¿Quién los defiende?

Por: José Álvarez Alonso

El 5 de julio del 2006 el pleno del Concejo Provincial de Maynas aprobó el Acuerdo de Concejo N° 612-SO-MPM, «Propuesta de implementación de medidas de emergencia para mitigar el impacto del ruido producido por el tránsito urbano en las actividades educativas y otras, y disminuir el riesgo de accidentes de estudiantes en las inmediaciones de centros educativos», que incluye las siguientes medidas:

1.- Instalar carteles de gran tamaño cerca de colegios y hospitales, indicando la velocidad máxima 30 km.

2.- Instalar en las calles colindantes con estos centros mini jibas dispuestas de tal modo que no obliguen a parar a los vehículos, sino a reducir la velocidad a menos de 30 km.

3.- Difusión radial sobre el particular.

¿Alguien ha visto alguno de estos comprometidos carteles y jibas delante de colegios y hospitales? No. ¿Alguien escuchó algún aviso en radio sobre el particular? No. Como tantas otras veces, una nueva y beneficiosa norma incumplida, para dolor de la sufrida población, y especialmente para los más vulnerables, los niños y los enfermos.

Este acuerdo de Concejo respondía a la preocupación levantada por el Comité Cívico Todos contra el Ruido sobre los daños que los ruidos excesivos del tránsito están causando en la salud de todos, y en la educación de los niños y jóvenes. Ese mismo año, un peritaje sonoro realizado en varios colegios de Iquitos por la Policía Nacional había mostrado que los niveles de ruido dentro de las aulas contiguas a calles transitadas casi duplicaban los máximos permisibles para este tipo de ambientes, de acuerdo a los estándares nacionales y de la OMS: 50 decibeles (día) y 40 (noche). Por ejemplo, en el Centro Educativo N° 61004 (en la cuadra 18 de la c/ Moore) el sonómetro dio mediciones de 97 y 98 decibelios. ¿Cómo pueden estudiar y aprender así los niños? No es de extrañar que los estudiantes loretanos estén entre los peor preparados del Perú… Pero esto parece no importarles a las autoridades municipales, más preocupadas por ornatos callejeros y remodelaciones de dudosa prioridad.

En la mayoría de países desarrollados, delante de colegios siempre hay enormes gibas que obligan a los vehículos a bajar al máximo su velocidad: la seguridad de los niños es los primero. Y en esos países no existen vehículos ruidosos como en Iquitos. Aquí nadie hace nada por disminuir el ruido y el riesgo de accidentes delante de colegios. Los derechos de los niños no parecen ser prioridad para nuestras autoridades.

Durante cinco meses -entre noviembre del 2009 y abril del 2010- no se hizo ni un solo operativo contra el ruido en Iquitos, y en el último mes apenas unas decenas de vehículos fueron intervenido, alentando la impunidad de quienes manipulan sus tubos de escape para meter más ruido. Consecuencia lógica: en los últimos meses han aumentado los vehículos muy ruidosos.

Se sabe que la Fiscalía Ambiental ha denunciado al Alcalde y al Subgerente de Salud Ambiental de la MPM, por el tema de los ruidos molestos en la ciudad. ¿Son los únicos responsables? Por supuesto que no. Es probable que sean culpables de negligencia, por no tomar las medidas necesarias, y en su mano, para evitar esta lacra que tanto daño hace a Iquitos. Pero hay otros responsables, comenzando por los que producen los ruidos: ¿alguien ha escuchado de algún motorista o motocarrista ruidoso denunciado? No, pese a que sobrepasar los máximos permisibles de ruido es un delito hoy, de acuerdo con el nuevo Código Penal.

¿Y qué hace el Ministerio de Salud para enfrentar un claro problema de salud pública? Porque los ruidos excesivos son causantes de graves afecciones, como cansancio crónico, enfermedades cardiovasculares -con incrementos de hasta el 20% – 30% en el riesgo de ataques al corazón en personas sometidas a más de 65 decibelios-, trastornos del sistema inmune responsable de la respuesta a las infecciones y a los tumores, trastornos psicofísicos -ansiedad, manías, depresión, irritabilidad, náuseas, jaquecas, disminución del apetito sexual-, cambios conductuales, incluyendo comportamientos antisociales tales como hostilidad, intolerancia, agresividad, y disminución de la tendencia natural hacia la ayuda mutua… Esto parece realmente un diagnóstico de lo que está pasando en nuestra ciudad.

¿Qué hace el Ministerio de Educación para proteger a los estudiantes en los colegios, afectados por los excesivos ruidos del tránsito callejero? Porque el ruido afecta seriamente el aprendizaje: un estudio realizado en Europa en colegios cercanos a aeropuertos mostró que los ruidos excesivos disminuían en más del 25% la memoria a largo plazo de los niños. Algunos colegios con más recursos han puesto vidrios en las ventanas hacia la calle, pero eso no lo pueden hacer los que tienen menos recursos, y esto crea otro problema: el calor excesivo dentro de las aulas. De nuevo, los niños pobres siguen estando en desventaja… Por cierto, nunca he escuchado al SUTEP, tan combativo en temas gremiales, reclamar a las autoridades municipales y policiales para que acabe de una vez por todas con esa tremenda rémora para la educación.

¿Y qué hacen la Cámara de Comercio y el MINCETUR? Porque el ruido está afectando gravemente el turismo en Loreto; muy pocos extranjeros quieren quedarse a hacer turismo urbano, porque no soportan los demenciales ruidos callejeros. Iquitos está perdiendo millones de dólares al año por este concepto (especialmente restaurantes, puestos de artesanías, transportes, hoteles). Y con seguridad se pierden miles de horas de trabajo y eficiencia en todos los negocios y oficinas asentados en las calles más transitadas. En la silenciosa Unión Europea se calcula que las pérdidas por ruidos suman entre 13,000 y 20,000 millones de euros al año.

Autoridades de Iquitos: por favor, defiendan, protejan a los ciudadanos más indefensos, niños, enfermos, ancianos, y a toda la población, de ese puñado de antisociales que ha convertido a Iquitos en la capital del ruido de Perú. Para eso han sido elegidos o contratados. Si no lo saben o pueden hacer, retírense, dejen el puesto a quien de verdad se preocupe por la salud, la educación y la economía de la gente, y especialmente por el bienestar y seguridad de los niños.