LA TRAGEDIA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

Por: Luis Calcina Romero (*)

 

Hace poco leí en este mismo diario un artículo de Luis Roldán «EL CAPITALISMO CON TODOS SUS DEFECTOS Y PROBLEMAS HA DERROTADO AL  SOCIALISMO.  ¿Sí o no, señores izquierdistas?» (La Región, 5/11/2011) donde, entre otras cosas, pretendía argumentar, al más puro estilo Fukuyama, el fin de la historia y el predominio de la ideología capitalista en el mundo.

 

El mundo ha transcurrido por diversas etapas de desarrollo económico, antes y después del capitalismo, fenómeno que Hobsbawm denominó «economías mundo» y que precedieron a lo que hoy conocemos como globalización. Desde esta perspectiva, explicar los hechos mundiales a partir de la sola existencia del capitalismo y socialismo es simplificar una realidad que de por sí se presenta muy compleja. El capitalismo realmente existente si lo entendemos como tal, no es el mismo que sus fundadores ideológicos liberales  supusieron, ni funcionó como esperaban. Ni siquiera es el mismo que tan acertadamente Marx supo entender y explicar en el siglo XIX. Por eso pretender caricaturizar el capitalismo como simple manejo del dinero, es pues ideología barata.

 

La revuelta de los alumnos de Harvard retirándose de clases de economía del profesor Mankiw para protestar «por la falta de discusión de la teoría económica básica y como para dar nuestro apoyo a un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica (Occupy wall street)», es un síntoma de renovados cambios. En su misiva señalan que el estudio legítimo de la economía «debe incluir una discusión crítica de las ventajas y los defectos de los diferentes modelos económicos». Ante el surgimiento de un nuevo paradigma en la ciencia económica, afirmar que el capitalismo solo está herido pero sigue vigente, es simplemente una cantinflada.

 

Por su parte, el socialismo realmente existente, tampoco se condice con la propuesta marxista primigenia. Los modelos implementados y que se conocen como socialismo en la ex URSS, en la China o en Cuba, recogen poco de las propuestas ideológicas de sus fundadores. Este fenómeno que Haya de la Torre denomino capitalismo de Estado, no es más que una expresión más del fracaso en la búsqueda por la construcción de un mundo más equitativo.

 

Desde esta perspectiva lo que se ve es que ambos modelos en su aplicación e implementación han fracasado, era obvio, ambas propuestas se condujeron por racionalidades distinta y en espacio-tiempo distintos a los nuestros. Lo que se tiene hoy son modelos económicos que buscan resolver problemas que el socialismo o el capitalismo no han podido hacerlo. Es por eso que en Europa o en Estados Unidos, la diferencia ideológica, entre grupos aparentemente contrarios es mínima. La cuestión por resolver es si el capitalismo se ha socializado o el socialismo se ha capitalizado, o ambos.

 

Lo real en toda esta discusión es la existencia de una cierta percepción en el ambiente ideológico (direccionada por cierto) de un supuesto triunfo del capitalismo, al que Ramonet llama «pensamiento único» y que se fundamenta en la lógica de «no hay alternativa» que acuñara Margaret Thatcher. Bajo estos preceptos se implementaron también las fracasadas tesis del Consenso de Washington.

 

Afortunadamente, esta percepción colisiona con el espíritu de la época. Vivimos en plena postmodernidad cuya característica principal la ruptura de los grandes relatos totalizadores y unificadores (socialismo, comunismo, capitalismo) para dar espacio a la emergencia de pequeños relatos o «fabulas de lenguaje». En esta época, sostienen Lyotar el «saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en la edad llamada postmoderna».

 

Aquí es donde el saber se convierte en mercancía y en fuerza de producción y la economía escapa del control de Estado Nación para situarse en un estado supranacional. Teivainen llamó a este hecho «monarquización de la democracia» (la democracia reina pero no gobierna) en tanto que Susan Strange entiende este fenómeno como la «retirada del Estado». Algunos más radicales vieron en la nueva época el surgimiento del «imperio» como un grupo de empresas transnacionales y estados poderosos que tienen el control de la economía y de los estados periféricos. Este tema en sí mismo da para otro artículo.

 

Surgen además las particularidades étnicas, de género y sexuales. Estos fenómenos comúnmente se conocen como sincretismo en lo religioso, fusión en lo artístico (y gastronómico) o hibridaciones en lo cultural (al respecto sugiero leer a García Canclini). En esta emergencia de particularidades se prima el disenso frente al consenso, prevalece el derecho a la diferencia y se expande los relativismos. Nadie entonces podría afirmar que existen fórmulas únicas para solucionar los problemas en cada país, estás dependerán de determinadas condiciones sociales, políticas, económicas y culturales que posean.

 

Finalmente cabe explicar otra confusión teórica que se desprende del artículo en mención. La izquierda como propuesta política fue iniciativa de los grupos liberales franceses adscritos al capitalismo, como una opción de cambio frente a los que intentaban mantener el status quo. De hecho es falsa la asociación de izquierda con marxismo o comunismo, como se pretende hacer ver. La izquierda tiene mucha más historia y muchos más referentes. En estos aspectos, el capitalismo ha evolucionado, la izquierda también.

 

Como vemos pues, el mundo se tornó más complejo que pretender explicarlo desde un supuesto triunfo del capitalismo, no sólo sería ideológicamente inconsistente, sino un atrevimiento que muy pocos (como Fukuyama) se atreverían a sostener. Al final tuvo que reconocer que se equivocó.

 

Comunicador

Investigador social

luisguet@hotmail.com (*)