Lecciones que extraer del proceso electoral

Por: Franklin Farell

Todo indica que la espera por los resultados electorales será más larga de lo que todos esperaban. Las autoridades electorales se han dado un plazo de 3 días para resolver el caso de las ánforas observadas y quejas similares.

El ambiente en la ciudad de Iquitos se muestra inquieto, con extraños casos de violencia familiar o laboral que hacen pensar en mensajes tenebrosos enviados desde algún rincón del Infierno. No es preciso agotar las cosas que la gente enumera como problemas relacionados con esta incertidumbre post electoral. Un de estas quejas que se viene repitiendo con insistencia es el de las represalias post electorales en el Municipio de Maynas, donde los trabajadores afirman sentir inseguridad laboral debido a que no apoyaron a un bando político determinado (en este caso, el del señor Salomón Abensur).

En los días pasados sucedía otro tanto con el caso de un grupo de 54 señoras que organizaron una empresa de limpieza para concursar en una licitación pública (Consorcio Messem, siglas de las 5 mircoempresas que la conforman). La queja es en el sentido que su propuesta no habría sido tomada en cuenta. («Queremos que nos dejen trabajar», La Región 06-oct-10). En resumidas cuentas, lo que las señoras piden -y muchas de ellas son padre y madre a la vez de sus familias- es igualdad de oportunidades. Acusan a una empresa grande de ejercer el monopolio en el sector.

En las provincias sucede más o menos lo mismo. Muchas de las comunidades acostumbran jugar a que sus derechos serán respetados y se cumplirán sus demandas si apoyan a este o aquel dirigente político. Los comuneros creen que de esta manera sus problemas de titulación de tierras, por ejemplo, serán atendidos y resueltos de manera expedita y definitiva. Incluso, hay comunidades como la de Urcomiraño del río Napo que sólo exigen presencia de autoridades en su pueblo, pues subsisten sin esperanzas de ser escuchadas.

En el plano institucional sucede algo parecido. Las elecciones parecieran ser la oportunidad para movimientos y desplazamientos internos que no son el resultado de una institucionalidad democrática. Las responsabilidades parecen estar mal distribuidas y hay situaciones límites en que una sola persona tiene que decidir sobre el destino de todos, logrando que todo un proceso largo y costoso sea resuelto en una suerte de volado de moneda al aire. Es preciso distribuir mejor las responsabilidades, parece ser una de las lecciones del pasado proceso electoral. Tampoco ayudó a la transparencia del proceso de elección cosas como dictar un reglamento de procedimientos a última hora, días de anticipación en realidad. 342 incidencias electorales registradas en todo el país son consecuencia de este tipo de deficiencias. Vivimos una tardanza que resulta preocupante porque la gente no recuerda haber vivido una espera así de prolongada, como si la tecnología ayudara a complicar el conteo en vez de simplificar y agilizarlo.

Seguramente los partidos políticos que se sienten agraviados por los errores, omisiones o irregularidades, también habrán sacado en limpio algunas lecciones. Sólo de esta manera tendrá seriedad cualquier denuncia de fraude. De lo contrario, lo que se consigue es un efecto contraproducente: perder credibilidad ante la opinión pública.