Don Justo y Doña Julia

Por: José Álvarez Alonso

Estaba comprando fruta en un puestito en el mercado de Surquillo, cuando a mi lado dos ancianos pidieron un kilo de guayaba (por su nombre en quechua, ‘sawintu’). Sus rostros tostados por el sol y surcados de arrugas no dejaban dudas sobre su origen andino. Preguntaron la vendedora si las frutas eran ‘de las rojas’, y ahí recién me di cuenta de que eran ciegos. La señora probó una y le dijo a su marido que comprase otro kilo. Entonces yo les dije: yo les voy a pagar su fruta; pidan lo que quieran.  El anciano dijo: gracias papá, pero así está bien. Yo insistí: ¿qué otra fruta quieren? Entonces se animó y pidió una mano de plátano de la isla. Le dije a la señora que le pusiese dos.

Le insistí: ¿no quiere algo más? No papá, contestó, no queremos abusar. Insistí: por favor, ¿qué más quieren? Bueno, contestó el hombre, tengo cuatro ‘chauchis’ (nietos), para ellos unas manzanas…. Entonces pónganles dos kilos, de esas grandes, le dije a la vendedora… Fue imposible que aceptasen más, por más que yo insistí.

No sabían cómo agradecerme. El señor me dijo entonces, esbozando una amplia sonrisa: yo me llamo Justo y mi señora Julia, somos de Ayacucho, Taita diosito lo bendiga…
Y se alejaron caminando lentamente por la acera, él tocando su quena mientras la señora hacía sonar la lata para las propinas.
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Es un cliché calificar a la gente humilde de aprovechados y pedigüeños; no es precisamente (al menos en la mayoría de los casos) lo que yo he encontrado en mis largos años en la selva amazónica, y entiendo que el caso de don Justo y doña Julia no es la excepción, sino la norma, entre los andinos. Quizás alguna gente tiene la percepción de que abundan los pedigüeños porque son muy visibles, aunque sean pocos, y ciertamente lo son. El Perú no es precisamente un país de mendigos, pese a los niveles de pobreza que todavía subsisten; la mayoría de la gente se la rebusca, cuando puede. No por gusto ha sido calificado el país más emprendedor del mundo, y ahí están para demostrarlo los millones de pequeños empresarios.

Personalmente he tenido muchas veces que rogar para que indígenas amazónicos acepten algún regalo o una ayuda, especialmente cuando se trata de recompensar algún favor. Y eso que la mayoría de los indígenas no están, para nada, sobrados de recursos, como seguro no lo estaban los dos invidentes que se ganan la vida pidiendo en el mercado de Surquillo.

Volviendo a la escena del mercado: una señora que estaba esperando para comprar fruta y observó lo sucedido con los dos invidentes le comentó a la vendedora: «hay que dar para recibir». Efectivamente, la mayoría de las religiones enseñan el principio de «dar para recibir» como una de las bases de la moral. Es también una especie de lema también de algunos clubes de proyección social. Existe en muchas culturas la creencia de que al dar se está de alguna forma ‘conjurando’ la posibilidad de recibir. Algunos autores se han animado a escribir sobre el tema, como Bob Burg, con su libro «Dar para recibir: El secreto del éxito en los negocios».

No creo que uno deba dar esperando recibir, al menos no una retribución material, porque la espiritual, que incluye la satisfacción de dar y de hacer lo correcto, es inherente al acto en sí… En cualquier caso, la inclinación a dar, a compartir, a apoyar al otro (lo que llamamos solidaridad) se enraíza en lo más profundo del ser humano y es quizás la que nos ha hecho evolucionar desde el estado meramente animal y la lógica del ‘gen egoísta’. Hasta Jesús afirmó: «Hay mayor alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35)

En la teoría clásica del evolucionismo (con principios como la competencia y la supervivencia de los más aptos), los individuos altruistas parecerían estar en desventaja frente a los egoístas. Sin embargo, investigaciones recientes demuestran que el altruismo y el comportamiento cooperativo con individuos fuera de la familia también pueden ser adaptativos desde el punto de vista de la supervivencia de la especie (ver por ejemplo el reciente artículo de Tim Phillips en The Quarterly Review of Biology (Vol. 90, No. 3, Sept. 2015).