La historia lo registró

Y la memoria lo debe rescatar para la reflexión en torno a los actos que conllevan a la corta o a la larga, a la reacción de un pueblo que valora su sistema democrático y que los abusos y atropellos finalmente, o casi siempre, terminan mal, como quienes actualmente pagan con cárcel por haber formado parte de un sistema antidemocrático que terminó muy mal.
Fue un día como hoy 24 de octubre de 1998, cuando la población de Iquitos en gran número se dirigió a la Plaza 28 de Julio para protestar contra la Marcha de la Paz organizado por el gobierno, a través de un llamado Frente Cívico que intentaba contrarrestar las acciones de protesta del Frente Patriótico de Loreto.   Fue la llama que encendió el fuego.
Esa tarde del 24 de octubre el pueblo en general no resistió más la afrenta y desató su impotencia ante un gobierno poderoso y abusivo, con la protesta más grande de la historia de Loreto, después de lo ocurrido en la década de principios del 70 cuando se quemaron las salas cinematográficas en protesta por el alza de los pasajes en colectivo.
La tarde del 24 de octubre se quemaron unos 12 locales entre ellos el Poder Judicial, la sede del CTAR (hoy gobierno regional que funcionaba en el local donde es ahora Agricultura), la Contraloría, la Sunat, el canal 7, hoteles, además de vehículos. Iquitos ardía en llamas, lo que representaba la protesta más dura contra quienes no entendieron el sentimiento patriótico e impulsaron políticas en contra de los propios intereses de la patria que actualmente son inaplicables como los enclaves en Pijuayal y Saramiriza, área cedida al Ecuador, y que el Frente Patriótico no aceptó y lo rechazó  ayer, hoy y siempre a través de un plebiscito que se realizó por esos días, donde Loreto plasmó su posición firme y valiente de no aceptar jamás ningún enclave ecuatoriano.
Una tarde del 24 de octubre cuando cinco vidas se cegaron en medio de la confusión y la lucha de una población que estalló ante la indiferencia y el abuso de poder. Aquí no se justifica la violencia, se trata de explicar un acontecimiento que de una protesta pacífica se tornó en la expresión más cruda en su autodefensa. Las cinco muertes son el símbolo de miles de héroes anónimos que día a día luchan por un país que se haga respetar, que valore su territorio, que ame su cultura, y que impulse su desarrollo desde los menos favorecidos, con equidad, respeto y oportunidades para todos y todas.