-IDENTIDAD AGRARIA ¡NECESITAMOS EDUCACIÓN PARA PRODUCIR Y GANAR!
Por. Carlos Santillán, Vicepresidente de Conveagro Loreto
Email: camucamuperu@yahoo.es
El conocimiento, en gran parte está disponible en nuestras instituciones educativas y de investigación para emancipar a los agricultores del paternalismo estatal, del analfabetismo, de la pobreza milenaria y de la falta de mecanismos para ser competitivos en este mundo globalizado.
Solo falta identidad y fuerza de voluntad al campesinado loretano.
La eficiencia productivo-empresarial conducirá a la emancipación de los agricultores en todos los sentidos y esto será posible si es liderada por la excelencia educativa.
Mientras no otorguemos a las familias rurales, una formación/capacitación mucho más funcional, relevante, objetiva y práctica, seguiremos desperdiciando esfuerzos y derrochando enormes cantidades de recursos; tal como se viene haciendo en algunos programas, creándoles dependencia estatal y adormeciendo sus habilidades.
Afortunadamente, en la actualidad estamos empezando a darnos cuenta que la falta de recursos económicos, no siempre es la principal causa de la pobreza rural y que su aporte no necesariamente es la solución más conveniente.
Tenemos cada vez más evidencias, que la principal causa del subdesarrollo rural es el conjunto de ineficiencias tecnológicas, gerenciales y organizativas, que están siendo practicadas en todos los eslabones del negocio agrícola; y que la principal causa de estos errores es la falta de conocimientos adecuados.
Son estas ineficiencias las que originan las tres vertientes que conducen a la falta de rentabilidad en la agricultura y de allí al subdesarrollo, primero rural y después urbano, costos unitarios de producción innecesariamente altos, mala calidad del producto y precios de venta innecesariamente bajos. Temas que pueden superarse en el corto plazo.
LOS SUBSIDIOS ADORMECEN Y CREAN DEPENDENCIA
EL CONOCIMIENTO LIBERA
Las ineficiencias generalmente son provocadas por errores primarios para cuya corrección se requiere de conocimientos elementales y no tanto de políticas generosas ni de créditos abundantes.
Para confirmarlo basta con analizar los bajísimos índices y rendimientos promedio de nuestra agricultura y los errores primarios que ocurren en la aplicación de las tecnologías y en el uso de los recursos disponibles y finalmente las gravísimas distorsiones en la forma como los productores rurales adquieren los insumos y cómo comercializan sus productos.
Es evidente que estas ineficiencias no ocurren por culpa de los agricultores. Ellas son provocadas por la profunda «disfuncionalidad» de la educación formal rural en los tres niveles y por el lamentable debilitamiento de la extensión agrícola.
Es por este motivo que necesitamos una profunda transformación en el sector educativo acorde a nuestras reales necesidades, culturales y potencialidades, aún dormidas en nuestra biodiversidad con enormes posibilidades de hacer del negocio agrícola una actividad rentable, para ello, es un imperativo que se involucren las instituciones públicas y privadas educativas y de investigación.
Todas estas instituciones deberán pasar por una reingeniería en los contenidos educativos y en los métodos pedagógicos, en los que ojalá «prioricen» el «enseñar a solucionar los problemas.
Sin embargo, educación de calidad no necesariamente significa construir más centros educativos, adquirir más computadoras, instalar laboratorios sofisticados u ofrecer más cursos. Lo que sí se necesita es tener el coraje de «poner el dedo en la llaga», reconocer sin eufemismos y enfrentar con determinación el problema de fondo. Es decir, el profundo desencuentro entre el qué y cómo se enseña en las escuelas y el qué y cómo las familias rurales realmente necesitan aprender.
Este divorcio es inaceptable y es por esta razón, planteamos una profunda revolución educativa realista, objetiva y pragmática, que permita formar una nueva generación de mujeres y hombres rurales que quieran, sepan y puedan protagonizar la revolución productiva de la eficiencia y de la emancipación, para ser altamente competitivos. Solo así podrán ser rentables las actividades agrícolas y mejorar la calidad de vida de sus protagonistas.
La sociedad, a conciencia debería priorizar el consumo de los productos hechos en Loreto, toda vez que contribuye a la soberanía y seguridad alimentaria, generación de empleo, y equilibrio de la balanza comercial agrícola, CONSUME LO QUE LA REGIÓN PRODUCE Y HAGAMOS DE LORETO UNA REGIÓN PRODUCTIVA.





