RUIDO, SALUD y DENGUE

José Álvarez Alonso

Hace un tiempo, un conocido doctorcillo iquiteño (cuyo título parece fue obtenido en el limeño jirón Azángaro) afirmó sin empacho que el excesivo ruido que aqueja a las calles de Iquitos no implicaba ningún riesgo para la salud de las personas. Bien, basta revisar cualquier fuente impresa o en línea sobre el tema para convencer al más escéptico de que este sacha-galeno habló piedras.

Un reciente estudio pone en evidencia que el ruido del tráfico puede causar una variedad de enfermedades cardiovasculares, incluyendo derrames cerebrales. El estudio, llevado a cabo en Dinamarca con más de 51.000 personas, y divulgado recientemente por la BBC, mostró que por cada 10 decibelios (dB) adicionales de ruido el riesgo de un ataque cerebral aumenta 14%; sin embargo, entre los mayores de 65 años el riesgo se incrementa 27% por cada 10 dB adicionales de ruido vehicular. Por encima de los 60 dB el riesgo se incrementa aún más. Hay que tener en cuenta que Dinamarca es uno de los países más desarrollados y con más conciencia ambiental del Mundo: muchísima gente se transporta en bicicleta en las ciudades, y por descontado ningún vehículo anda sin silenciador; en cambio, en Iquitos tenemos miles de irresponsables conductores que manejan impunemente vehículos manipulados para hacer más ruido, por lo que en las calles céntricas se registra hasta 100-120 dB, el doble del máximo permisible según la legislación peruana.

Ya hace tiempo sabíamos de los preocupantes resultados de un estudio realizado en Iquitos por las autoridades de salud: 4 de cada 10 ancianos de las calles céntricas de Iquitos han sufrido un derrame cerebral causado por hipertensión derivada, según todos los indicios, del excesivo ruido del tránsito. Muchos de los pacientes, aunque no mueran, quedan con secuelas irreversibles. Lo revelador del caso es que la mayor parte de los pacientes viven en calles céntricas con mucho tránsito. Hace 25 años, cuando no había casi ruido callejero porque no había motocarros ni motos sin silenciador, menos del 5% de los ancianos sufría ese tipo de derrames. El Comité Cívico Todos Contra el Ruido de Iquitos lleva años haciendo campañas de sensibilización sobre los daños y peligros del ruido excesivo, sin que las autoridades municipales, las policiales y las de salud hayan puesto interés en evaluar y menos solucionar el problema.

Desde hace muchos años se conocía del vínculo entre el ruido del tráfico, la presión arterial elevada y el riesgo de infarto, y del efecto negativo del ruido en la salud humana en general. Según un informe de la UE, el ruido causa 200,000 muertes por año en todo el mundo sólo por ataques cardíacos, y es responsable del 3% de los ataques cardíacos en Europa, donde el ruido es ínfimo en comparación con nuestra ruidosa ciudad. ¿Cuántas muertes y enfermedades, amén de otros daños a la educación y la economía, son causados por el ruido en nuestra ciudad? Algún lo sabremos, y podremos con más ganas culpar a las negligentes autoridades que permitieron esto.

En estos días que el dengue arrasa con Iquitos habría que preguntarse si el excesivo ruido no tendrá un efecto sinérgico negativo para incrementar la vulnerabilidad de la gente ante la cada vez más agresiva enfermedad. Es bien sabido que el estrés es uno de los efectos del ruido excesivo, especialmente si es intermitente, como el provocado por motocarros y motos sin silenciador, que especialmente en las noches pasan a toda velocidad provocando un ruido que se escucha a varias cuadras de distancia y penetrando hasta lo más profundo de las viviendas. Y el estrés es un conocido inmunodepresor, esto es, baja las defensas del organismo y lo predispone frente a afecciones diversas. Además, el estrés se expresa a través de toda una serie de manifestaciones orgánicas (trastornos cardiovasculares, afecciones cutáneas, trastornos enterocólicos crónicos, efecto inmunodepresor que predispone frente a afecciones diversas…). Los comportamientos elementales también pueden verse afectados por el estrés (hambre, sed, ritmo biológico, termorregulación, comportamiento sexual), por lo que el estrés puede estar en el origen de multitud de trastornos comportamentales.

Otros efectos del ruido excesivo incluyen: aceleración de la respiración y del pulso, disminución del peristalismo digestivo, que ocasiona gastritis o colitis, problemas neuromusculares que ocasionan dolor y falta de coordinación, disminución de la visión nocturna, aumento de la fatiga y dificultad para dormir, entre otros. Con respecto a los cambios psicológicos, el ruido excesivo, constante o intermitente, disminuye la concentración, la efectividad y la productividad, y aumenta la frecuencia de accidentes de trabajo, la irritabilidad y los estados histéricos y neuróticos.

Ahí tienen las autoridades una línea de investigación para encontrar algunas de las causas (probablemente hay otras) del frecuentemente denunciado deterioro de la salud social en la ciudad de Iquitos, y de la salud personal en tantos ciudadanos. Es increíble que luego de seis años de campaña sensibilizadora de los voluntarios del Comité Cívico Contra el Ruido las autoridades municipales y policiales no hayan sido capaces de acabar con esa lacra, que no beneficia a nadie y hace tanto daño a nuestra sociedad.