- Narró la trabajadora sexual de la asociación “Sarita Colonia” a quien pondremos de nombre “María Claudia”.
Frente a tal testimonio, las repreguntas parecían quedarse ahogadas en la garganta dejando que ella cuente su historia en el marco del día de la no violencia contra la mujer. Desde los 12 años sufrió una cruda violencia y no en la calle, sino en su casa. Su madre, quien ya falleció con cáncer al colon, la empujó a sobrevivir en los días y noches calurosos de Iquitos.
“Yo trabajo desde los 13 años, vivía por la calle Grau con 9 de Diciembre. Me rodeaba un mundo movido, de esa manera entré. Un día un hombre me dijo que, si quería ganar plata y me llevó a un hotel. Así empecé a conocer a muchos varones y así aprendí de ese mundo. Tenía muchas carencias económicas, entonces vivía con mi abuelita, ya no con mi madre” dice.
Hoy se recuerda el día de la no violencia contra la mujer ¿recuerda un hecho que haya marcado su existencia?
-Mi madre. Muy agresiva. Por eso me boté también.
¿Por qué te agredía?
-Me decía que yo era “la oveja negra de la familia” y esas cosas. (silencio). A mis 12 años yo no podía entender cómo una mamá que se supone está para proteger, te podía hacer tanto daño con esas palabras.
¿Qué te hizo? Preguntamos y vemos que sus ojos se empiezan a enjugar con lágrimas…sin imaginar tamaña respuesta.
-Yo le pedí a mi mamá que me diera un libro, pero me respondió que me vaya a putear y como la sopa estaba caliente, me la tiró. Eso más que una marca en el cuerpo, me marcó la vida y hasta el alma.
Ya más grande vi de otra manera la vida. Me dije si no es por un lado esta vida, será por otro y no había nadie quien me diera la mano en ese tiempo. Me dije es mi destino y me dediqué a la vida fácil.
¿Te cuidabas?
-Sí con condones y siempre le rogaba a la virgencita que no quede embarazada, si no tenía para mí, menos iba a tener para criar a un hijo. Cuando tenía 17 años encontré a una pareja que la dejé por pegalón. Luego un militar, también lo dejé porque era golpeador. Después otro militar y era igual, me pegaba.
Después encontré a un hombre de buen corazón, con quien ya llevó 25 años. Así es la vida, con cosas malas, pero también de cosas muy buenas. La fe y la esperanza nunca se deben perder. Lo que sí nunca hay que permitir es que nos violenten, porque de los golpes luego vienen las muertes y la vida es lo más preciado que Dios nos regala a cada una de nosotras.