- ¡Yo soy el soldado Alfredo Vargas Guerra, y esta arma es del Perú y se va conmigo a la eternidad! ¡Viva el Perú!

Emotivas palabras del Coronel EP Edgar Sánchez Gamarra, en su discurso de orden dado en el marco de la ceremonia por el 90 Aniversario del Combate de Güeppi. Ceremonia desarrollada ayer en la Plaza “Sargento Lores”, a la que acudieron la mayoría de autoridades civiles y militares de Loreto.
“Han pasado 90 años, pero el recuerdo de los valientes loretanos que defendieron nuestro suelo patrio permanece fresco e inalterable en nuestras mentes y nuestros corazones. En 1932 se produjo la ocupación de Leticia, lo que derivó en un conflicto armado entre nuestro país y la hermana república de Colombia. Lo cual devino en una serie de movimientos de tropas y diversas escaramuzas entre ambas fuerzas beligerantes a lo largo de todo el río Putumayo.
La mañana del 26 de marzo de 1933, la guarnición peruana de Gueppi, que se encontraba defendida por 194 hombres, fue atacada por mil quinientos soldados colombianos, apoyados por las cañoneras “la Cartagena” y “Santa Martha” y por tres aviones de combate y tres aviones bombarderos. Ante la manifiesta superioridad del entonces enemigo, y luego de sostener una heroica resistencia, por más de tres horas, el capitán Víctor Tenorio, que se encontraba al mando del puesto, inicia el repliegue de su gente buscando una mejor posición, encomendando al teniente Garrido Lecca, con su sección, la difícil misión de retardar el avance enemigo para preservar la integridad del grueso de la fuerza. Entre ellos, el sargento segundo Fernando Lores Tenazoa.
A las 10 de la mañana el combate se tornó más dramático y encarnizado, Lores con su arma en ristre y bajo el fuego de las metrallas, cañones y el bombardeo de los aviones enemigos, corría de un lugar a otro sin dejar de disparar para dar la impresión que eran varios los nidos de ametralladora peruanos.
Pero… ¿Cuál era el contingente humano que desde las trincheras y de un árbol combatía y desafiaba a la rugiente artillería y aviación enemiga impidiendo el asalto final a nuestro territorio? Aunque resulte increíble, era un sargento y siete aguerridos soldados loretanos a los que él llamaba cariñosamente “sus siete Tenazoa” en memoria de su madre. Allí estaban el sargento Tejada, el cabo Reyes y los soldados: Bartra, Pinche, Soplín, Leveau y Alfredo Vargas Guerra.
Ese grupo fue la última defensa de la guarnición de Güeppí, logrando prolongar por tres horas el ataque. Fue una misión de sacrificio, que ninguno vaciló en asumir. ¿por disciplina? ¿por principio? ¿por amor a su tierra? en el supremo instante de su decisión todos esos sentimientos se conjugaron y crecieron en tal magnitud, que desbordaron los límites de lo humano y lo posible, cruzaron los dinteles de lo épico con tan luminosos resplandores, que disiparon toda sombra y cualquier duda.
Instantes después, el comandante colombiano atraca en la playa y lanza tropas de desembarco. Lores y sus hombres, al percatarse de esto, con mucha inteligencia detienen momentáneamente el avance del enemigo, multiplicando los fuegos de sus armas. Uno a uno van cayendo en ejemplar y sublime sacrificio los defensores de Güeppí. Primero fue el soldado Reynaldo Bartra Díaz, en el ala derecha, luego el cabo Alberto Reyes Gamarra; ya solo quedaban seis defensores peruanos, entre ellos el soldado Alfredo Vargas Guerra, qué descubierta su posición, ametrallado, más aún cañoneado, continúa combatiendo, hasta ser derribado junto al río.
