Ha transcurrido, creo, una semana desde que nos adelantaste. Tu generosidad como ser humano fue gigantesca. No eras ni adventista, ni evangélico, ni judío, ni islámico, ni budista, etc., eras un hombre de buena voluntad venido desde algún sitio de la capital del Perú. Tuve el honor de conocerte en momentos en que yo estaba en el cielo del poder terrenal, creo que fue en uno de esas tantas reuniones en que los «amigos» (es decir los hipócritas de siempre) me seguían como moscas en busca de favores, salvo honorables excepciones que demuestran ahora lo que se llama gratitud. 500 ó 600 visitaban el centro de labores, mi hogar, y decían lo que siempre expresan los lambiscones: eres el mejor, sabes mucho, etc. Sin saber que yo sabía ese cuento desde hacía mucho tiempo y que lo aplicaba con mi amigo del alma que seguro estará contigo junto a Dios padre, el pollo Urteaga, para quedarnos a mirar el amanecer en el río nanay. Me equivoqué al principio contigo, en mi contra, porque sabías que eras un limeño que venías en busca de forjarte un gran porvenir y a aprender más. Sabía que habías practicado y aprendido bastante en el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana, organismo forjador y vitrina de muchos profesionales. Sabía que te ibas a ir por falta de oportunidades de trabajo y cuando nuestra querida amiga Rosita Ismiño, creo que el Dr. Montreuil, el Ing. Salvador Tello me sugirieron para darte trabajo, salió a flote mi chauvinismo, y para asustarte a ti y a César les dije que a la zona de frontera. No arrugaste y viajaste conmigo al Estrecho del Putumayo, una zona muy difícil para trabajar en comunidad, te dejé en la pensión de la abuela, después de indicarte lo que tenías que hacer, era un cuartucho, elaboramos un programa de desarrollo pesquero en base a piscicultura y especialmente en formación de unidades pesqueras comunitarias, idea planteada por el asesor del vice ministro de ese tiempo, Ing. Gonzalo Tello Martín. Tres meses, después, regresé acompañado de otro gran amigo el biólogo James Beuzeville, conocedor profundo de los ecosistemas amazónicos y nos alojamos en una casa de pesquería (nunca hubo una en esa zona) con habitaciones hechas con divisiones de madera del monte, elegante y limpia, con muebles, con baños y, todo porque eras un hombre honesto, generoso ( en vez de hacer este ambiente pudiste haber robado y no lo hiciste), te enviábamos migajas de presupuesto pero habías cumplido con el programa inicial al generar puestos de trabajos con pescadores asociados en las denominadas upc e ingresos para el estado que lo gastabas en los programas de pesquería.. La gente del pueblo te quería, los pescadores del pueblo, también, es que estabas generando alimento y trabajo a mucha población con el recurso hidrobiológico, que sin ser región productiva nosotros lo gestionábamos muy bien. Y, nosotros con James fuimos testigos al ir a cocha cedro, y con una red de la unidad pesquera del pueblo, pescamos miles de yulillas y otros peces que fueron comercializados en el mercado artesanal de El Estrecho para algarabía de la población. Y, digo nosotros gestionábamos bien el recurso porque entre otros, César, el otro recomendado y pupilo, también trabajó eficazmente, recibiendo incluso en mi presencia la felicitación del doctor Alán García Pérez y del ministro de Pesquería. Ni Rosita, ni Salvador, ni Víctor Hugo Montreuil se equivocaron al recomendarlos. Aprendieron bajo una carácter inestable como el mío, peleamos, discutimos, pero aprendiste a querer a esta selva de tal manera que te uniste a una gran mujer: Ofelia, una gran amiga, fuiste padre de Franz y Johann, y procreaste dos hermosas niñas, hoy mozas, que como digo en un poema a mi nieta: No importa que no la veamos transformadas en mujeres solo sabemos que serán la madre natura de tu especie inmortal. Podríamos hacer un libro de los recuerdos, no solo de ti, es decir de las cosas buenas, sino de aquellos lambiscones, mal agradecidos e hipócritas que estuvieron en tu velatorio (muchos persignándose) y que posiblemente no irán al mío porque no tendré nada que invitarles. Llegaste a este Loreto querido, la amaste, trabajaste con la esperanza de los limeños o los trujillanos, pero, como muchos que vienen la adoraste más que algunos loretanos, y te convertiste en una verdadera fuerza loretana, sin pertenecer a este movimiento, que incluso hasta en el momento de la despedida final fueron ingratos contigo. Como no recordar que hace meses viniste a verme en esta restinga de San Juan a donde nos han exiliado, con tu esposa Ofelia, a sabiendas que estaba enfermo, sin caminar por esta bendita artrosis (no cirrosis) y sin tener tú los recursos económicos me llevaste a la farmacia para ponerme varias ampolletas a tu cuenta y te endeudaste más de lo que debías. Y tu generosidad se parece al del óbolo de la viuda de la biblia: me diste de todo lo que tenías y no de lo que te sobraba. Como no recordar estas cosas generosas y que demuestra que todo en esta vida es solo ser una buena persona y practicar lo que dijo ese enorme hombre que fue el Galileo: ama a tus semejantes como a ti mismo. Como no recordar aquellos tiempos en que algunos académicos e investigadores temblaban con tus sabios conocimientos, muchas veces aguándoles la fiesta de sus exposiciones. Algo aprendiste del que suscribe la presente, pero, mucho más de aquellos hombres del campo con los que trabajaste y de la naturaleza a la que amaste con vehemencia. Para el sector pesquero fuiste fundamental, fuiste uno de los pilares para el desarrollo de la piscícultura tropical, pero, además por estar fuera del sistema no te querían, eras una especie de quiruma en el monte, lo sabemos, eras de cierta manera como yo, contestatario, no convencional como un Robles Godoy, nunca fuiste, como dice el poeta Horacio una vaca del rebaño. Estoy seguro que muy pronto estaremos juntos tratando de jugar un partido de futbolito con San Pedro, San Pablo, San Agustín, y a lo mejor con otros santos que nos adelantaron. Gracias Carlos Eduardo Cabrera Pajares por haberte conocido, hombre venido allende el mar, amante de esta tierra loretana con todo la pasión de los hombres de buena voluntad. Hiciste mucho por nuestra Región.
A CARLOS EDUARDO CABRERA PAJARES.
2 comentarios en “A CARLOS EDUARDO CABRERA PAJARES.”
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Y asi eras Carlitos, y tuve la suerte y la gran oportunidad de conocerte, te estrecharte la mano en un sincero saludo, de poder apoyarte en algunas cosas cuando tuve la oportunidad de trabajar juntos, gracias por los consejos y por todo tu apoyo cuando estuve en la DIREPRO, de apostar por mi persona, aunque muchos no me querias por no estar ligado al partido, definitivamente que algun momento nos volveremos a ver alla ante El todopoderoso…
Hasta siempre Carlitos
Noticia lamentable, una irreparable pérdida para la amazonía. Gracias a Rosita Ismiño conocí a Carlos y a César. Fue ella quien valorando la calidad profesional de estos jóvenes biólogos no dudó en acudir a su amigo Juan Soregui para retenerlos en Iquitos. Antes de partir a mi auto exilio en Lima fue la última vez que conversé con Carlos el joven entusiasta y gran amigo que ya se sentía un loretano más. Siento mucho su partida. Mis condolencias a su esposa, hijos e hijas. Descansa en paz querido amigo Papelito.