DISCURSO POR EL DIA DEL JUEZ

Por: Róger A. Cabrera Paredes, presidente de la Corte Superior de Justicia de Loreto

EL doctor Juan F. Monroy  Gálvez,  conocido jurista peruano experto en derecho civil, escribió un libro denominado «Para Mi otro corazón», donde ofrece ensayos breves que exploran temas diversos y entre ellos el Poder Judicial, unificado por una visión de justicia en cuyo centro está el humanismo; y, entre otras cosas, sostiene:

Que los países que han logrado un mayor grado de desarrollo y de solución de sus problemas básicos son aquellos que han privilegiado el funcionamiento de su servicio de justicia. Para lo cual han empezado por hacer efectiva la independencia funcional y económica del Poder Judicial, es decir del órgano encargado del servicio de justicia. Por ello no es una mera formalidad que el presidente del país más poderoso del mundo, jure el cargo ante el Presidente de la Suprema Corte, órgano máximo de ese Poder Judicial. Entonces hay una constante histórica indiscutible: mientras mejor organizado, seleccionado y formado esté un juez, la sociedad será más desarrollada.

La justicia como necesidad social, es como el agua, la salud o la electricidad. Es, entonces, un servicio público básico. La diferencia está en que si Sedaloreto entra en crisis, la ciudad tendrá menos agua potable, pero si el servicio de justicia defecciona, podría no haber sociedad, pues prevalecería la ley de la selva, donde se impone el más fuerte o el más pudiente.

Un ordenamiento jurídico es, en considerable medida un sistema de conductas que deben ser CUMPLIDAS por los miembros de la sociedad. Cuando el cumplimiento es espontáneo no hay problemas. La intervención del juez surge cuando un miembro no lo cumple o se exige el cumplimiento forzado de la norma jurídica, porque otro que debería cumplirla espontáneamente, no lo hace. Esto significa que el Juez  va a actuar cuando haya un conflicto entre personas o con la sociedad que esperan «no un fallo justo», sino que se les dé la razón a como dé lugar; esto significa que con buena o mala fe, la mitad de lo que se afirma y «prueba» en un proceso es tergiversado por las partes. Las medias verdades son medias mentiras; la descripción de un problema es inútil si además no se explica su origen. La labor del juez es escrudiñar y detectar entre las lágrimas y los gestos estas falsedades, encontrar la verdad y dar la razón a quien la tiene.

Saber quién dice la verdad y merece una decisión favorable es la esencia del Juzgar. La experiencia nos va a enseñar que no sólo la cultura jurídica es la que nos ayuda a decidir, la percepción de lo justo es intuitiva, además de racional. Por otro lado no se puede impedir que la decisión de un juez deje siempre a alguien descontento. Para que tal sentimiento no se convierta en desconfianza o desengaño, y como una forma de legitimación debe sustentarse todo lo que se afirma, merituar las resoluciones; así y todo no debe esperarse la comprensión del perdedor ni de su abogado, no le extraña al juez si la descalificación de su conducta (el juez se vendió) sirva para justificar la derrota. Difícilmente hay otra escena en donde se exprese con mayor nitidez la miseria humana que en el proceso judicial. Son raras las ocasiones en las que el ser humano se relaciona con otro sin que tal hecho tenga una connotación jurídica. Diariamente compramos, vendemos, damos servicio, y recibimos otros, cobramos, pagamos, etc., pero el pueblo en general, ni los jóvenes en particular no saben cómo funciona ello y cuáles son sus facultades y deberes jurídicos elementales. No saben distinguir entre acto y documento, entre posesión y propiedad, ni qué se debe hacer cuando un padre de familia muere intempestivamente. El conocimiento de la Constitución, de los derechos y deberes esenciales de la persona humana  debe enseñarse en los Colegios obligatoriamente y alejará definitivamente a los «jinetes del apocalipsis» de la sociedad contemporánea: La Corrupción, La violencia, La Injusticia y la Miseria.

