ALCOHOL, MÁS PELIGROSO QUE LA COCA

Por: José Álvarez Alonso.

La gente piensa que el alcohol, droga «legal» en la mayoría de las sociedades modernas, no es tan dañino para la salud como las drogas ilegales comunes en nuestro medio (cocaína, marihuana, éxtasis…).  A esto ha contribuido el hecho de que es una droga aceptada socialmente por la mayoría de las culturas desde hace miles de años. Hasta aparece en la Biblia, y hay indicios para creer que el mismísimo Jesús, Hijo de Dios, tomó vino en otras ocasiones además de la Última Cena: es poco probable que estuviese en las famosas Bodas de Canaán, y se tomase la molestia de convertir el agua en vino, para salvar a los recién casados de la vergüenza de haberse quedado a media boda sin el espirituoso elemento, y no se tomase al menos un vasito.

Pues bien: recientes investigaciones han revelado los efectos devastadores del alcohol para el organismo humano y para la sociedad. Investigadores del Centro Europeo de Supervisión de Drogas y de Adición a las Drogas, publicados recientemente en la prestigiosa revista médica The Lancet, han demostrado que el consumo de alcohol es más dañino que el consumo de la heroína, casi tres veces peor que el de la cocaína y el tabaco, y casi ocho veces peor que el del éxtasis. Los científicos recomendaron la implementación de políticas «agresivas» contra el abuso del alcohol por parte de las autoridades de salud.

Los criterios utilizados para comparar los efectos de las drogas fueron: cualidad aditiva de la droga, daños al organismo humano, y daños a la sociedad en general, incluyendo influencia en la desintegración familiar, los costos médicos asociados con el tratamiento, y los servicios sociales en general. El alcohol ganó con creces a las demás drogas, especialmente en el aspecto de los impactos sociales. La razón es la escala del consumo y el hecho de que los devastadores efectos del alcohol suelen alcanzar también a los que rodean al adicto, especialmente la familia. El alcohol también superó en mortandad a todas las otras drogas, seguido por la heroína y el crack.

El alcohol es particularmente pernicioso en menores de edad: está demostrado que destruye las conexiones neuronales, y eso se refleja en una menor  capacidad intelectual, incluyendo la memoria y el razonamiento. También afecta negativamente el carácter de las personas, haciéndolas más irritables e intolerantes. En los menores el daño es más grave porque el cerebro está en pleno desarrollo. Hace tiempo que se conoce que los hijos de madres alcohólicas nacen con un cerebro de menor tamaño.

Tomado en exceso, el alcohol produce daños irreparables en casi todos los sistemas (especialmente el nervioso y circulatorio) y órganos, especialmente el hígado (cirrosis hepática), el cerebro  y el estómago (gastritis, úlcera). El alcohol también supera a las demás drogas en índices de fallecimientos y está relacionado con un mayor porcentaje de delitos que las otras drogas, incluyendo las más duras.

Sin embargo, todos los expertos están de acuerdo en que no sería viable actualmente una prohibición total del alcohol, al estilo de la que intentó Estados Unidos en los años 20 del siglo pasado, y que condujo al fortalecimiento de la mafia y al incremento de la delincuencia. Más bien, recomiendan enfocar las campañas de educación y prevención hacia los bebedores problemáticos, y no hacia la mayoría de las personas que toman un vaso o dos al día, que por otro lado es muy saludable. Incrementar los impuestos al alcohol, como hacen por ejemplo muchos países europeos, es también una estrategia efectiva, que además ayuda a recaudar fondos para la prevención y tratamiento de los alcohólicos.

No cabe duda de que el alcohol tomado con ‘mucha’ moderación es beneficioso para la salud. Son conocidas en especial las bondades del vino tinto: un vaso al día ayuda a prevenir enfermedades del corazón y del sistema circulatorio en general, ayuda a retrasar el envejecimiento (por sus componentes antioxidantes).

En nuestro medio, lamentablemente, la moderación en consumo de alcohol brilla por su ausencia. Una de las tres grandes mentiras del Perú, se dice, es «unita no más». Es una droga tan aceptada socialmente que no está mal visto que menores de edad o autoridades se emborrachen en público, algo inconcebible en otras sociedades. Es escandalosa la inversión en publicidad que promueve el consumo de alcohol, asociándolo con el éxito social. ¿Cuándo será prohibida, como lo es en la mayoría de los países?

No conozco de ningún estudio de los impactos del alcohol en la Amazonía peruana, pero sospecho que deben ser terribles. Sin embargo, uno ya puede sacar sus cuentas, considerando la tolerancia con que tratan las autoridades esa lacra social, a diferencia de los países del hemisferio norte, donde se aplica la ley a rajatabla (prohibición de consumo y de venta de alcohol a menores, prohibición de consumo en la vía pública, y otros).

Los miles de familias destrozadas por abusadores del alcohol, los millones derrochados en el vicio por tantos padres, privando a los hijos de educación, salud, alimentación, son solo una de las caras del alcohol. Detrás del abuso del alcohol hay miles de historias de corrupción (el alcohólico es más propenso a involucrarse en actos delictivos y de corrupción), fracaso profesional, prostitución, iniciación a otras drogas, y otras muchas lacras sociales. Es bien conocido que los hijos de padres alcohólicos tienen muchas desventajas respecto a otros niños frente a la vida.

Cuando uno ve las inmensas, gigantescas chatas cargadas con miles de cajas de cerveza que llegan a Iquitos cada pocos días, se pregunta por la racionalidad de nuestras acciones. La desnutrición crónica y la anemia perniciosa afectan a casi la mitad de los niños loretanos de la zona rural, y a un cuarto en zonas urbanas, y ocupamos el último lugar en el Perú en educación. ¿Por qué somos tan diligentes en gastar en vicios y tan mezquinos en invertir en las futuras generaciones?

 

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