CUANDO UN AMIGO SE VA

Por: Menotti Juan Yáñez Ramírez

 

Creo haberme tomado el tiempo justo para poder plasmar lo que se siente cuando un amigo se va, como dice la canción, y ahora que Óscar Olavarría Saldaña se ha ido se aplica perfectamente. Esta trova que inmortalizarán las voces del reciente fallecido cantautor Facundo Cabral y su dilecto amigo Alberto Cortez, refleja el sentimiento y la emoción más profunda por aquéllos que nos deleitan con su entrega sincera y sin esperar nada a cambio y que en las dificultades -sobre todo en ellas-  están allí. A estos les llamamos «AMIGOS».

 

Es que «cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo»… porque nuestros amigos son irrepetibles e irrenunciables, sobre todo cuando la amistad es sólida como las columnas de un templo y en eso estribaba la calidad de la amistad de Óscar. Infatigable investigador, destacado conversador, diletante de la lectura y rebatidor incansable, ese era Óscar Olavarría. Singular, agudo, ingenioso, perseverante hasta dejar «al nabo ensangrentado y llorando a la cebolla» como lo vertiera Vallejo en su poema los Nueve Monstruos, demostrando a cada paso de su vida  esas características tal como lo hiciera de manera muy especial en el alumbramiento de su obra -creo yo la más amada- la biografía del ahora Capitán de Corbeta AP Manuel Clavero Muga, obra en la que tesoneramente trabajó hasta que viera la luz.

 

Era enriquecedor reunirse con él para adentrarse en las entrañas de la historia de esta su Loreto amada, matizando con pinceladas rebuscadas del porqué de los nombres de las calles de su Iquitos querido y porque no decirlo de las disquisiciones de las fuentes de donde provenía toda la información. «No basta con el dato hay que ir a la fuente», solía decir con especial énfasis. Amante del buen decir, compartí con Óscar innumerables veces el origen de las palabras de nuestro riquísimo idioma, emocionándose como un niño con juguete nuevo cuando le proporcionaba la historia de una nueva palabra y que las supo perennizar en una columna dedicada a la cultura en el Diario La Región, casa a la que sirvió con especial dedicación y con entrega indesmayable hasta cuando su cuerpo pudo.

 

«Cuando un amigo se va queda un tizón encendido, que no se puede apagar, ni con las aguas de un río»…… Así es apreciado amigo Óscar, un hombre muere cuando no trasciende y tú has pasado el umbral del trascender en exceso, no sólo eres un tizón encendido, sino luz votiva que será imposible de apagar ni con todas las aguas de tú adorado Amazonas.

Hasta mañana Óscar porque si te digo adiós habré perdido el anhelo de vernos algún día y porque en «hasta mañana» hago explícita la esperanza de ese nuevo encuentro, allá donde tú estés y donde seguro nos habremos de encontrar. Gracias por tu amistad, gracias por tu sapiencia, gracias por recibirme como profano en lo precioso y rico de la Amazonía y motivarme a saber más de ella.

 

Espérame allí donde tú estés para seguir debatiendo «Olabarriga»