Estamos viviendo una de las épocas más peligrosas de nuestra historia urbana, por lo menos desde los años que tenemos plena conciencia no se presentaba la delincuencia común como crimen organizado. Quienes faltaban a la ley no portaban armas de fuego y decididos a disparar “a matar”, si no conseguían sus objetivos del robo.
Y lo que nos causa estupor en estas situaciones de la delincuencia urbana criminalizada es que no hay una reacción rápida y efectiva, empezando desde el Legislativo que debe realizar modificaciones de emergencia a las normativas, para que, por ejemplo, quienes actúan en defensa propia contra los autores delictivos, no terminen convirtiéndose en victimarios, cuando en realidad son víctimas.
Estamos en la realidad de indefensión más riesgosa de la historia del país, donde han desaparecido las zonas rojas, y en cualquier espacio de una ciudad se realizan robos, asaltos y crímenes, ante la mirada de personas de todas las edades que no les queda más que protegerse y mirar atemorizados e impotencia lo que sucede.
Frente a esta realidad, tenemos que soportar también a un poder Ejecutivo sin ideas creativas o preocupas de verdad en acabar con la delincuencia que afecta gravemente a la ciudadanía, pareciera que viviéramos la época de la negación cuando el terrorismo nos azotaba y no se decidían a atacarlo con la firmeza y rigor de la ley.
De hecho, que el fortalecimiento del servicio de inteligencia militar para atacarlo de raíz, fue el inicio del fin de los actos de terror en el país. Esto ha sido una valiosa experiencia para la pacificación con todos sus errores y defectos, pues es lo mismo que se tiene que hacer en la actualidad fortaleciendo la inteligencia policial, hasta con el apoyo de la inteligencia militar.
Es para llorar, escuchar que tenemos “la sensación” de que existe delincuencia criminal en Iquitos, así se está negando los hechos, así se paraliza nuestra fuerza policial, porque no acepta una realidad, y por tanto no la atacarán en la medida que esa realidad exige. Y peor aún, piensa utilizar como “carne de cañón” a nuestra juventud, casi adolescentes, con el cuento de prepararlos un año para que salgan a las calles a enfrentar a la delincuencia que no le importa la vida de nadie.
Qué vergüenza sentimos del “gran nivel de análisis” que lleva a nuestras autoridades a realizar tales planteamientos, cuando los más preparados son los oficiales policiales que deben salir de las oficinas administrativas, de otras dependencias de cuatro pareces, para ir al terreno de las calles a poner orden en las ciudades. Están ya igual que los militares que utilizan a “los soldados” sin mayor preparación para poner el pecho en situaciones bélicas internas o en las guerras.
Así con esas actitudes y decisiones, nuestras autoridades civiles y policiales están allanando el camino para una mayor crisis social donde el ciudadano tendría que enfrentarse con sus propias fuerzas ante la delincuencia, “cueste lo que cueste”, como en contados casos ha sucedido. Y otro sector vulnerable son los miembros del serenazgo de las municipalidades que, sin las herramientas del caso, también están poniendo el pecho. Basta ya.
Inteligencia policial
