- Después de mucho tiempo, ayer el diario “La Región” pudo recorrer el área de
emergencia del nosocomio. - Se vio a varios pacientes con pulsoxímetros pequeños y no “grandes y caros”.
- A familiares ingresar corriendo con frazadas, almohadas, ropa, para sus seres queridos.
Quién sabe por qué circunstancias, pero hasta el momento no encontramos el término puntual para describir lo observado en un lado del área de emergencia del hospital regional de Loreto.
En la mañana se ingresó por la puerta principal del mencionado nosocomio, el corazón latió más a prisa al ver a gente en el pasillo inicial sentada en las “mecedoras del dolor” como en la primera ola les llamaron, debido a la cantidad de personas que fallecían en las mismas a falta de una cama en alguno de los pisos del hospital.
Pero no eran pacientes infectados, eran familiares que esperaban alguna noticia de sus seres queridos internados. Caminando por los otros pasillos, felizmente, no se veía el amontonamiento de personas afectadas en sillas. Sin embargo; no hay que olvidar que ahora ya se cuenta con un hospital de campaña covid.
Luego de preguntar en el Cuerpo Médico por alguien que hable sobre el sensible fallecimiento de la estimada doctora Teresa Mancilla Rodríguez sin ningún resultado; caminamos hacia la pequeña capilla a rogar por los presentes y ausentes, también para que baje la sensación de temor que empezaba a hormiguearnos por dentro. Lo que nos permitió ver que dicho ambiente ha recibido mantenimiento.
Saliendo se observa que más de un personal asistencial camina rápido llevando balones de oxígeno hacia la zona de emergencia. Vemos que por el laboratorio no hay muchas personas, algunas cuantas esperando hacerse una tomografía. Al caminar por el pasadizo de cardiología y otros consultorios empezamos a notar camas al aire libre.
Camas ocupadas al aire libre bajo el techo de todo ese lugar conocido por haber un jardín en el centro. Se ven balones verdes de oxígeno al lado de las camas improvisadas para los pacientes que siguen llegando en estos días. Se ve a personas adultas mayores, también a más jóvenes, ayudadas por familiares y el mismo personal de ese hospital.
Varios dándoles palmaditas en la espalda, rezando quizá para que su ser amado salga libre de la segunda ola pandémica. Escuchamos a una abuelita casi agonizar, sin evitar la pena que eso produce. Igual más allá a un hombre de unos 48 años con una máscara y bolsa en el rostro, respirando de a poquitos, quien sabe si el día de hoy aún esté ahí.
Algunos pacientes y el mismo personal asistencial, muestran los “tristemente famosos” pulsoxímetros. Los chicos, los que cuestan entre 80 y 120 soles. No vimos aquellos que expresan haber adquirido a un monto escandaloso, en todo caso no era el punto fundamental del recorrido hecho para conocer la situación actual de los infectados en ese nosocomio.
Al retornar para ingresar nuevamente, esta vez por la puerta principal del área de emergencia, se ven pocos pacientes esperando ser atendidos. A familiares correr con almohadas, ropas, frazadas, para sus seres queridos ubicados en las camas improvisadas. ¿Cómo la pasarán cuando llueve torrencialmente? El pasadizo de emergencia descongestionado, el problema está adentro, donde hay pacientes en mal estado.
Luego visualizamos las camas ubicadas al contorno del jardín, como si se trataría de gente que fue a una guerra y qué por falta de una cama al interior del nosocomio, los tengan que colocar ahí. La directora del hospital, en otra nota, explica porque se viene dando ese cuadro conmovedor.
Dios quiera que con el correr de los días, esas imágenes empiecen a difuminarse, a extinguirse para abrir paso a la serenidad de una situación de salud que lleve a manejar mejor el mal. (Luz Marina Herrera Lama).