todos los 8 de octubre de cada año y este no podía ser la excepción. Por lo que la palabra lealtad, heroísmo o amor a la patria, nos lleva definitivamente a contemplar la de Miguel Grau. Y no es para menos, pues estamos hablando de uno de los más grandes héroes de la historia del Perú, que en la adversidad se hizo gigante gracias a la decencia con la que manejó su carrera militar.
El pensamiento que profesó durante los 45 años que vivió lo retratan como “El caballero de los mares” que fue. A más cien años de su partida, Miguel Grau sirve como ejemplo para todo ciudadano de bien, y más aún para todo aspirante a ingresar a la Marina de Guerra del Perú, el órgano encargado de la defensa marítima, fluvial y lacustre que forma parte del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas del Perú.
Es el mayor representante de los marinos en el Perú y el legado que dejó gracias a sus heroicas acciones en la Guerra del Pacífico. Este resultado responde en gran medida a su crianza, su infancia estuvo marcada por las anécdotas de su padre, que supo transmitir ese fervor patriótico por las fuerzas armadas a sus hijos.
Más aún se vio influenciando cuando en 1843, con tan solo 9 años, fue parte del equipo comandado por Ramón Herrera -un muy cercano amigo de su padre- y surcó las aguas de Paita a Panamá en una goleta (buque de vela de dos o más mástiles). Miguel pasó a ser una persona muy callada, tranquila y distraída, un comportamiento contrario a cuando estaba cerca a las costas, su lugar preferido.
A su retorno al país que lo vio nacer, Miguel Grau decide instalarse en Lima, la capital del Perú, con la intención de postular a la marina. Su experiencia previa y preparación posterior le valieron para ser admitido, siendo el 14 de marzo de 1854 su primer día con el uniforme oficial de la Marina de Guerra del Perú. Lo demás es también historia que nos llena de orgullo y digno de imitar, más en estos tiempos de gravísima corrupción la enseñanza de Grau debería aplicarse.
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