Finalizadas las manifestaciones de euforia y triunfalismo motivadas por los resultados que mostraban las consultas conocidas como «a boca de urna», la misma que consiste en entrevistar al elector una vez emitido su voto, la realidad va haciéndose presente en los predios partidarios, mostrando una imagen diferente a la que en su momento percibieron y que hizo que el desborde de felicidad, dé paso a la ahora tensa calma que muestran los pasillos de la ONPE, donde aún la balanza no logra un fiel que permita presumir o determinar una victoria segura a tal o cual candidato.
Lo cierto es que el compás de espera, es cada vez más pronunciado y eso hace que la tensión aumente, creando reacciones donde no están ausentes posibles actos de rechazo a los fallos electorales lo que conduciría a medidas extremas, con el consiguiente costo político y social.
Sin embargo es de confiar en la posibilidad de que la ponderación llegue a los ánimos del pueblo y democráticamente acepten los resultados fueren cuales fueren, expresando así su confianza en la entidad electoral que consideramos en todo momento está cumpliendo a plenitud con la ley electoral.
Si hay algo que ha permitido este proceso, es lo que no se esperaba, aunque en esta columna ya habíamos adelantado algo, eso es el lamentable deceso de los partidos políticos nacionales que, luego de la jornada vivida, muestran sus escombros a una real manifestación política, encarnada en una población que quiere ser alma y esencia, estandarte y bandera de una verdadera nacionalidad.
Hasta el cierre de esta edición, la incertidumbre seguía en el ánimo de una población que abriga la secreta esperanza de que sean sus colores los que flameen triunfantes en el podio de los vencedores. Es pues obligación de la ONPE acelerar el proceso de escrutinio para que todo vuelva a la calma, como corresponde a todo pueblo civilizado y respetuoso de sus leyes.