Mi querido viejo era uno de los más expertos prácticos de la Marina de Guerra del Perú. Su experiencia y su conocimiento de los ríos amazónicos traspasaba las fronteras de varios países, por lo que era convocado a cada momento para traer o llevar barcos de gran calado y tonelaje a la zona del Atlántico o viceversa. Como era lógico, y, como infantes que éramos, siempre esperábamos la llegada del brujo del río como lo conocían en la gloriosas marina de guerra de la Amazonía peruana.
Lo esperábamos como el padre que se va para volver con cariño y amor y, también, esperando algún regalo de la zona del Brasil. Siempre traía unas canicas de todo color, novedades que compartíamos con nuestros vecinos, especialmente con los Beuzevilles.
Una de las cosas que nos obsequiaba en cantidades era la castaña brasilera. Ya sea fresca o preparada en una sustancia de azúcar o en chocolate. Era una delicia. La fresca la comíamos con un poco de fariña y las otras transformadas a puro diente.
El nos contaba que en cierta parte del Brasil había tal cantidad de árboles de castaña que los pobladores solo se acercaban para cosechar. En nuestra Amazonía peruana, también, existe este árbol milenario, con sus frutos. Podemos observar como símbolos dos árboles de castaño en el complejo de los agustinos, por Anita Cabrera, como recuerdo de las centenas o quizá millares que debieron existir en esta parte del país.
Un grupo de experimentados investigadores del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana- IIAP, nos comenta la carismática Solange, jefa de difusión de esta institución, está trabajando duro y parejo, generando conocimientos y tecnología innovadora para que los árboles primero sin manejo de la zona de Madre de Dios y ahora con plantaciones bien manejadas por parceleros de la zona, con asistencia técnica de los científicos de este organismo, se constituya en un producto que le de fortaleza a la economía de la sociedad de aquella zona.
Las plantaciones de castaña en esta zona de Madre de Dios son el principal sustento del crecimiento económico y social con respeto al ambiente de las poblaciones milenarias de este sitio. Ahora con la tecnología generada por los profesionales de las universidades, de los gobiernos regionales y locales y principalmente del IIAP, las cosas se van haciendo de mejor manera. Es decir una agricultura planificada, tecnificada y con experiencias de clonación para mejorar las plantas en cuanto a rendimiento y soporte a las plagas que existen en todas partes del mundo. La idea es completar el circulo de la productividad, es decir darle el valor agregado con otras transformaciones, como siempre lo ha propuesto la empresa loretana Amazon Business & Consulting para todos los productos de la Amazonía peruana.
Una de las cosas mas importantes es que se ha bajado el costo de la plántula para la siembra. Antes de que se realicen o se obtengan los resultados, comenta un biólogo a la encantadora Grace Solange y su asesor técnico el Ing. Icomedes, el producto inicial era puesto en una bolsita con su abono, la planta era recolectada del medio natural. Esto generaba un costo de por decir 3.50 soles por cada plántula para el castañero, y con los costos de cultivo no salía muy competitivo.
Después de muchas experiencias los investigadores del IIAP de esa zona, lograron la reproducción in vitro de la planta y la plántula se llega a ofertar a 1.30 centavos y con un rendimiento de sobrevivencia del 100 por ciento. UN gran logro científico mediante el manejo genético sin artificios, al natural, que permite mejorar la productividad de los que tienen plantaciones de castañas.
Esta experiencia me hace recordar nuestras primeros pasos en el inicio de la piscicultura en Iquitos. Nosotros íbamos a recolectar alevinos de gamitana, paco, boquichico, de zonas aledañas a la ciudad, en ciertos meandros que dejaba la creciente. La unidad de alevino recolectado salía costando caro al piscicultor. Hasta que investigadores de la UNAP y del IIAP pudieron reproducir estas especies mediante en el laboratorio de Quistococha de AQUAREC. Si en la época de recolección del medio natural cada alevino costaba 50 centavos de sol, del laboratorio cada millar de alevino cuesta 120 soles, es decir, una diferencia abismal y que favorece al piscicultor, como lo hace la castaña producida en el jardín clonal en Madre de Dios. Es la ciencia y la tecnología, al servicio de la sociedad productora.
Solange me comenta que hasta ahora sus labios se humedecen al pensar en un dulce preparado por un señor y su familia con castaña de la zona y que poco a poco va internalizándose en el mercado brasilero y de otros países. Habría que impulsar este tipo de producto con valor agregado y apoyar a estos parceleros de la castaña milenaria.