- Por: Luis Alfonso Pinedo Piña
- (luisalfonsopinedo1962@gmail.com)
Decía el gran maestro de escuela, lexicógrafo y comentarista inglés, Henry Watson Fowler: “Para ser un buen escritor hay que ser directo, simple, breve, enérgico y lúcido”.
Mi amigo el maestro y escritor loretano Julio Oliveira Valles, es directo, porque escribe con precisión, es frontal en sus argumentos, llegando a veces a ser crudo, sin dejar de ser sincero. Por otro lado, es simple, porque muestra una sencillez al diluir las tramas de sus obras sin complicarse ni expresar dificultades; es certero, esencial, sobrio, escueto, claro y puede aparecer modesto. También, es breve, porque cuando escribe, lo hace sin perder la calidez y la espontaneidad, y nunca omite datos vitales e importantes. Asimismo, es enérgico, porque siempre se muestra muy activo, optimista y extrovertido; planifica sus ideas y siempre marca metas muy altas; no se desanima fácilmente, es intuitivo y tiene mucha confianza en sí mismo. Finalmente, es lúcido, porque a pesar de su edad (87 años), se muestra siempre brillante, optimista, admirable y sobresaliente.
Lo conocí en el año 2 016, cuando el Maestro Gabel Daniel Sotil García, presentó en el CRISAP, la segunda edición de su libro bandera “Escuela árbol: una propuesta de educación para la selva”, como integrante de la Asociación Cultural Arturo D. Hernández. En este evento, puse atención a los comentarios precisos de Julio quien, cerró su análisis con la siguiente conclusión: “Para ser maestro en la Amazonía hay que tener mayores conocimientos de las actividades económico-productivas y del cultivo de plantas que los propios comuneros, para poder asesorarlos como una acción complementaria a nuestra labor en el aula. El concepto que tiene un comunero sobre un maestro es que él sabe todo, por lo tanto, debe ser promotor del desarrollo de su comunidad.
En mayo del año 2 021, presenté mi Libro “Relatos del sabio Albino” en la comunidad de Samito-río Nanay, donde se congregaron varios escritores de dos asociaciones culturales vigentes. Allí, pude entablar por primera vez, una conversación amplia y profunda con él que me permitió conocerlo y explorar sus virtudes humanas, profesionales y literarias. A partir de ese momento, nació entre nosotros una confianza mutua y una amistad insondable, a prueba de todo y que aún perdura.
Este ilustre personaje, sin perder su humildad y chispa, cuando rememora sus logros, manifiesta su descontento con sinceridad. “Los metales y los cartones no sirven para nada cuando pasan los años”, y nos muestra con nostalgia sus medallas de reconocimiento que obtuvo como maestro y escritor: Medalla de Reconocimiento de la Municipalidad de Maynas, por su trayectoria; Medalla Internacional Resplandeciente, Pucallpa Perú, Tertulia Literaria Amazónica, Premio Bolivariano Arturo Demetrio Hernández Del Águila 2014; Medalla de Reconocimiento Municipalidad Distrital de San Juan 1999; Medalla Cívica Municipalidad Provincial de Maynas 2013; Medalla de Reconocimiento “Maestros Ilustres” y Medalla de Reconocimiento de la Derrama Magisterial, por sus méritos académicos y profesionales en beneficio de la educación 2006.
Un día, me comentó que empezó su prodigiosa carrera como escritor a los 67 años y en su caso no fue tarde, porque a partir de allí no ha dejado de producir y tiene en su haber más de 30 libros entre cuentos, novelas, investigaciones históricas y epigramas. Como dice la filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa, Simone de Beauvoir, para él, “escribir es un oficio que se aprende escribiendo” y Julio Oliveira Valles, así lo hizo. No ha estudiado literatura, pero domina la gramática, las técnicas narrativas y sus prosas muestran una exquisitez y una fluidez propia de un experto.
Julio Oliveira Valles, con muchas evidencias, hace honor a una famosa frase de Ángeles Moro que a la letra dice “escribir es un vicio que nunca se detiene”. Han pasado más de 20 años en que se inició como escritor y no se ha detenido en su esmero por producir libros; ello, le ha permitido ganar varios premios y reconocimientos importantes que, antes de inflar su orgullo y engrandecer su vanidad, lo han hecho mucho más humano, mejor persona y envidiable sabio. En él, no quepa el más mínimo atisbo de petulancia y envanecimiento. Su carácter bondadoso, hace de él una persona en quien puedes confiar tus más íntimos secretos y anticiparle, tus futuras decisiones sin el menor riesgo.
Como decía el novelista, columnista, poeta, periodista biógrafo y ensayista español, Francisco Umbral, “escribir es la manera más profunda de leer la vida”. Para los que conocemos a Julio, tenemos la certeza que esta frase condiciona su existencia; pues, todos sus escritos, tienen una fuerte relación con hechos vividos por él o investigados minuciosamente, para darle una connotación creíble que no admita dudas ni abra espacios a cuestionamientos propios de quienes aman la crítica destructiva como argumento para desacreditar las grandes obras.
Para ser un buen escritor, se necesita un buen conocimiento del lenguaje, la sintaxis y la gramática y él las conoce. Se necesita desarrollar la capacidad de escribir creativamente y con imaginación y a él le sobra eso. También, se necesita el dominio y el conocimiento de los estilos literarios y él los ha ido descubriendo en el camino. Asimismo, se necesita tener aptitudes para investigar y prestar atención a los detalles y mi amigo los tiene. Luego, se necesita tener motivación, autodisciplina, paciencia y decisión, y este personaje posee esas virtudes. Finalmente, se necesita sentirse a gusto trabajando solo, puesto que escribir suele ser una actividad que se realiza en solitario, y a él le apasiona aquello.
Loas a este mítico e infatigable escritor loretano, coetáneo de Roger Rumrrill García y Mario Vargas llosa, que sigue escribiendo y aún no ha pensado en el retiro.





