Estamos en un escenario muy complejo en cuanto al incremento de la delincuencia, lo que nos coloca a todos en una posición de vulnerabilidad, porque la inseguridad es generalizada en todos los pueblos, ciudades y grandes urbes del país.
No hay un lugar donde se pueda decir que estamos al ciento por ciento seguros, tampoco si es de día o de noche, ni en espacios de horarios, tampoco se muestran muy marcadas las llamadas zonas rojas, como señalaba antes la policía dando recomendaciones de no circular por esos sectores calificados así.
La delincuencia está haciendo que todos los espacios sean rojos, así estén cercanos a una comisaría, donde las informaciones nos dicen que asaltos se comenten en las inmediaciones de estas infraestructuras, lo que está llevando a que los ciudadanos vean la forma más eficiente de defenderse.
Es como lo visto en imágenes de ciudadanos que ya no dudan en usar sus armas de fuego para defenderse, en Lima, Trujillo, y otras zonas norteñas, y así como en otras ciudades de Latinoamérica, donde las calles se convierten en fuegos cruzados, por lo que no es una “percepción” de que aumentan los actos del delito común.
Los delitos que, al haber actuación con arma de fuego y consecuencias de muertes, se agravan y entonces estamos hablando de la criminalidad en las calles, no de simple delincuencia, lo que sumado al sicariato, ubica el contexto social en extrema violencia.
Lo que también está mostrando nuestra sociedad, es que día a día se van normalizando estos actos que atentan contra la vida de las personas, contra la tranquilidad vecinal, contra el desarrollo, y la reacción de las autoridades en general es lenta y poco eficiente, mientras la delincuencia crece rápido.
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