Vivimos en una sociedad de consumo, la regla básica es comprar y vender lo que sea. Se ha masificado los bienes y los servicios, también las ideas y la moral. Todo está en el mercado, la ley de la oferta y la demanda y el famoso costo beneficio marca su destino. Por ello se ha agudizado la desconfianza en la aplicación de las leyes y la delincuencia se multiplica  violentamente.  El poder de la fuerza quiere doblegar al poder de la razón.

Por todo ello la justicia, la libertad, la dignidad del ciudadano  y por cierto el destino del país, dependerá del arbitrio de un juez independiente, honesto y valeroso. Una ley puede decir que una nueva familia no debe tener más de un hijo. Sin embargo; un juez ejerciendo el control difuso de la Constitución, puede decirle al legislador que esta ley es pésima e inconstitucional, por lo que no debe ser acatado. Un Presidente o un Ministro o la Policía puede  ordenar que se detenga a una persona indefinidamente, pero ello no ocurrirá porque el juez que queremos y necesitamos dejará sin efecto esa orden.

Por ello se dice en los países más adelantados que el Juez es el funcionario público más importante de un Estado porque cualquier decisión «definitiva» que tomen los órganos o funcionarios públicos más importantes de cualquier Poder del Estado (Presidente de la República, Congreso, Ministros, etc.), son revisables ante el Poder Judicial (Léase caso Clinton). Pero las decisiones definitivas del Poder Judicial son inmutables y de obligatorio cumplimiento, salvo que violen la Constitución.  Si bien el poder político discute y aprueba la ley, esta adquiere solidez cuando un juez ordena su cumplimiento, esto es cuando lo hace eficaz, porque si no sería letra muerta. Por lo tanto no puede haber una organización política coherente, partiendo de la negación de la supremacía del Poder Judicial.

Como abogado, no existe nada mejor que ser juez. Es imposible para un abogado ser algo mejor que un juez nacional que trata de ser un barredor de tristezas y miserias. Un estudiante de derecho debe tener como objetivo-no siempre logrado- ser juez. Para que ello ocurra, una reforma judicial debe darle al juez un trato especial, único y distinto en todo sentido.

Pero en la práctica, ser juez en el Perú al igual que ser profesor o médico del sector estatal es un apostolado. Exige seres trabajadores con valor y sin precio, está vedado el ingreso a aquellas personas cuyo hambre o  amor por el dinero mal habido sea mayor que su dignidad. Y como pueden ver, ser fiel a algunos ideales a veces produce heridas profundas.  La elección de ser juez o trabajador del Poder Judicial significa en el Perú realizar el esfuerzo constante, el que no quiera hacerlo mejor que no postule.

Alguna vez un inmoral -que no escasea- creerá que un juez tiene precio. Se debe ser implacable con él, la firmeza del alma logrará que estas experiencias desgraciadas no se repitan. En otra ocasión alguien representando algún poder económico, político o incluso un juez superior – se acercará o llamará a algún  juzgado o a una sala para pedirle, (presionarle) un «favorcito». Échalo respetuosamente, hay que intentar explicarle que nuestra función es inaccesible a su poder;  si puedes hazlo saber que su conducta es penosa.

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Como en cualquier país – no sólo el Perú – muchos no están de acuerdo con su servicio de justicia y vemos diariamente que  nuestra sociedad no respeta al juez, cree que sólo es un funcionario inconfíable más y  muchos no están de acuerdo con su servicio de justicia. Pero no es consuelo, no olvidemos  que la situación del P.J. sirvió para sustentar -aunque jamás para justificar – lo del 5 de abril. Léase Palacio de la injusticia. A lo mucho que siente el ciudadano por el Juez es temor, además abogados que denigran la profesión y una prensa amarilla que abusa de la libertad de prensa se han encargado de enfrentarlo con su sociedad. Por ello lamentablemente ingresar a la magistratura  es hacer de nuestra vida una vía crusis.

Que lejos estamos de darnos cuenta que sin el juez no hay seguridad, libertad, paz social, progreso, ni civilización. El juez no es querido ni respetado sólo por el hecho de ser juez, sino que debe ganarse ese aprecio y para eso tiene toda su vida profesional.

