Ser Juez en el Perú significa todo un desafío. Un desafío mucho mayor para los que se desempeñan en la parte oriental del país como lo es Loreto, donde las posibilidades de capacitación continua les son esquivas.
Sin embargo, muchas veces, hasta de sus propios ingresos económicos, ellos tienen que acudir a la capital para seguir cursos que les ayuden a actualizar y aquilatar conocimientos que sí obtienen los que laboran de manera permanente en la capital de la república o principales regiones de la costa. Que son quienes finalmente pueden obtener la titularidad de las vocalías ofertadas en las diversas Cortes Superiores de Justicia.
Para nadie es un secreto que en las diversas Cortes del Perú, las Salas Penales o Civiles, están copadas -en su mayoría- por magistrados provisionales, que si bien es cierto hacen todo un esfuerzo por conservar intacta su proclamada autonomía e independencia absoluta, el simple hecho de estar en la condición de provisionales los pone en un «asiento vulnerable».
Es verdad, ya no se vive la época nefasta del fujimorato, donde el Poder Judicial fue «captado» para facilitar los innobles propósitos del mandatario y su asesor Montesinos; mas hasta hoy siguen escuchándose algunas voces que ponen en «tela de juicio» los criterios y fallos judiciales. Ya no a favor de una dictadura, pero quizá a favor de grupos de poder político-económico que siguen moviendo al país, dejando de lado a los grupos «endebles» que mencionan que para los pobres no hay justicia.
Es por eso que este 04 de agosto -DÍA DEL JUEZ- todos los profesionales que desempeñan el delicadísimo cargo (no olvidar que deciden sobre la libertad o patrimonio de las personas), reflexionen sobre su desempeño en cada despacho o Sala donde estén ubicados, trabajando por la administración de una mejor justicia en el Perú. La conciencia de cada uno de ellos será la única que les diga si lo están haciendo bien, mal o pésimo. Solo ella.