La incautación de bienes de personas por presunto lavado de activos, cada cierto tiempo, vuelve a hacer noticia. La labor de los agentes antidrogas de la PNP, ministerio público y procuradores del Estado sigue identificando sitios donde se focalizan delitos que luego de profunda investigación, resultan ser nada santos.
En nuestro medio ya se dieron espectaculares operativos con la captura de personas de las que jamás uno haya dudado de su honorabilidad, pero que a vista de águila, resultaban siendo los nuevos ricos tras una corta jornada de trabajo.
La policía especializada, hasta el momento, viene realizando un gran despliegue de profesionalismo, investigando a fondo a quienes en brevísimo tiempo han engordado sus arcas de manera inconmensurable, sin explicación coherente de cómo lograron tan pingües ganancias vendiendo baratijas.
Por su parte, la colectividad ve con beneplácito cómo se van despejando dudas acerca de esos imperios económicos forjados de la noche a la mañana, que aparecen por arte de magia comprando propiedades, levantando edificios, haciendo gala de autosuficiencia respaldados por un dineral mal habido.
El lavado de activos, seguirá haciendo noticia, captando el interés público, porque en el fondo es lo que promueve un estado ficticio, un castillo de naipes que se derrumba fácilmente cuando se descubre la verdad de dónde proviene.
En esto, las instituciones involucradas en detectarlos, deben actuar con la firmeza necesaria, siempre y cuando tengan la certeza de la verdad, a fin de no caer en errores que a la larga podrían poner en tela de juicio, labor tan delicada.