Por: José Álvarez Alonso
Los bosques inundables y ecosistemas asociados (cochas, pantanos y otros humedales de diverso tipo) suman unos 14.5 millones de hectáreas solo en Loreto y Ucayali, según el IIAP. Pese a que son las áreas que más contribuyen a la seguridad alimentaria y a la economía local de la selva baja, han estado virtualmente ausentes de los proyectos y planes de desarrollo. Si se hace una encuesta de dónde provienen los alimentos que se venden en los mercados de Iquitos o Pucallpa, y de dónde provienen otros recursos clave (por ej. madera), se puede comprobar que un alto porcentaje han sido cultivados, criados o recolectados en esas áreas. De los ecosistemas inundables provienen las más de 100,000 toneladas de pescado que se consumen anualmente en la selva peruana, los huevos y carne de quelonios acuáticos, la mayor parte de la yuca, el plátano, el maíz y otros productos agrícolas, buena parte de los animales domésticos (gallinas regionales, chanchos, patos), así como de la carne de monte, y por supuesto el emblemático aguaje, amén de otros frutos silvestres. ¡Por ello la mayor concentración de población amazónica está en las márgenes de los grandes ríos!
Y esto no es por casualidad: estos ecosistemas estacionalmente inundables son, con diferencia, los más productivos de la Amazonía, debido a sus ricos suelos aluviales que reciben anualmente, con cada creciente, una nueva carga de nutrientes arrastrados desde las estribaciones andinas. En contraste y salvo muy raras excepciones, los suelos de altura, no inundables, son extremadamente ácidos y pobres en nutrientes, y apenas soportan una cosecha mediana de yuca o plátano y la “cutipa”; en cambio, vemos en las restingas de las riberas del Ucayali, el Marañón o el Amazonas exuberantes plantaciones de plátano o maíz, que producen año tras año cosechas tres o cuatro veces más abundantes que en zonas de altura…
También los bosques inundables proveen buena parte de la madera que abastece las industrias de la selva baja, sobre todo de maderas “blancas” de rápido crecimiento. Debido a la alta tasa de regeneración y el crecimiento rápido de estas especies, y pese al aprovechamiento intensivo que han sufrido en los últimos 50 o 60 años, los bosques inundables -incluyendo los bosques secundarios de origen agrícola- siguen produciendo madera comercial en buenos volúmenes.
Sin embargo, buena parte de la madera extraída de esos bosques es ilegal. ¿Por qué? Pues porque los bosques de producción permanente y, por tanto, las concesiones forestales vigentes, se localizan en casi su totalidad en los bosques de altura, y excluyeron los bosques inundables. Una de las razones probablemente es legal: el artículo 1° del Decreto Supremo N° 12-94-AG, que declara como áreas intangibles los “cauces, riberas y fajas marginales de los ríos, arroyos, lagos, lagunas y vasos de almacenamiento”, quedando prohibido su uso para fines agrícolas y asentamiento humano; y normas asociadas, como el Reglamento de la Ley N° 26505 (D. S. N° 11-97-AG), que declara las zonas de protección ecológica, las que incluyen a las áreas adyacentes a los cauces de los ríos, así como pantanos y aguajales. Estas normas, y en parte sus herederas, como la Ley General de Aguas, son las que han impedido el otorgamiento de derechos en estas zonas, incluyendo la titulación de zonas inundables en ciudades (¡Belén bajo y otros barrios de Iquitos!), de cultivos como el camu camu, o la inscripción de plantaciones forestales.
Sin embargo, declarar intangibles las márgenes de los grandes ríos amazónicos es, aparte de un saludo a la bandera (ya están ocupadas) un total contrasentido: estos ecosistemas se encuentran entre los más dinámicos de la Amazonía, debido a la migración lateral de los cauces de los ríos, que pueden erosionar varias decenas y hasta centenas de metros en la ribera de erosión (localmente llamada “barranco”) para depositar similar extensión en la zona contraria (llamada zona de playa). No tiene por tanto ningún sentido ecológico “proteger” la vegetación cuando el río se la está llevando día tras día con su fuerza imparable…
Solucionar esta traba legal y promover la formalización de derechos (desde titulación de territorios comunales hasta la inscripción de plantaciones como camu camu o madera) es absolutamente necesario y urgente para dinamizar la economía de la selva baja. Desde el Ministerio del Ambiente, en coordinación con el SERFOR y las autoridades ambientales de los GORE de Loreto y Ucayali, se trabajó en el 2016-2017 una propuesta de lineamientos para declaraciones de manejo por comunidades locales de cinco especies de maderas de rápido crecimiento: capirona y cumala del bajo, bolaina, marupá y carahuasca… Esto se ha retomado recientemente a iniciativa del MINAM, así como una propuesta de modificatoria de la normativa que permita formalizar la propiedad en áreas inundables, y esperemos que esta vez sí haya resultados y pronto las comunidades puedan comercializar su madera e inscribir sus plantaciones.
Por su tamaño, alta densidad y su localización cercana a los cursos de agua, estas cinco especies maderables pueden ser aprovechadas por comunidades locales con tecnologías tradicionales de bajo impacto, a diferencia del aprovechamiento de maderas duras, que requiere altos insumos y maquinaria pesada (inversiones que están fuera del alcance de las comunidades), y tiene un gran impacto en el ecosistema. La formalización del aprovechamiento forestal en las riberas de los ríos podría ayudar a abastecer a la industria forestal, que está en seria crisis como se sabe, debido en buena medida al cierre de mercados por la campante informalidad. Por citar un ejemplo, se ha informado que cerca del 80% de la madera incautada a principios del 2016 en México -supuestamente de origen ilegal- en el barco Yacu Kallpa, era capirona proveniente de los bosques inundables. Otro tema urgente es la formalización del aprovechamiento de frutos de palmeras, especialmente (no exclusivamente) aguaje, hoy mayoritariamente informal y destructivo. Pero ese será tema de otro artículo.
Pese a su relevancia y potencial de ayudar a generar economía regional, y especialmente para las comunidades, la puesta en valor de los bosques inundables está ostentosamente ausente en las propuestas políticas de los candidatos al Gobierno Regional de Loreto, que se centran en megaproyectos de dudosa viabilidad económica y más dudoso aún beneficio a corto y mediano plazo para las empobrecidas comunidades rurales.