Esto es ser Juez en el Perú. Juzgar es la expresión más elevada del espíritu; de hecho es un acto divino que las necesidades de convivencia social lo han convertido en humano. Por eso el Juez debe encomendarse a Él y recordar que estamos cumpliendo una función que le pertenece. Hay que ofrecerle a Él lo que se es, lo que tenemos  y lo que  hemos hecho, todo es de Dios, todos lo sabemos. Pero hay que rogarle  QUE JAMÁS PERMITA QUE LA INJUSTICIA NO NOS DUELA, porque sin ese sentimiento no vale la pena vivir. Recuerda que un pensamiento cristiano  dice: Ay de aquel juez que necesita ser juzgado, mejor  sería que no  hubiera nacido.

A nadie le interesa y menos al poder central  un juez ocupado hasta la demencia, desinformado hasta la mediocridad, y sobre todo desvalido. Condenado  a un trabajo extenuante y  perpetuo. La producción promedio de un juez es de sesenta sentencias al mes. O sea dos sentencias diarias, incluyendo sábados, domingos y feriados; pero hay jueces que elevan su producción a más de ochenta al mes, porque su responsabilidad le hace  esforzarse hasta lo máximo para estar al día y lograr la meta de 10% más de producción que el 2009; vaya para ellos mi eterno reconocimiento y  tengan la plena seguridad que serán recompensados profesionalmente en su debida oportunidad.

Comprendemos que la demanda social de justicia es superior a las posibilidades humanas de los jueces en ejercicio por la excesiva carga procesal. Existen muchas carencias de plazas a nivel nacional. En todo el país hay necesidad de locales judiciales, los que deben ser propios y decorosos. Las audiencias civiles y penales  reclaman no sólo publicidad, sino un margen elemental de holgura en el ambiente judicial y apoyo tecnológico, el que a su vez se traduce en respeto por el acto trascendente que en él se realiza, Juzgar.

En esta Corte como nunca en la historia hemos creado ya ciento cinco juzgados de paz  y  siete Juzgados de Paz Letrados, órganos jurisdiccionales nuevos en todos los lugares más alejados de nuestra región, y poco a poco los estamos dotando de la infraestructura necesaria, gracias al trabajo en equipo de la ODAJUP en lo que respecta a juzgados de paz  y gracias al apoyo del actual presidente del Poder Judicial, Doctor Javier Villa Stein, quien tiene un gran aprecio por la selva.

Aunque algunos  no lo crean, actualmente  existe en el PJ jueces honestos en cantidad suficiente como para que el sistema judicial no haya colapsado. Los jueces probos son los primeros en detectar y denunciar a algún mal elemento que se haya infiltrado, porque muchas veces caras y currículos vemos pero corazones no sabemos; nosotros consideramos que un juez o un trabajador  inmoral de cualquier jerarquía es un monstruo pestilente que devora la justicia. Aquí no hay otoronguismo, tenemos que combatirlo porque es un cáncer doloroso que nos destruye desde adentro y a oscuras.

Por lo demás si la justicia es una mercancía, es decir si por allí  en forma personal un mal juez la vende a espaldas de los demás magistrados que queremos la equidad, es porque antes un abogado o su cliente propuso su compra. El PJ es lo que hemos hecho de él jueces, auxiliares, abogados y usuarios. Felizmente aún puede ser lo que queramos, si anteponemos nuestro compromiso  social a una ganancia mal habida.

De parte de los jueces y el personal de esta Corte de Loreto, existe un interés real por impulsar  los procesos, por resolverlos, porque comprendemos la angustia del que pide justicia. A despecho de abandonos presupuestales, advertimos felizmente un interés por mejorar el servicio. En síntesis hay un cambio favorable que es definitiva y permanente y esto sirve para confirmar que es posible tener un servicio de justicia competitivo y comprometido con su sociedad.

