La ilusión del buen gobierno.

Por: Manuel Bernales Alvarado (Politólogo-Administrador Público)

 

En un Perú con más de 200 conflictos sociales se ha votado con entusiasmo, no hay muertos ni heridos que lamentar, pero no se debatieron grandes temas nacionales como la política exterior,  las mega inversiones y el ambiente, qué se hará en la Amazonía para asegurar la sostenibilidad ambiental con mejor descentralización y justicia social, cómo se pondrá al menos una valla al narco poder y la multiforme corrupción, cómo se cumplirá con los derechos humanos constitucionalizados y cuáles han de ser cambios sustantivos en una política de seguridad que depende  no sólo de más y mejores policías, qué metas planificadas se proponen más allá del Bicentenario.

 

Se dio la sensación de una sociedad política encausada por la encuestomanía, estilos publicitarios y mercadotécnicos que ahora costarán más, dependiente de la propaganda de los partidarios del régimen económico político en pos de su continuidad con algunos ajustes con razones para cautelar un crecimiento sostenido y un grado de inversión valiosos, condición necesaria pero insuficiente para tener desarrollo humano, no sólo alto crecimiento con desigualdad creciente. Esta demanda es ahora vital.

 

Hay un país nuevo, mejor, fruto solo de la actual gestión, sino de múltiples actores no pocas veces en pugna, pues esto es poliarquía, actores con algún poder,  dentro de un régimen con un bloque dominante. Lo que llamaríamos hegemonía del pueblo no se contruye tirando por la borda lo construido con el sacrificio de mayorías que sufrirían más: esto es un dato esencial para lograr factores de desarrollo y de seguridad humana y de gobernanza democrática. Quien no acepte esto deberá pagarlo en las urnas.

 

Maquiavelo reiteró cuán difícil es cambiar las reglas del juego y los riesgos de toda transición. Las cosas por su nombre: cerca de la mitad del electorado tendrá la decisión en la segunda vuelta engrosando el centro derecha o el centro izquierda. Hay probabilidades mayores para una opción de continuidad con ajustes menores. Pero no  es descartable otra bajo la prédica de iniciar un cambio tan temido como querido por sectores sociales en los extremos de la pirámide.

Hace dos años en Bagua tres dirigentes aguarunas me dijeron que los mejores presidentes fueron Velasco y Fujimori. Compartí ese dato con varios colegas. Por esto y más recuerdo  algunas hipótesis sociológicas explicativas sobre los rasgos autoritarios en sectores populares, también en la cima e intermedio de la pirámide, en  las agrupaciones más votadas y que también radicarían en la base de varios conflictos.

 

Diversidad de país, pluralidad y dispersión congresal. Acaso, ahora y aquí, factor de freno ante posibles excesos que rechacen consensos firmes de natural moderación para un gobierno que satisfaga necesidades de participación, estabilidad, efectividad y legitimidad. No se perciben condiciones para lo contrario, no lo desean de la suma de la segunda minoría hacia abajo. El rol de los negociadores será clave incluido, qué duda cabe, del presidente aspirante a romper la regla de la no reelección después de un período.