A un par de pasos de la puerta de una entidad bancaria una mujer fue asaltada por un par de sujetos, quienes sin emplear más que un par de palabras, sometieron a la victima a sus deseos a quien no le quedó más que entregarles una bolsa plástica conteniendo más de doscientos mil soles.
Rápido, silencioso y efectivo, sin ninguna amenaza, mucho menos con algún tipo de arma, los facinerosos realizaron su sucio trabajo y se marcharon tan campantes que nadie los pudo ubicar.
Entonces, a todo esto, ¿qué puede pensar la población? Que estamos a merced de la delincuencia, que nadie respeta a nadie ni a nada, que las instituciones representativas están pintadas en la pared, que la autoridad no vale nada, que Iquitos es tierra de nadie.
Por otro lado, si un fiscal o un alcalde quieren ingresar a un local de dudosa reputación para comprobar si se está infringiendo alguna disposición, no les permiten, les ponen el alto y no pasan, así de simple, y encima le faltan de obra a la autoridad y no pasa nada.
Increíble que esta ciudad se haya convertido en un nido de ratas, en una cloaca de putrefacciones, adonde nadie puede entrar para romper el estado en que está viviendo esta colectividad que ya no sabe a quién acudir en pos de auxilio. No existe siquiera un remedo de plan de ataque al lumpen, a la podredumbre, por lo que la población está tomando conciencia de que ella misma tiene que defenderse y a eso es lo que vamos a llegar, a defendernos con nuestras propias manos.
Esta es la cuarta o quinta vez que incidimos en este tema y no encontramos eco. Estábamos creídos que la palabra impresa quedaba, pero qué equivocados estamos, igual, se la lleva el viento.