- Párroco de Santo Cristo de Bagazán recordó que este tiempo litúrgico llama a la esperanza, la conversión y a recuperar el verdadero sentido del nacimiento de Jesús.
Este domingo se vivirá el cuarto y último domingo de Adviento, el tiempo litúrgico de cuatro semanas con el que la Iglesia se prepara para la Navidad. Así lo recordó el padre Walker Dávila, párroco de la parroquia Santo Cristo de Bagazán, al reflexionar sobre el significado espiritual de estas fechas previas al nacimiento de Jesús.
El sacerdote explicó que el término “Adviento” proviene del latín adventus, que significa llegada, y hace referencia a la venida de alguien importante. En ese sentido, señaló que la Iglesia adoptó este concepto para ayudar a los fieles a prepararse interiormente para la llegada de Cristo y no solo para una celebración externa o social.
Dávila indicó que este tiempo se expresa mediante diversos signos litúrgicos, como la corona de Adviento y las velas que se encienden de manera progresiva cada domingo. Asimismo, precisó que el color morado, característico de este periodo, no tiene el mismo sentido penitencial que en la Cuaresma, sino que simboliza espera, reflexión y esperanza.
El párroco resaltó que durante el Adviento la liturgia omite el canto del “Gloria”, el cual se reserva para la noche del 24 de diciembre, cuando la Iglesia celebra con solemnidad el nacimiento de Jesús. No obstante, aclaró que el “Aleluya” sí se mantiene, como signo de alegría contenida y esperanza viva.
En su reflexión, el sacerdote advirtió que el verdadero sentido de la Navidad suele verse desplazado por el consumismo y lo superficial. “No es el árbol ni Santa Claus, es el Niño Jesús”, expresó, llamando a no perder de vista el centro de la celebración cristiana en medio de las compras, adornos y compromisos sociales.
En esa línea, destacó tres ejes que según señaló han sido remarcados por el Papa: el pesebre, el árbol y la familia. Explicó que estos símbolos deben conducir a la reflexión, al encuentro y a la unión, y no quedarse únicamente en lo decorativo o festivo.
Dávila subrayó que el pesebre representa una opción por la humildad y por los más pobres, recordando que Jesús nació en un lugar sencillo, destinado a los animales. Añadió que la Sagrada Familia Jesús, María y José debe inspirar a recuperar la familia como núcleo central de la sociedad, así como antiguas tradiciones de convivencia y solidaridad barrial.
Finalmente, el párroco exhortó a que este último tramo del Adviento no sea vivido solo como un rito, sino como un compromiso concreto de cambio. Invitó a practicar el perdón, la fraternidad, la sensatez y el respeto al prójimo. “Que el Niño Jesús nazca también en nuestras vidas”, afirmó, llamando a vivir la Navidad como una oportunidad de reconciliación y de relaciones más humanas y solidarias. (K. Rodriguez)