No todo es corrupción en el Perú. En los últimos cincuenta años hemos tenido presidentes sentenciados, ministros contrabandistas, diputados y militares ligados al narcotráfico, etc. pero ¿Acaso este deshonor alcanza a todos? Este país aún se sostiene y está progresando a ojos vista porque hubo, hay  y habrán funcionarios Públicos y  ciudadanos comunes que cumplen cabalmente con su deber, son honestos no meten mano al erario nacional  y pagan puntualmente sus impuestos.

Los problemas del PJ no tiene una sola causa, es una enfermedad con causas múltiples, externas como internas. Hacia fuera exige un cambio de los usuarios: el Poder Judicial no es una maraña, un coto legal donde se esconda el incumplido, el prepotente o el delincuente;  no sirve para conseguir lo que sea, como sea y cuando sea, y por tanto no hay que iniciar juicios sin fundamentos, sin pruebas  con el fin de hacer daño a alguien. El Poder Judicial solo es el mejor medio que hasta ahora ha encontrado el hombre para resolver sus conflictos  de intereses y, a su vez, lograr  la paz social con justicia.

La transformación del PJ será consecuencia de un proceso lento y sostenido: mejora presupuestal, independencia real, formación judicial especializada, nuevos ordenamientos, administración moderna. Parecería  no existir en el Estado una preocupación seria por convertir al sistema judicial en función trascedente, es iluso esperar que la actividad judicial sea una isla desvalida, una organización más, que coloca en el mercado su producto: la impartición de justicia. El único problema nacional suficientemente grave como para sustentar una revolución en la cual creemos es  aquella de  paz social en justicia.

Desde hace algún tiempo, el Perú ha empezado a vivir  una experiencia revolucionaria más importante en materia de justicia penal. Con extraordinario entusiasmo de autoridades, jueces y fiscales, se viene concretando una reforma de la justicia penal nacional con resultados prometedores a la fecha y pronto empezará la reforma procesal laboral. De cara a las urgencias de justicia de la comunidad, privilegia las necesidades de ésta  y las facultades del Juez nacional. No sólo pretende una justicia pronta y certera, sino además busca conectar al juez con su sociedad  y viceversa. Sólo se necesita que el Estado le brinde apoyo económico decidido.

La Constitución reafirma la independencia del PJ y se debe hacerla efectiva y real porque no se da en su totalidad, eliminando toda intromisión del   Ejecutivo y el Legislativo, dándole al PJ lo que sus órganos administrativos presupuesten como necesario, prohibiendo cualquier retaceo y mezquindad, y, finalmente, proclamando y aceptando la eficacia  e inmutabilidad de sus fallos, con prescindencia de  quien sea afectado por ellos.

En este milenio que está comenzando, con  el  apoyo del sistema educativo y la oportunidad de las próximas elecciones,  debemos dedicarnos  todos, cada uno en nuestras trincheras que nos puso la vida, a reconstruir la base moral de nuestro sistema social. Pues el mal triunfa por la corrupción y como decía un amigo mío que llegó a ser Ministro de Estado: «En el Perú el problema es moral»; si los funcionarios públicos tuvieran eticidad, se harían más obras para el beneficio del pueblo, habría más trabajo y desaparecerían las famosas «coimisiones» o diezmos bajo la mesa, eliminando por ende los delitos de peculado, colusión concusión y cohecho. Se multiplicaría por tres la eficiencia de la administración pública  y llegaríamos a ser muy pronto un país del primer mundo. Eso es lo que esperamos de todo corazón en el Día del Juez.

MUCHAS GRACIAS.

Un comentario sobre “DISCURSO POR EL DIA DEL JUEZ

  1. En dicho dicurso del Dia del Juez, en el parrafo tercero, se mensionò este parrafo (…) «(PERO EL SERVICIO DE JUSTICIA DEFECCIONA» podria no haber sociedad pues prevaleceria la ley de la selva(…)… me gustaria conocer que significa dicha palabra defeccionar por que lo unico que encontre en el diccionario es DEFECATE…ocurre que no analizamos a fondo lo que quiso decir en dicho discurso el presidente de la corte superior de Loreto.

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