Mortalmente herido, es rodeado exigiendo su rendición y que entregase su arma, pero Vargas Guerra, en respuesta disparó sobre estos los últimos cartuchos que tenía, se incorporó en un supremo esfuerzo, abrazó su fusil y exclamó: ¡Carajo! jamás me voy a rendir porque yo vine desde Ucayali para pelear y morir por mi patria. ¡Yo soy el soldado Alfredo Vargas Guerra y esta arma es del Perú y se va conmigo a la eternidad ¡Viva el Perú! Después de haber dicho esto, se arrojó al caudaloso río Putumayo, que parecía pequeño para recibir en sus aguas a tan valeroso héroe. demostrando heroísmo sin par y un sentimiento profundo de amor a su patria y a su bandera.
Pero, la epopeya no había terminado, una ametralladora seguía vomitando fuego, como si fueran muchas y estuvieran en distintos sitios. Era el sargento Lores que se trasladaba como en alas del pensamiento, salía de distintos puntos y disparaba ráfagas de muerte. El tiempo parecía detenerse admirando su temple y su coraje. Su sangre ya empapaba su uniforme. Vio caer a otro de los suyos a sus pies, se inclinó para ayudarlo, estaba muerto. se irguió de nuevo, él también estaba herido y sangrando, rompió el borde de su chaqueta y lo hundió en su ingle, por la cintura del pantalón, sin un gesto de dolor.
Solo quedan defendiendo Güeppí el sargento segundo Fernando Lores Tenazoa y tres soldados, que con un esfuerzo desmedido luchan para contener la fuerza desatada por el enemigo. Todas las baterías y ametralladoras enemigas concentraron sus fuegos en la trinchera de Lores tendiendo cortinas mortales al ras del suelo. Nuevamente hay sangre en la trinchera peruana, cae el soldado Elías Soplín Vargas; los soldados exequias Tanchiva Revilla y Milciades Tananta Pinche, lo siguen en su viaje a la gloria.
Las fuerzas enemigas creían haber silenciado la posición y se lanzaron al asalto dando vivas y gritos de alegría, pero, como respuesta recibieron balas. El sargento Lores, el león, continuaba combatiendo. ¡Se había quedado solo! Salió de la trinchera al encuentro de la gloria, disparando y cubriéndose en los huecos del terreno.
¡Era la furia de la selva convertida por sus manos en tempestad de plomo! ¡Era la voz de un hijo de la selva en ronco tronar de metralla sembrando muerte! ¡Era un corazón palpitando por la patria, que agigantaba un arma para contener la avalancha del número y la fuerza!
Pero el enemigo avanzaba incontenible disparando nutrida mente, cada vez más cerca. Lores emergía y disparaba, desaparecía y aparecía en otro sitio para volver a disparar. Tal esfuerzo no podía durar. El milagro tenía que acabar porque la inmortalidad venía a su encuentro llameando plomo y envuelta en fuego.
Una ráfaga enemiga le rodeó la cintura en mortal abrazo y lo destrozó. Alzó los brazos con la ametralladora empuñada como para lanzarla en postrer desafío. Se dobló lentamente y hundió su cabeza en el suelo en actitud de reverencia, como para besar la tierra amada y se dio la vuelta para mirar por última vez el cielo de su selva. Cuando el sol se encontraba en lo más alto del cielo y marcando el reloj las 12.00 horas del 26 de marzo, todo estaba consumado. Como saldo de este combate, 100 compatriotas entregaron su vida, en ésta heroica resistencia”, expresó ayer en su emocionado discurso (entre otros hechos históricos del combate) el Coronel EP. Edgar Sánchez Gamarra.






QUE HERMOSA HISTORIA, SABER QUE HUBO LORETANOS QUE DIERON SUS VIDAS POR DEFENDER NUESTRAS TIERRAS DONDE AHORA VIVIMOS.
PENSAR QUE SI HUBIERAN AUTORIDADES POLITICAS Y POLICIALES ASI COMO NUESTROS VALEROSOS HEROES, NO HUBIERA TANTA CORRUPCION Y TANTA DELINCUENCIA. YA ESTUBIERAN MUERTOS TODOS Y NUESTRA CIUDAD ESTUVIERA GOZANDO DE TRANQUILIDAD.
VIVAN PARA SIEMPRE EN LA GLORIA NUESTROS HERORES LORETANOS.