-Ciudadanos reclaman agua potable para sus hijos
-Pobreza «se luce» en diversas calles de Iquitos.
Antes se hablaba de la zona baja de Belén como la única zona sumergida en pobreza y agobiada por la cada vez más grande cadena delincuencial que crece día a día debido a la falta de un control policial constante, pero sobre todo a la existencia de muchos hogares que sobreviven en el día a día, sin tener ingresos de alguna fuente de trabajo que los haga salir de las carencias a las que han sucumbido. No todos los que viven en Belén están inmersos en ese cordón pero sí una parte significativa y eso no es ningún secreto para nadie.

Lamentablemente ahora no solo se habla de Belén como la zona pobre de Iquitos sino de muchos otros asentamientos humanos ubicados por ejemplo; en paralelo a la carretera «Participación», Masusa y alrededor de la Av, La Marina, como los pasajes «16 de Febrero», «Trimasa» y «Las Flores», donde la pobreza se siente a «flor de piel» a mitad de la vereda ubicada al ingreso de cada calle.
Ahí se ubican una serie de pequeños negocios con productos de menor calidad, «acorde con los magros ingresos del pueblo», la infaltable cerveza en los bares que «explotan» en volumen alto en todo el sector, como si con los decibeles altos quisieran tapar toda la desesperación que los «atrapa» a diario en un mundo donde sobrevive el más fuerte. Como si con la bulla musical quisieran olvidar que viven en una zona donde los políticos llegan cada 04 ó 05 años y no vuelven más para mitigar sus necesidades.
Los pasajes mencionados cuentan con una vereda de 50 metros que contempla una pileta de donde sacan agua, luego vienen 100 metros de pura tierra y con un tubo delgado al ras del suelo y vecino de la podredumbre cargada de desagües abiertos, de donde también sacan agua (de seguro contaminada), para concluir en una tercera vía por la que se camina sobre tablas hacia las «casas» más pobres del lugar.
Ingresar a la zona es como ingresar a un pueblo absolutamente atrasado y en decadencia, donde tomar un trago de agua potable cuesta dinero, donde los niños se divierten en bicicletas alquiladas porque saben que su infancia se irá y sus padres no podrán comprarles una. Donde enfermarse les cuesta la vida, donde estudiar es un riesgo puesto que asisten al local comunal cuyo techo está por venirse abajo.
«Acá estamos olvidados como siempre, hay un problema con los lotes abandonados, nosotros que somos familias agregadas los queremos ocupar y nos dicen que no porque luego de la inundación los dueños pueden regresar. Además nos dicen que harán una rasante de tierra de un metro, pero harán un gasto en vano porque la inundación fue por más de dos metros y este año seguro será igual. Miren de donde sacamos agua, no hay desagüe, incluso hay gente que no tiene letrina y hace al aire libre y ahora con el sol todo apesta por acá y nuestros niños se enferman de bronquios, diarreas y enfermedades a la piel, hay mucha desnutrición. Yo les digo a mis amigas hay que poner cada una un ladrillo para mejorar el local comunal porque las autoridades no ayudan y está por caerse el techo, eso es un riesgo para nuestros hijos» dijeron Lizeth, Julisa y Natalia, quienes sacaban agua del tubo ubicado al lado del desagüe de la zona.
Las autoridades tienen la gran oportunidad de transformar la vida de quienes viven en esas zonas, ciudadanos de carne y hueso que necesitan crecer para que así junto a ellos crezca el país y las nuevas generaciones no se conviertan en caldo de cultivo de un país violento que ante la falta de oportunidades de desarrollo, tomen el camino equivocado. Aquel camino que muchas veces no para sino con la muerte prematura o en el penal de la ciudad.