Si no somos un país gobernado por sátrapas que atropellan y vulneran los derechos de los gobernados, nadie se explica por qué la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha fallado en contra del Perú en 26 casos. Nadie nos gana en denuncias y sentencias, ni Cuba ni Venezuela, menos aún la Argentina de la época de Videla.
Si las ONG denunciantes ganan los procesos al Estado Peruano, pueden darse tres posibilidades: que los miembros de la CIDH tienen una animosidad contra nuestro país o una simpatía ideológica, que los defensores del Estado no son los mejores y finalmente que éstos tengan escondido un aprecio interesado por aquellos que lejos de un arrepentimiento por sus crímenes se erigen como víctimas.
Increíble es haber tenido 26 procesos por violación de derechos humanos y haberlos perdido todos, siendo los fallos favorables, en muchos casos, a gente definitivamente vinculada al senderismo terrorista, a quienes la Corte de San José favoreció hasta con indemnizaciones.
Quienes en actos criminales segaron la vida de miles de peruanos, una vez capturados, han clamado y reclamado sus derechos humanos, pero ¿dónde quedan los derechos de las víctimas? ¿sólo el que mata y es encerrado en una prisión los tiene?
Hay muchas más interrogantes sin respuestas sobre el tema de los derechos humanos, que muchos creen haber sido proclamados para asegurar la vida de los sediciosos, a quienes nadie puede castigar con toda la severidad de la ley, a riesgo de ser denunciado como violador de derechos humanos.
El Estado peruano tiene que reforzar su defensa ante muchos organismos con gente idónea, de alto nivel profesional en su campo, que sepa defender no sólo los intereses nacionales, sino también defender las leyes que castigan al malhechor, a las que se les cuestiona en instancias como la CIDH, poniéndonos en el rango de países dominados por feroces dictadores.