Buen viaje amigo

Por: José Álvarez Alonso

Sus incisivas “Crónicas del bosque” se habían convertido en los últimos años en un referente obligado para descubrir los entretelones de las mafias madereras en la Amazonía peruana, y para entender la problemática del bosque amazónico en general. Las echaremos de menos: la irreverente y valiente pluma de Guillermo Andrade se silenció para siempre hace unos días, aunque su obra permanece. Y no se trata solo de lo que publicó en diversas entregas a lo largo de los últimos años: nos deja una obra póstuma, “Selva de burócratas”, un libro que resume su experiencia con la burocracia estatal en los años 80 y 90, cuando la construcción de la carretera marginal de la selva les hizo creer a muchos en el mito de la Amazonía como granero del Perú. Incluso él, agrónomo de formación, creía en ese tiempo en el potencial agrícola amazónico, y trabajó por desarrollarlo.
En los últimos años, luego del estrepitoso fracaso de tantos y tantos proyectos de promoción agropecuaria, y luego de millones de hectáreas absurdamente talados y de miles de millones de dineros públicos derrochados corrupta e inútilmente, Guillermo se convenció de que el gran potencial de la Amazonía radica en sus bosques, en el aprovechamiento sostenible de sus recursos de flora y fauna, en los bionegocios, y se dedicó a fustigar en sus escritos a quienes lo depredan y lo degradan con su avaricia, y amenazan el futuro de los amazónicos.
“Chavalillo de la madre patria”, era su invariable y burlón saludo cuando me llamaba por teléfono para concertar una de nuestras frecuentes y amenas conversas sobre la Amazonía. Gracias a él comprendí un poco mejor una de las causas de tanto atraso en la Amazonía: la selva de burócratas que se han lucrado con el presupuesto público y con la maquinaria de la corrupción que aqueja a la actividad maderera.
Tuve oportunidad de visitarlo unos días antes de su muerte en el hospital Rebagliatti en Lima, cuando una parálisis le impedía ya hablar, aunque su mente permanecía activa. Me apretaba la mano con afecto cuando yo le comentaba o preguntaba algo relevante, e incluso le arranqué una sonrisa cuando bromeé sobre el futuro de su libro hasta ahora inédito.
Como un homenaje a su memoria, transcribo aquí lo que publiqué hace casi un año (el 23.12.2013) en La Región, citando unos fragmentos de su libro inédito, que esperamos que pronto salga a la luz.
“El lúcido analista amazónico Guillermo Andrade, agrónomo de formación pero no casualmente convertido al manejo forestal en los últimos años, ha descrito los entretelones de este drama en su obra todavía inédita “Selva de burócratas”, que he tenido el privilegio de leer (espero que lo tengan pronto el montón de iluminados que todavía creen en el desarrollo agropecuario de la selva baja).  Con el permiso del autor  reproduzco aquí algunos párrafos sobre el proyecto Pichis-Palcazu, donde el autor trabajo y dejó sus energías juveniles allá por los años 80. Esperemos que la profecía de René de Chateaubriand que él cita en el libro, no se haga realidad en Loreto: “Los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen.”
“En las mentes costeña y serrana, las tierras de selva son “libres” si están cubiertas de bosques; sólo cuando ha desaparecido su cobertura admiten que tienen “dueño”. Esa lógica simplista no la admiten si con ellos reflexionamos sobre los arenales de costa o cerros de sierra, en tanto no soportan cultivos ni crianzas, carecerían de propietario. La errada concepción -por añadidura, generalizada- es resultado del añejo accionar colonizador, interno y externo, agravado en extremo por el presidente Belaúnde. Mientras no se enfrente sostenidamente esa aberración cultural, los bosques de la Amazonía estarán en peligro no sólo por las medidas políticas de los gobiernos, sino, también por todos los ciudadanos que crecen en semejante adoctrinamiento.”     (Selva de Burócratas, p. 56)
“Estoy persuadido, si luego de 23 años (1988-2011) hiciéramos una peritaje a ese asentamiento (del Proyecto Pichis-Palcazu), concluiríamos que en sus 65,560 Ha no ha quedó asentado ningún colono, tampoco se instaló alguna industria agro-forestal, por cierto, tampoco ha quedado en pie ningún árbol maderable de especie comercial, menos un kilómetro de carreta afirmada y, quién sabe si, hasta hoy, con ese cuento, no de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, sino del popular Las mil y una noches, con Ali  Babá y sus cuarenta ladrones, cuyos émulos peruanos han aprendido ante qué dependencia pública y quién decir las palabras mágicas: “Ábrete, Sésamo”, para continuar con la rapiña de los recursos naturales del país.” (Ídem p. 61)
Otro gallo cantaría si se hubiese impulsado una industria basada en el manejo forestal, según Andrade: “A causa de la búsqueda de lo inmediato y fácil (…) Ha quedado una población abandonada a su suerte, cuando ella debió ser, tras treinta años de iniciada su colonización, lugar de pujante actividad junto a von Humboldt, Puerto Zúngaro, Puerto Inca y San Alejandro. También quedaron quienes, ante el fiasco, optaron por lo peligroso, producir droga. Hoy estaríamos a escasos años de iniciar la cosecha de los primeros cedros o caobas sembrados. Que no se diga entonces ¿Quién va a esperar 30 años para cosechar lo sembrado? Ya esperamos ese tiempo, esperamos para nada, porque nada sembramos, nada habremos de cosechar. Sin embargo, nunca es tarde. Los chilenos, argentinos, uruguayos y bolivianos, para hablar sólo de nuestros países vecinos, no esperaron en vano, por eso hoy Chile exporta por 2,000 millones de dólares anuales; mientras el Perú sólo 200 millones, todos extraídos –sin siembra alguna- de nuestra Amazonía.” (Ídem p. 69)
Descansa en paz, Guillermo, amigo de todo lo amazónico y de todos los amazónicos, excepto los corruptos. Tu hijo Joaquín me informa que último deseo fue que tus cenizas sean entregadas al río Napo, para que se integren a esa maravillosa cadena de vida que tanto amaste y que con tanto ardor defendiste. Tu ‘tunchicito’ seguro andará ya revoloteando libre por esos ríos y montes. Dado tu buen carácter, seguro que no asustará a muchos, pero te ruego sí lo hagas con algunos, ya sabes quiénes. En todo caso, tus escritos seguirán removiendo las conciencias de los saqueadores y asesinos de los bosques amazónicos, y sus cómplices que los avalan, protegen y usufructúan desde el aparato público y desde la academia.