Los árboles mueren de pie, pero también se caen íntegros, es lo que hemos podido observar a lo largo de nuestras vidas, y cuando caen en partes de rama en rama como una forma de protesta, para llamar la atención de a pocos por una vida que se va sin pedir nada, después de haber dado mucho.
Pero, como también caen íntegros, de una sola pieza de la raíz a la copa, es más contundente el reclamo al venir con ruido y remeciendo un poco el suelo. Así cayó el árbol de mango que se ubicaba en el patio principal del colegio Sagrado Corazón. Fue un reclamo rotundo y dramático a la falta de atención oportuna.
Se refiere que la plana directiva de la institución educativa en el mes de marzo comunicó al área respectiva de la comuna de Maynas para su evaluación y probable poda. Se evidencia que de haber sido atendido a tiempo el árbol no se venía abajo, sus raíces se levantaron por el peso que las ramas ejercían hacia uno de los lados.
La medida interna de asegurarse en caso cayera no afectara a ninguno de los ocupantes del colegio, fue acertada, aislando a las estudiantes y todos de la zona por donde podría inclinarse y caer el árbol de mango que nos da lecciones en su lecho de muerte sobre el piso con las hojas brillantes por las gotas de la lluvia, así se van, hermosos, aunque con lágrimas del agua fluvial después de casi 100 años de brindar frutos, sombra y aire, limpiando nuestros pulmones de oxígeno.
¿Cuántos árboles más, como el de mango del colegio de mujeres hay en Iquitos? Seguro que muchos, que esperan el accionar oportuno de las municipalidades de sus jurisdicciones, más cuando vientos y lluvias son una constante por el tema del cambio climático. Los propietarios de los mismos también tienen que accionar en coordinación con las entidades reguladoras por el derecho a la vida de los vegetales y la seguridad de las personas.
El árbol emblemático del colegio Sagrado Corazón pudo haber vivido más, llenando además de recuerdo y nostalgia por las historias vividas, como la carcajada con las travesuras estudiantiles que arrojaban zapatillas hacia las ramas en la hora de educación física. Por tiempos se observaban los calzados colgados. Y cuando estaba con frutos y estos caían desde las aulas embaladas, a la gana, gana, salían las alumnas a recoger los deliciosos mangos.
Se veía venir, y una vez más como en muchos aspectos de nuestros planes de vida falló la prevención y el accionar oportuno, es la parte negativa de nuestra cultura que debemos superar por el bien de todos y todas. En ese espacio de tierra debería sembrarse un nuevo árbol de mango. El corazón entristecido de los docentes, de las estudiantes actuales y de generaciones pasadas esperan ese retoño.
Lo Último
Cayó íntegro
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